Corpus Christi: Caridad y educación integral

Mensaje de la Comisión de la Conferencia Episcopal Española de Pastoral Social

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MADRID, sábado, 9 junio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el Mensaje de la Comisión de la Conferencia Episcopal Española de Pastoral Social con motivo de la festividad del Corpus Christi, que en España se celebra este domingo, con el título «Caridad y educación integral».

Caridad y educación integral

La Santísima Eucaristía, Sacramento de la caridad, es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. [1]

Ante la celebración de la festividad del Cuerpo de Cristo, día de la Caridad, los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral social invitamos a todos los cristianos a comprometerse, desde el amor que brota de la Eucaristía, en la urgente tarea de defender la dignidad de cada persona, especialmente las condiciones de vida y la dignidad de los marginados, los excluidos y los más pobres. Y más en concreto, os animamos encarecidamente, en las actuales circunstancias de la Iglesia en España, al necesario compromiso de promover el derecho a la educación integral.

La campaña institucional de Cáritas para este año tiene por objetivo la defensa de los derechos humanos, no solamente de palabra sino también de hecho. Cáritas ha formulado expresivamente este objetivo liberador con el siguiente eslogan: “Los derechos humanos son universales, las oportunidades deberían serlo”.

En Occidente tenemos una sociedad opulenta, en la que, si tomásemos verdaderamente en serio la solidaridad y el respeto real a los derechos humanos, sería posible erradicar algunos de los problemas mundiales más candentes de la sociedad actual, como son: el hambre, el respeto ecológico a la naturaleza y la participación democrática de todos los ciudadanos en la solución de los problemas que nos afectan a todos.

Evidentemente, la magnitud de los retos globales que actualmente tenemos planteados exige una respuesta estructural. Desde esta perspectiva, los ciudadanos podemos y debemos contribuir a que crezca la conciencia y la responsabilidad de todos los hombres y mujeres para afrontar los desafíos de la pobreza en esta encrucijada histórica que atravesamos. Los cristianos estamos llamados, especialmente, a ser una voz de serena, laboriosa y paciente esperanza, ante la complejidad y las dificultades de nuestro tiempo.

Pero también cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad personal y la posibilidad de contribuir a la transformación de la sociedad actual en comunidad más humana y fraterna, pasando de las grandes palabras a los pequeños y constantes gestos cotidianos, justamente a través del compromiso sencillo de la vida diaria, llevado a cabo en nuestro trabajo, en nuestra familia, entre los amigos, en el ámbito de la acción social y política y en las actividades del tiempo libre.

Esta tarea no se ha de limitar solamente a esforzarnos por ser honrados y justos en nuestras relaciones interpersonales y en todos los hechos concretos de nuestra vida diaria, sino también a través de nuestra palabra y del anuncio gozoso del Reino de Dios. Las palabras sin los hechos quedan desacreditadas, pero los hechos sin la palabra no alcanzan toda su significación. En el evangelio de San Lucas, cuando Jesús de Nazaret envía a los discípulos a evangelizar, concreta la misión en una doble tarea: “predicar y curar” [2]. De esta manera, invita a los discípulos de todos los tiempos a “curar” todo tipo de enfermedad y a “proclamar” que el Reino de Dios está cerca. Por esta razón, y para ser fieles al Evangelio, en el Jueves Santo celebramos al mismo tiempo el “lavatorio de los pies” y la “eucaristía”, que unen para siempre la celebración de la Cena del Señor y el compromiso de la justicia y el amor.

Para que la campaña de Cáritas de este año -Los derechos humanos son universales, las oportunidades deberían serlo- no quede limitada a un buen deseo, hemos de hacer un esfuerzo especial para descubrir la manera más eficaz de contribuir al desarrollo integral de la persona, especialmente de los excluidos de la sociedad, mediante la práctica real de sus derechos humanos.

