Crece el interés por los santos, constata el portavoz vaticano

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 24 octubre 2010 (ZENIT.org).- Los santos se han vuelto a poner de moda, constata el director de la Oficina de Información del Vaticano al constatar la extraordinaria participación en las últimas canonizaciones presididas por Benedicto XVI.

El padre Federico Lombardi S.I. analiza en el último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, la proclamación como santos de Stanislaw Soltys, André Bessette, Cándida María de Jesús Cipitria y Barriola, Mary of the Cross MacKillop, Giulia Salzano y Battista Camilla Varano.

Como él aclara, estas canonizaciones «fueron un tanto particulares. Sobretodo dos de estos nuevos santos han movilizado un interés muy especial en sus países».

El portavoz vaticano se refiere a la australiana Mary MacKillop y el canadiense André Bessette.

«Los otros santos y santas eran italianos, españoles y polacos, y por lo tanto- a pesar de su grandeza- no eran una absoluta novedad… Pero Australia no había tenido todavía a una santa y Canadá tenía una menor familiaridad con las canonizaciones».
 
«Grupos de millares de peregrinos afrontaron viajes larguísimos y costosos para estar presentes en la Plaza de San Pedro; muchos periodistas y equipos televisivos vinieron a Roma para escribir artículos, hacer reportajes, entrevistas, transmisiones en vivo sobre la ceremonia y las otras celebraciones», recuerda el padre Lombardi.

«Normalmente los medios de comunicación se mueven cuando entienden que hay un interés popular amplio y difundido», recuerda.
 
«La Iglesia propone solemnemente en los santos modelos de vida cristiana, pero lo hace reconociendo aquello que el pueblo ya ha entendido: que ciertas personas encarnan el Evangelio con una ejemplaridad extraordinaria, y así se convierten para quienes los descubren en amigos espirituales, fantásticos guías para llegar al amor de Dios, a la fe, a la esperanza».
 
«Las canonizaciones son el reconocimiento que el espíritu de Dios sopla en personas comunes como Mary y el hermano André, y produce frutos de virtud que son fuente de consuelo y luz para muchísimos otros».

«Algunos santos son reconocidos solemnemente; la gran mayoría no se hacen universalmente famosos, pero difunden igualmente entorno a ellos esperanza y amor. Esta es la cara más bella de la Iglesia».

«En la Iglesia todo lo demás está al servicio de los hombres y mujeres de cada país y condición para que puedan caminar hacia Dios sobre los caminos de la santidad».

Por eso, el portavoz sugiere: «aprendamos a ver a la Iglesia desde esta perspectiva y a renovarla continuamente comenzando por nosotros mismos».

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ZENIT Staff

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