Costa Rica celebra el Día Nacional de la Vida antes de Nacer

“La vida de todo ser humano ha de ser respetada de modo absoluto”, dicen los obispos

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SAN JOSÉ, lunes, 27 de julio 2009 (ZENIT-org).- Hoy 27 de julio Costa Rica celebra el Día de la Vida antes de Nacer, cuya fecha se creó por decreto ejecutivo por la presidencia de la República desde 1999.

Con este motivo, los obispos que integran la Junta Directiva de la Conferencia Episcopal publicaron el 24 de julio un comunicado en el que afirman que «la vida de todo ser humano ha de ser respetada de modo absoluto».
 
En un comunicado enviado a ZENIT, los obispos de Costa Rica señalan que, como pastores, se unen «a quienes han optado por Cristo como fuente inagotable de vida y a todas las personas de buena voluntad, que de manera valiente se enfrentan a la cultura de muerte que el mundo secularizado pretende imponer».
 
La radicalidad de los valores del Reino, según los pastores costarricenses, no admite ambigüedades: «La vida de todo ser humano ha de ser respetada de modo absoluto desde el momento mismo de la concepción».
 
«Dado que el matrimonio natural –añaden–, es el ambiente querido por Dios desde el principio para que se engendren nuevas vida, vemos con mucha esperanza que todavía son muchas las mujeres y hombres que han preparado y se preparan adecuadamente para la vida matrimonial, mediante un noviazgo serio, honesto y virtuoso. Garantizando así a la sociedad un futuro mejor, pues al prepararse para la unión indisoluble se mantendrá firme la estructura social fundamental de la sociedad y el desarrollo integral de los ciudadanos». 
 
Así mismos felicitan «a las mujeres y hombres que son generosos, y ofrecen su vida por sus hijos, tesoro que han recibido como don gratuito de Dios». 
 
Afirman que estas personas «trabajan sin cesar por la construcción de la Civilización del Amor y la Cultura de la Vida, porque son discípulos de Cristo y misioneros en la iglesia doméstica, en la familia».
 
«Los cónyuges que son conscientes de que los hijos son más importantes que muchos
lujos y comodidades –añaden–, pero que al mismo tiempo son responsables en la educación y atención de sus hijos, cumplen con la vocación a la que han sido llamados y hacen un bien invaluable a la sociedad». 
 
«Cada niño y niña es una esperanza para la humanidad», afirman los prelados.
 
En ésta ocasión, felicitan a las mujeres, «que según el plan de Dios, admiran y respetan el maravilloso proceso del embarazo».
 
«Indudablemente –subrayan–, cada ser humano inicia su vida en el momento de la concepción (unión del óvulo con el espermatozoide), y desde ese instante experimenta biológicamente los cambios más admirables e importantes de toda su vida».
 
No obstante, señalan los obispos, «en no pocas ocasiones, los futuros padres de frente a un embarazo inesperado pueden ver agravada su situación de vida por la pobreza, la agresión, la carencia de empleo, reducidas oportunidades de estudio, la soledad y el vacío afectivo, la falta de apoyo familiar y social».
 
Pero, según los prelados «el origen de la crisis no es el embarazo en sí, sino las circunstancias adversas. Por lo que el Estado, la sociedad civil y la Iglesia misma se deben esforzar por ofrecer la ayuda necesaria, para que el mismo signifique siempre motivo de alegría y de esperanza, desechando todo intento de eliminar aquella vida inocente».
 
Afirman que «desde el embarazo se inicia una relación entre la madre y el padre con su hija o hijo».

«Esta relación –subrayan– se hará cada vez más sólida con el nacimiento y las diferentes etapas de la vida que vivirán juntos los progenitores y sus hijos. Cada etapa requerirá de una donación por parte de los padres, y una educación integral que
asumirán todos los miembros de la familia».  
 
Los obispos de Costa Rica expresan su deseo de manifestar su «compromiso con los padres y madres, que se esfuerzan por vivir el Evangelio de la Vida».
 
«La Iglesia en nuestro país –concluyen–, a través de las Parroquias y su acción pastoral, les extiende la mano para apoyarlos durante el embarazo, en la educación de la niñez y juventud, la preparación para el matrimonio y el acompañamiento, para que la su unión conyugal sea imagen y semejanza de Dios uno y trino».

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ZENIT Staff

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