Corea del Sur y Mongolia: Iglesia viva que construye con pasión el futuro

Viaje del superior de los territorios de misión a los dos países

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ROMA, 29 julio 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia de Corea del Sur será protagonista de la evangelización de Asia en este milenio; mientras, el nacimiento de la Iglesia de Mongolia deja ver ya sus primeros frutos.

Este es el juicio que emite el cardenal Crescenzio Sepe, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, en un artículo publicado por «L’Osservatore Romano» tras haber visitado los dos países asiáticos.

La Iglesia en Corea, con sólo doscientos años, está entre las más activas en el panorama de los países de misión. El crecimiento cuantitativo y cualitativo a nivel del episcopado, del clero, de los religiosos y, de manera particular, entre los fieles laicos, es un dato de hecho.

«Existe en Corea –subraya el cardenal Sepe– un laicado extremadamente maduro y vivo, y esto forma parte de la historia de la Iglesia en el país. La Iglesia de hecho fue fundada por los mártires laicos. La visita que realicé a la tumba de los mártires, uno de los lugares más significativos de la ciudad de Seúl, buscaba partir desde los comienzos, desde aquella sangre derramada que sigue generando nuevas conversiones, gracia y salvación».

El santuario de los mártires es el corazón de la religiosidad, de la fe y de la catolicidad del pueblo coreano. Estas tumbas –son 103 mártires, 90 de ellos laicos–, subraya el purpurado, reciben cada año la visita de millones de peregrinos y de devotos.

El clero coreano ha madurado de manera que, además de dar respuesta adecuada a las urgencias pastorales, ya está presente en todo el mundo: la Iglesia coreana se ha convertido en «misionera» en estos años y envía sacerdotes a Ecuador, a Guatemala y a la propia Mongolia, constata el Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

«Mi visita es un grandísimo descubrimiento de la Iglesia coreana», confiesa el cardenal Sepe, añadiendo que la Iglesia de Corea, en el contexto asiático, después de Filipinas y de la India, es una Iglesia que ofrece y abre perspectivas de futuro para todo Asia.

En Mongolia «he encontrado una Iglesia más viva de cuanto pude imaginar», confiesa el purpurado. Sólo diez años han producido una conciencia misionera extremadamente significativa en una región que cuenta con dos millones y medio de habitantes en una superficie siete veces mayor que Italia.

«He podido tocar con mis manos el nacimiento de esta Iglesia que hoy se encuentra ante un campo que presenta ya los primeros frutos», comenta el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

Durante el viaje pastoral del cardenal Sepe, el Papa elevó la Misión «sui iuris» de Urga, Ulanbator, al rango de Prefectura Apostólica, con la nueva denominación de Ulan-Bator (800.000 habitantes), y se nombró el primer Prefecto Apostólico de Ulan-Bator, el padre Wenceslaw Padilla, religioso filipino de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (misionero de Scheut).

El cardenal Sepe celebró la ordenación de dos sacerdotes y de un diácono camerunés. Además, el purpurado visitó casa por casa a todos los misioneros.

Muchos jóvenes se preparan para el bautismo con una dedicación verdaderamente conmovedora, constató el purpurado, destacando el parecido de la jovencísima Iglesia en Mongolia con la Iglesia primitiva. Además, empiezan a madurar las primeras vocaciones.

Un rasgo distintivo de los misioneros presentes en el país –las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa, los Salesianos y los Misioneros de Scheut – ha sido su dedicación a la caridad. «La vida de los misioneros se convierte en testimonio que convence», subraya el cardenal Sepe.

Entre los proyectos en marcha se encuentra la construcción de una iglesia –que hará las veces de catedral– cuya inauguración se prevé para la Pascua de 2003. Después se levantará una segunda iglesia en la frontera con China, donde se trasladarán las religiosas de la Madre Teresa con los salesianos, y una tercera en la frontera con Rusia.

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ZENIT Staff

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