Cristianos iraquíes satisfechos por la caída de Sadam pero con miedo al futuro

BAGDAD, 20 abril 2003 (ZENIT.orgAvvenire).- Los cristianos iraquíes viven con preocupación la situación que atraviesa su país, entre las amenazas originadas por el desorden reinante y el temor a que se agudice el fundamentalismo islámico.

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El arzobispo católico latino de Bagdad, monseñor Benjamin Sleyman, explica: «El concepto de libertad como derecho aquí no existe. Incluso el concepto de la laicidad con que se describe con frecuencia a este país debe entenderse con cautela. Si en el futuro aumenta la influencia y la presión de los grupos extremistas, que están volviendo a tomar vigor, no sé qué futuro puede preverse».

Según monseñor Sleyman, el concepto de laicidad en el mundo árabe es diferente al occidental, pues está acostumbrado a una relación cercana entre religión, sociedad y Estado.

«Ciertamente no veo cercana una perspectiva democrática», añade, expresando el sentimiento general de los 800.000 cristianos del país, que manifiestan, sin embargo, su satisfacción por la caída del régimen de Sadam Husein.

En el número 52 de Al Wada Street se encuentra la Casa del Amor, dirigida por cuatro religiosas de la congregación de la Madre Teresa de Calcuta, un pequeño orfanato que acoge a 22 niños enfermos con discapacidades mentales o malformaciones físicas.

Sor Carol explica: «Durante la guerra habían comprendido que las cosas no iban bien. Durante los bombardeos les decíamos que se trataba de una fuerte tormenta. Algunos nos pedían que les dejáramos ver la lluvia».

Durante las tres semanas de guerra, las iglesias se abrieron para acoger a todos los que lo quisieran, sin distinción de religión. Terminados los bombardeos, todos han regresado a sus casas.

En Bagdad sólo hay un hospital que no ha sido víctima de los saqueos, el Saint Raphael, quizá porque contaba con dos guardias armados o quizá porque las dinámicas religiosas de la Orden franciscana que lo dirigen inspiran respeto.

Al concluir los bombardeos pidieron a los estadounidenses que custodiaran la clínica.

«No nos falta nada. Tenemos medicinas, comida, agua. Sólo estamos preocupadas por el generador de energía eléctrica. Sólo tenemos uno y está trabajando mucho», explica sor Maryanne Pierre, responsable de la administración del hospital.

«Durante la guerra nos preocupamos sobre todo del departamento de maternidad. El miedo provocó que muchas mujeres embarazadas tuvieran partos prematuros. En dos semanas han nacido 350 niños», sigue diciendo.

Las mujeres llegaban, daban a luz, y después de dos horas se iban a sus casas pues por ningún motivo querían quedarse lejos del resto de su familia, aclara.

«Por una parte, los cristianos no querían que les cayeran encima las bombas –explica monseñor Sleyman–, por otra, sin embargo, deseaban un cambio».

«Para un musulmán los soldados estadounidenses son cristianos y el conflicto es percibido como una guerra contra el Islam», añade sor Maryanne.

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ZENIT Staff

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