Sin olvidar otros derechos básicos, queremos destacar la importancia de la educación como elemento clave para la liberación integral de la persona. La tarea educativa supera el paternalismo y no se limita solamente a ofrecer unos peces, sino también una caña de pescar. El acceso a los derechos humanos pasa por la educación liberadora, porque solamente a través de la misma, la persona toma conciencia de que es responsable de su propia vida y va adquiriendo una actitud abierta, crítica y activa ante el dinamismo de la historia.

La educación integral intenta el desarrollo interno y multidimensional de la persona para que aprenda a “saber, saber hacer, saber estar y, en definitiva, a saber ser”. El saber es una tarea humanizadora, porque la información es una capacidad para el desarrollo de la persona humana. Enseñar a saber hacer capacita la persona para resolver los problemas concretos y sus necesidades diarias. Aprender a saber estar ayuda a tener sentido de la complejidad de la realidad y capacita para poder vivir pacientemente la lentitud inevitable en el dinamismo de la transformación personal y social. El saber, el saber hacer y el saber estar conducen al saber ser. El saber ser consiste en vivir el momento presente desde la coherencia, la confianza básica, la sencillez y el amor, sabiendo quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, es decir, estando abiertos a la trascendencia.

Si contemplamos el evangelio en su globalidad, observamos que esta educación integral nos fue mostrada por Jesús de Nazaret, mediante un proceso lento, que se inició en su “encarnación”, entró en crisis en Jerusalén con su “muerte”, y llegó a su plenitud la mañana de Pascua en su “resurrección”. Los discípulos de Jesucristo recibieron una educación para la verdadera libertad, acompañándole en su vida pública y recibiendo el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Desde la hermosa mañana de Pascua hasta nuestros días, la comunidad cristiana, a lo largo de los caminos y los siglos, ha experimentado la acción liberadora del Espíritu del Señor, y ha ido recibiendo del Paráclito las luces y carismas para una tarea educativa, liberadora y sapiencial de la persona.

En este Día de la Caridad, a la hora de tomar nuestros compromisos personales, al mismo tiempo que contribuimos con una aportación económica al sostenimiento de las actividades y proyectos de Cáritas, sería bueno y muy conveniente asumir también un compromiso decidido de trabajar en favor de este derecho a la educación integral.

Podemos contribuir a esta tarea educativa denunciando las situaciones que bloquean la dignidad de la persona humana y anunciando que es posible otro orden mundial edificado en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Los proyectos y programas de Cáritas tienen siempre este objetivo educativo y liberador en su horizonte. Como nos ha recordado el Papa, “las instituciones eclesiales de beneficencia, en particular Cáritas (…), inspirándose en la Eucaristía, que es el sacramento de la caridad, se convierten en su expresión concreta; por ello merecen todo encomio y estímulo por su compromiso solidario en el mundo”[3]. Edificados en el amor de Dios, aunque seamos conscientes de que queda mucho por hacer, en realidad todo es posible con el auxilio del Señor, con la luz y el consuelo de su Palabra, con la fuerza de la Eucaristía y con la potencia de su Espíritu.

Por otra parte, esta posición consciente y comprometida en favor de la educación liberadora es oportuna porque está en la raíz de la solución de muchos problemas. Por ello, es la mejor inversión económica, social y política para el bienestar de la persona y la paz social, porque los seres humanos, sin distinción, crecemos a partir de la experiencia central del amor, como ha puesto de manifiesto la encíclica “
Deus Caritas est” de Benedicto XVI. Además, los cristianos podemos compartir este compromiso con otras muchas personas y grupos, que también trabajan por la educación y promoción de la persona. Nosotros lo hacemos a partir de la experiencia central de nuestra vida, que es el encuentro personal con Jesucristo Resucitado.

Finalmente, cuando en esta solemnidad del Cuerpo de Cristo proclamamos el derecho a la educación integral, estamos afirmando que sólo el amor, el verdadero amor, la verdad del amor, es auténticamente liberador y nos hace crecer, porque, aunque es cierto que de dinero y de poder se tiene más cuanto más se guarda, sin embargo, de amor se tiene más cuanto más se da.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
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[1] BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis, 1[2] Cf. Lc 9,1-6[3] Sacramentum caritatis, n. 90.

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ZENIT Staff

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