Cristianos piden al Gobierno de Cataluña que actúe contra la ignorancia cultural

Algunos colegios públicos han eliminado las referencias cristianas del calendario escolar 

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BARCELONA, jueves, 23 de abril de 2009 (ZENIT.org).- La plataforma E-Cristians, dedicada a promover la presencia del cristianismo en la vida pública, ha pedido al gobierno de Cataluña que actúe, en el ámbito educativo, contra la ignorancia religiosa y cultural. 

Su presidente, Josep Miró i Ardèvol, declaró a ZENIT que «es una evidencia contrastada que un gran numero de jóvenes desconocen el marco de referencia, la cultura religiosa que permite entender el arte, la cultura e incluso el sentido de las palabras». 

Ò¿Qué significan para ellos y qué sentido tienen para ellos expresiones como juicio salomónico, lavarse las manos o venderse por un plato de lentejas?», se preguntó.  

Miró, miembro del Consejo Pontificio para los Laicos, atribuye esta ignorancia creciente a tres factores principales: en primer término, a la existencia de un «laicismo de exclusión religiosa que en la práctica implica una exclusión cultural». 

En este sentido, precisa que «incluso los postulados antireligiosos, que se remontan a no más allá de dos siglos, resultan incomprensibles sin un sujeto religioso porque carecen de entidad independiente, son la antítesis de una tesis: la religión; este laicismo es casi exclusivamente cristofóbico».  

En segundo término, la falta de bagaje cultural se debe, en opinión de Miró, a la pérdida del estudio de las Humanidades y a la desarticulación de nuestras fuentes culturales y morales. 

ÒNuestra sociedad tiende al adanismo, a creer que todo se construye en cada momento, y desconoce las referencias previas -opina-; esto es objetivamente incultura, transformada en una forma de pensar jaleada por los grandes medios de comunicación, que constituyen en sí el tercer factor». 

Para el presidente de E-Cristians, la cultura y la religión cristianas pueden llegar a ser más conocidas «mediante un proyecto cultural que muestre nuestras raíces y desarrollo, valore la tradición, recupere la enseñanza de las Humanidades y muestre la belleza del cristianismo.  

En este contexto, este mes de abril, Miró ha escrito una carta al presidente de la Generalitat, José Montilla, y a su consejero de Educación, Ernest Maragall para mostrar su malestar por la supresión de las referencias cristianas en el calendario escolar de algunos colegios públicos.  

El Centro de Educación Infantil y Primaria Cervantes de Barcelona, por ejemplo, celebrará hoy 23 de abril, día de Sant Jordi, la fiesta de los «Juegos Florales», y llama oficialmente «vacaciones de invierno» a las fiestas de Navidad y «vacaciones de primavera» a las de Semana Santa. 

La directora de este colegio, Isabel Nadal, declaraba en la edición de El Periódico de Cataluña del pasado 12 de abril que la medida se ha tomado para no herir sensibilidades de otras culturas y confesiones. 

«Este cambio también es un guiño para las familias laicas de Cataluña, que cada vez son más; por norma general, son más religiosos los inmigrantes que los catalanes», explicó. 

Sin embargo, para E-Cristians, las referencias cristianas «forman parte de una cultura y una tradición integradas en la identidad del país más allá de las confesiones religiosas». 

La plataforma de entidades cristianas señaló en un comunicado que «censurar las referencias a la Navidad y a la Semana Santa es contrario a los principios constitucionales». 

E-Cristians recordó que la Constitución Española establece que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española». 

Por ello, en caso de que el Gobierno de Cataluña no actúe, E-Cristians presentará requerimientos a las escuelas y al Departamento de Educación de la Generalitat como una actuación previa necesaria para acudir al juzgado. 

En términos más generales, Miró pidió a los políticos «que respeten la realidad y favorezcan el conocimiento de la cultura y en especial la cultura religiosa, que no permitan que se discrimine la clase de religión en los centros públicos y que impidan la ingeniería social que practican algunos centros públicos». 
 

Por Patricia Navas

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ZENIT Staff

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