Creyentes y no creyentes ayunan por la paz el Miércoles de Ceniza

El teólogo Burno Forte explica el sentido de esta práctica penitencial

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ROMA, 4 marzo 2003 (ZENIT.org).- La invitación lanzada por Juan Pablo II para que el Miércoles de Ceniza sea una Jornada de Oración y Ayuno por la Paz –en el contexto de una posible guerra que alteraría toda la región de Oriente Medio– está recibiendo adhesiones de todo el mundo y alcanzando una dimensión interreligiosa.

La propuesta que el Santo Padre difundió en el Angelus el 23 de febrero –y reiteró el domingo pasado–, recordaba asimismo que «es un deber para los creyentes, independientemente de la religión a la que pertenezcan, proclamar que nunca podremos ser felices los unos contra los otros; el futuro de la humanidad nunca podrá asegurarse con el terrorismo y la lógica de la guerra».

«Nosotros, los cristianos en particular –subrayó el Papa–, estamos llamados a ser los centinelas de la paz, en los lugares en los que vivimos y trabajamos. Es decir, se nos pide que vigilemos para que las conciencias no cedan a la tentación del egoísmo, de la mentira y de la violencia».

No es la primera vez que el Papa invita a un ayuno penitencial por la paz. A dos meses del 11-S, durante el Angelus del 18 de noviembre del 2001, Juan Pablo II propuso a los católicos dedicar el 14 de diciembre a la oración y al ayuno para obtener de Dios la gracia de «una paz estable fundada en la justicia».

En aquella ocasión, la iniciativa también fue acogida con entusiasmo en numerosos ambientes religiosos, sociales y civiles.

Monseñor Bruno Forte, presidente de la Facultad de Teología de Italia Meridional y miembro de la Comisión Teológica Internacional, explica el significado del ayuno y la favorable acogida de estas iniciativas del Papa en esta entrevista concedida a Radio Vaticana .

–¿Cómo se explican las razones de este éxito?

–Monseñor Forte: Por muchos motivos. Porque el Papa, cada vez más, se ha hecho y es voz de toda la humanidad que dice «no a la guerra» y «sí a la paz». Porque su llamada a la exigencia ética como prioritaria respecto al simple cálculo y al interés económico-político encuentran repuesta en lo más profundo de las conciencias de gran parte de la humanidad. Porque la guerra, tal como es propuesta –un tipo de guerra preventiva–, no tiene ningún fundamento moral y por lo tanto no puede ser justificada por la conciencia del hombre de ninguna forma.

Por este motivo, cuando el Papa propone un ayuno y una oración, esto es, un signo concreto de participación en la invocación a Dios por la paz pero también al compromiso por la paz, es tan amplio el consenso a su alrededor no sólo por parte de los católicos, sino igualmente por parte de creyentes, cristianos de otras confesiones y también de no creyentes que reconocen en esta voz la voz de lo más profundo de la conciencia de la humanidad que está gritando «no a la guerra» y «sí a la paz».

–¿Qué significado tiene ayunar por la paz?

–Monseñor Forte: El ayuno tiene dos grandes significados en la tradición bíblica y en la tradición cristiana. Por un lado, un significado penitencial: es un signo de mortificación. En segundo lugar, un significado escatológico: es el signo del deseo, de la expectativa, de la esperanza.

Cuando se espera a alguien muy importante en la propia vida es como si hasta el hambre y la sed pasaran a un segundo plano. Pues bien, los dos significados se reúnen en la propuesta del Papa.

Hay necesidad de una purificación porque lo que está ocurriendo en el mundo es ciertamente fruto de lógicas de egoísmo y por lo tanto de un peso de culpa que debemos expiar y del que tenemos en cierta medida que purificarnos ante Dios.

Por otro lado, existe esta gran expectativa, esta esperanza de la paz, que en lo más profundo del corazón de la humanidad es de lo que precisamente el Papa se ha hecho eco.

–El ayuno es una práctica que los cristianos comparten con otros creyentes. ¿Significa que puede incluso favorecer un diálogo interreligioso?

–Monseñor Forte: Cada vez estoy más convencido de que el lugar más auténtico, más profundo del encuentro a nivel de diálogo interreligioso es el de la experiencia mística, esto es, del encuentro vivo con Dios.

El ayuno es un camino para este tipo de encuentro, y ciertamente el hecho de que a la propuesta del Papa se hayan adherido también creyentes de otras tradiciones religiosas no hace sino confirmar que el camino del empeño por la paz puede ser un lugar de verdadera convergencia ecuménica e interreligiosa.

–¿Qué representa el ayuno para el que no cree?

–Monseñor Forte: Creo que en este caso significa sobre todo un «sí» incondicional a la línea que el Papa está testimoniando del «no a la guerra» y del «sí a la paz». Un «sí» a las exigencias éticas que están implicadas, pero también, diría, a las exigencias espirituales de renovación que el Papa ve unidas a un compromiso de este tipo.

–¿Verdaderamente el ayuno y la oración pueden cambiar el curso de la historia?

–Monseñor Forte: Lo que creo es que Dios puede cambiar el curso de la historia, y ciertamente el ayuno y la oración son una señal fuerte lanzada hacia su corazón para que tenga misericordia de esta humanidad. Así, lo imposible puede ser posible: lo que parece humanamente seguro –que la lógica de las armas, del interés económico y político prevalezca–, podría ser profundamente desgarrado por este movimiento de conversión, de renovación, de oración, de invocación, del que el Papa es voz para toda la humanidad.

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ZENIT Staff

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