Corea: La Iglesia intenta evitar la guerra

Llamada urgente del presidente de la Conferencia Episcopal a la reconciliación

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SEÚL, martes 22 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Urge encontrar nuevos caminos para el diálogo y la reconciliación ante la atmósfera de tensión que existe hoy entre Corea del Norte y Corea del Sur.

Lo señala el presidente de la Conferencia Episcopal de Corea y obispo de Cheju, monseñor Peter Kang, en una entrevista a la agencia Fides.

“La guerra sería una tragedia que todos queremos evitar usando el medio más potente y eficaz que tenemos: la oración”, afirma.

Monseñor Kang muestra su “preocupación por la inminente catástrofe humanitaria en el norte” y por “el riesgo de guerra que sería una tragedia”.

El Gobierno de Corea del Norte ha bloqueado la llegada de ayuda. Las ONG hablan de una inminente tragedia humanitaria en el norte, aunque es difícil conseguir noticias directas.

Caritas Corea, por ejemplo, “no puede hacer nada si todas las actividades hacia el norte están bloqueadas”, explica el prelado.

“Es una situación que no se registraba desde hacía décadas -añade-. Nuestra preocupación es salvar a los civiles inocentes y a los grupos más vulnerables, como los niños”.

Los obispos han pedido oficialmente al Gobierno de Corea del Sur, junto a otros representantes de comunidades religiosas, que retome la ayuda humanitaria al norte.

“Sería un gesto para manifestar la voluntad de ayudar a todos los hermanos norcoreanos que sufren hambre y pobreza: por lo tanto podría tener un efecto positivo frente al Gobierno del norte”, indicó el presidente del episcopado.

“En esta fase de extrema tensión, urge encontrar nuevos caminos para impulsar el dialogo y promover la reconciliación”, añadió.

El Gobierno del Presidente Lee había suspendido las actividades de cooperación desde el 2008, actividades que se habían reactivado con el Gobierno anterior, con ayuda económica a diversos niveles. Pero ahora la actitud respecto a la cuestión norcoreana del ejecutivo ha cambiado.

Además, la crisis iniciada el pasado mes de marzo, con el hundimiento de la barca surcoreana Cheonan por un torpedo presuntamente de origen norcoreano, agravó la situación, llevando a la clausura total de las fronteras.

Desde entonces, se ha acabado la ayuda humanitaria, y el miedo y los sentimientos de hostilidad se han difundido en el país, que sufre un aumento de la violencia, explica el obispo.

Monseñor Kang alerta que “hoy urge detener esta espiral que se autoalimenta, e identificar nuevas vías y medios para reactivar el dialogo”.

El prelado advierte que el dialogo directo con el Norte es muy difícil, en primer lugar “por la tensión que se ha creado en el Gobierno y en la sociedad”, pero también porque “el Norte es un interlocutor sui generis, que no responde a los cánones convencionales”.

Por ello “es fundamental el dialogo indirecto, mediante otros países, como China, que pueden tener una influencia determinante sobre Pyongyang”, explica, así como “una mayor implicación de las instituciones internacionales como la ONU”.

Respecto a la función de la Iglesia, el obispo destaca que “en esta delicada situación, los líderes religiosos continúan proclamando una sola palabra: reconciliación”.

“Continuaremos sensibilizando la opinión pública coreana -asegura-, que hoy está dividida entre quienes comprenden la importancia de terminar con la tensión y dar nuevamente espacio al dialogo, y cuantos conservan aún hostilidad y no quisieran, se dice, ‘extender una mano a quien los ataca’”.

En este contexto incierto, todas las diócesis coreanas volvieron a celebrar este domingo -20 de junio, día del fin de la guerra civil en 1953- la Jornada de oración por la reconciliación y la unidad del pueblo coreano, promovida por los obispos coreanos.

Este año tenía como lema Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5,1).

Los católicos se unieron en la oración y el ayuno por la paz en Corea del Norte y Corea del Sur, y sus obispos pidieron a todas las Iglesias del mundo que se unan a ellos en la oración universal por un futuro de paz en la península coreana.

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ZENIT Staff

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