SAN JOSÉ, 19 junio 2002 (ZENIT.org).- Todo el clero y los fieles laicos de Costa Rica han sido invitados por el episcopado del país a celebrar unidos el próximo 29 de junio –festividad de San Pedro y San Pablo– el Día del Papa.
En un comunicado publicado recientemente, monseñor Román Arrieta Villalobos, arzobispo de San José y Presidente de la Conferencia Episcopal costarricense, llama a todo el pueblo a participar en la eucaristía que celebrará ese día el nuncio apostólico en la catedral metropolitana de San José.
El prelado señala la ocasión como un momento en el que podrán unirse los costarricenses «para pedir a Dios que extienda su mirada misericordiosa sobre el Papa y le conceda la salud y fortaleza que tanto necesita para seguir cuidando, con el celo y entrega que tanto nos conmueve y edifica, del rebaño que Cristo le confió y para el cual ha sido siempre el heraldo infatigable del Evangelio y el mensajero del amor y de la paz».
Refiriéndose a Juan Pablo II, monseñor Arrieta no ha dudado en proclamar que «él ama sin reservas a la humanidad entera independientemente del credo religioso, la afiliación política o la condición social que cada uno pueda tener».
Asimismo, añadió que el pontífice «se gasta y desgasta por todos nosotros, no sólo para que conozcamos cada vez mejor a Jesucristo, sino para que encarnemos su mensaje en cada uno de nosotros y en toda la sociedad».
Dado que el 30 de junio se celebra la colecta del Óbolo de San Pedro (donativos que el Papa después envía para obras de caridad), el presidente del episcopado también ha apelado a la generosidad que caracteriza a los costarricenses.
Constatando los desastres naturales y catástrofes que asolan constantemente distintas partes del mundo, el arzobispo de San José explica que «el Santo Padre sufre como en carne propia tales desventuras que afectan a miles de seres humanos y arde en deseos de ser el primero en acudir en ayuda de los que sufren».
Con los recursos que se obtengan en esta colecta especial –observó el prelado –, «el Santo Padre enjugará muchas lágrimas, cubriendo necesidades que, por causa de los desastres mencionados, ellos estén padeciendo».
