Consejos del Papa a seminaristas

Discurso al Colegio Capránica

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 4 febrero 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI el 19 de enero a los seminaristas y sacerdotes de la comunidad del Colegio Capránica de Roma en el 550 aniversario de su fundación.

* * *

Señor cardenal;
venerados hermanos;
monseñor rector;
queridos alumnos del Colegio Capránica:
Me alegra acogeros en vísperas de la fiesta de vuestra patrona, santa Inés. Os saludo a todos con afecto, comenzando por el cardenal vicario Camillo Ruini y el arzobispo Pio Vigo, que forman la Comisión episcopal encargada del Colegio. Saludo al rector, monseñor Ermenegildo Manicardi. Os doy una especial bienvenida a vosotros, queridos alumnos, que formáis parte de la comunidad del colegio eclesiástico romano más antiguo.

En efecto, han pasado 550 años desde aquel 5 de enero de 1457, cuando el cardenal Domenico Capránica, arzobispo de Fermo, fundó el Colegio que tomó su nombre, destinando a él todos sus bienes y su palacio junto a Santa María en Aquiro, para que pudiera acoger a jóvenes estudiantes llamados al sacerdocio. La naciente institución era la primera en su género en Roma; inicialmente reservada a los jóvenes de Roma y de Fermo, extendió luego su hospitalidad a estudiantes de otras regiones italianas y de diversas nacionalidades.

El cardenal Capránica murió menos de dos años después, pero su fundación ya había iniciado su camino, que ha proseguido hasta hoy, sufriendo solamente un decenio de clausura, de 1798 a 1807, durante la así llamada República romana. Dos Papas fueron alumnos del Colegio Capránica: durante casi cuatro años el Papa Benedicto XV, al que con razón consideráis «parens alter» por el especial afecto que manifestó siempre por vuestra casa, y también, durante un tiempo más corto, el siervo de Dios Pío XII. A vuestro Colegio mostraron siempre su benevolencia mis venerados predecesores, algunos de los cuales os visitaron en circunstancias particulares.

Nuestro encuentro, además de celebrarse en recuerdo de santa Inés, tiene lugar en el contexto de un significativo aniversario de vuestra institución. Desde esta perspectiva histórica y espiritual es útil preguntarse qué motivaciones impulsaron al cardenal Capránica a fundar esta obra providencial, y qué valor conservan para vosotros hoy esas motivaciones.

Ante todo, conviene recordar que el fundador había tenido experiencia directa de los colegios de las Universidades de Padua y Bolonia, en las que había estudiado, así como de las de Siena, Florencia y Perusa. Se trataba de instituciones surgidas para hospedar a jóvenes versados en los estudios y que no pertenecían a familias ricas. Tomando algunos elementos de esos modelos, ideó uno que estuviera destinado exclusivamente a la formación de los futuros sacerdotes, con una atención preferente a los candidatos con menos recursos económicos.

De este modo, anticipó en más de un siglo la institución de los «seminarios» realizada por el concilio de Trento. Pero todavía no hemos puesto de relieve la motivación de fondo de su providencial iniciativa: consiste en la convicción de que la calidad del clero depende de la seriedad de su formación. Ahora bien, en tiempos del cardenal Capránica faltaba una esmerada selección de los aspirantes a las órdenes sagradas: a veces se les examinaba en literatura y canto, pero no en teología, en moral y en derecho canónico, con las repercusiones negativas que se pueden imaginar sobre la comunidad eclesial.

Por eso, en las Constituciones de su colegio, el cardenal impuso a los alumnos de teología el estudio de los mejores autores, especialmente de santo Tomás de Aquino; a los de derecho, la doctrina del Papa Inocencio III; y a todos, la ética aristotélica. Además, sin contentarse con las clases del Studium urbis, estableció repeticiones suplementarias impartidas por especialistas directamente dentro del Colegio. Esta programación de los estudios se insertaba en un marco de formación integral, centrada en la dimensión espiritual, que tenía como pilares los sacramentos de la Eucaristía —diaria— y de la Penitencia —al menos mensual— y se sostenía con las prácticas de piedad prescritas o sugeridas por la Iglesia.

También la educación caritativa tenía gran importancia, tanto en la vida fraterna ordinaria como en la asistencia a los enfermos y en lo que hoy llamamos «experiencia pastoral». En efecto, en los días festivos los alumnos debían prestar servicio en la catedral o en las otras iglesias del lugar. Por último, daba una valiosa aportación formativa el estilo comunitario, caracterizado por una fuerte participación de todos en las decisiones concernientes a la vida del Colegio.

Encontramos aquí la misma opción de fondo que tendrán después los seminarios diocesanos, naturalmente con un sentido más profundo de pertenencia a la Iglesia particular, es decir, la elección de una seria formación humana, cultural y espiritual, abierta a las exigencias propias de los tiempos y de los lugares.

Queridos amigos, pidamos al Señor, por intercesión de María santísima y de santa Inés, que el Almo Colegio Capránica prosiga su camino, fiel a su larga tradición y a las enseñanzas del concilio Vaticano II. A vosotros, queridos alumnos, os deseo que renovéis cada día, desde lo más profundo del corazón, vuestra entrega a Dios y a la santa Iglesia, configurándoos cada vez más a Cristo, buen Pastor, que os ha llamado a seguirlo y a trabajar en su viña. Os agradezco esta grata visita y, a la vez que os aseguro mi oración, con afecto os imparto una bendición apostólica especial a todos vosotros y a vuestros seres queridos.

[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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