Crisis de valores de Europa: preocupación constante del Papa

Dedica al tema las intervenciones durante los «Angelus» de este verano

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CASTEL GANDOLFO, 18 agosto 2003 (ZENIT.org).- La crisis de valores que vive Europa se ha convertido en la preocupación que Juan Pablo II ha venido expresando insistentemente en este verano.

A este tema ha dedicado las últimas seis intervenciones públicas que ha pronunciado en sus encuentros dominicales con los peregrinos, congregados en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo para rezar la oración mariana del «Angelus».

«No se puede negar que, en nuestros tiempos, Europa atraviesa una crisis de valores, y es importante que recupere su verdadera identidad», reconocía este último domingo el pontífice comentando la exhortación apostólica «Ecclesia in Europa», publicada el 28 de junio, en la que recogía las conclusiones del sínodo de obispos de ese continente celebrado en 1999.

«El proceso de ampliación de la Unión Europea a otros países no puede afectar sólo a los aspectos geográficos y económicos, sino que tiene que traducirse en una renovada concordia de valores que deben expresarse en el derecho y en la vida», añadía.

Para el Papa, Europa no es sólo «un lugar geográfico», sino más bien «un concepto predominantemente cultural e histórico» al que «la fe cristiana le ha dado forma», y cuyos valores fundamentales han inspirado «el ideal democrático y los derechos humanos de la modernidad europea».

Más allá de la ausencia de una mención al papel del cristianismo en la futura Constitución europea, que en estos momentos se encuentra en la recta final de su redacción, lo que le preocupa al Santo Padre es la secularización que avanza en el continente bajo la forma de «agnosticismo y ateísmo práctico» (Cf. «Angelus», 27 de julio de 2003).

Ante esta situación, el Papa propone «un renovado compromiso» «para que toda la existencia de los creyentes sea un auténtico culto espiritual agradable a Dios», en particular a través del redescubrimiento del «valor del domingo», como explicó en el «Angelus» del 3 de agosto.

«Este día es símbolo por excelencia de lo que el cristianismo ha representado y representa para Europa y el mundo: la perenne proclamación de la buena noticia de la resurrección de Jesús, la celebración de su victoria sobre el pecado y la muerte, el compromiso por la plena liberación del hombre», aclaró.

Por este motivo, aclaró, «custodiando el sentido cristiano del domingo, se ofrece a Europa una contribución notable para la tutela de una parte esencial del propio patrimonio espiritual y cultural».

Este anuncio del mensaje central del Evangelio, según el Papa, debe ser apoyado por «una eficaz acción de promoción humana», inspirada en la «cultura de la solidaridad».

«Hace falta también hoy «devolver la esperanza a los pobres», porque acogiéndolos y sirviéndolos, se acoge y se sirve a Cristo mismo. Los desafíos que en este ámbito interpelan a los creyentes en Europa son muchos», aseguró el Papa el 10 de agosto.

«Pobres son hoy tantas categorías de personas, entre ellas los desempleados, los enfermos, los ancianos solos o abandonados, los que no tienen una vivienda, los jóvenes marginados, los inmigrantes y los prófugos», aclaró.

«Servicio de amor es volver a proponer con fidelidad la verdad del matrimonio y de la familia –añadía en esa ocasión–, y educar a los jóvenes, los novios y las familias mismas para que vivan y difundan el «evangelio de la vida», luchando contra la «cultura de la muerte»».

El constante llamamiento del Papa a la contribución y reconocimiento de los valores cristianos se basa en una convicción expresada en ese mismo día: «Sólo con la aportación de todos se puede construir en Europa y en el mundo una «ciudad digna del hombre» y un orden internacional más justo y solidario».

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ZENIT Staff

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