«Cristianos venidos del Islam»

Entrevista con el periodista Camille Eid, autor de un libro que lleva este nombre

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 23 noviembre 2007 (ZENIT.orgVeritas).- El periodista libanés Camille Eid, acaba de publicar junto al italiano Giorgio Paolucci «Cristianos venidos del Islam» (Libros Libres), un libro que recoge los testimonios de musulmanes convertidos al cristianismo.

Eid escribe en el periódico católico italiano «Avvenire» y es autor de varios libros y estudios sobre el mundo árabe e islámico.

–¿Por qué tienen tanta «prensa» las conversiones al Islam y tan poca las de musulmanes convertidos al cristianismo?

–Camille Eid: Mientras la conversión de otras religiones al Islam es muy notoria y los conversos se convierten en líderes de organizaciones musulmanas (en Italia casi todas las organizaciones de musulmanes están lideradas por conversos), el fenómeno contrario es desconocido y peligroso, porque la conversión de musulmanes al cristianismo es considerada en muchos países musulmanes como una traición de la tradición y de la fe islámica.

Muchas constituciones o leyes tienen prevista para estas conversiones la pena capital, como en Arabia Saudí, Irán, Sudán, Mauritania, Afganistán (en este país es conocido el caso de Abdul Rahman, un afgano convertido y condenado a muerte sobre el que informó la prensa hace un año).

No se habla de las conversiones al cristianismo, primero porque es poner en peligro la vida de estos conversos, que son miles, y segundo porque están en sus países de residencia. En el libro hemos elegido sobre todo a musulmanes conversos que viven en Italia (algunos convertidos en sus países de origen y otros que han encontrado el cristianismo en Italia).

–¿Cree que hay una especie de «moda» en las conversiones al Islam?

–Camille Eid: Convertirse al Islam, al hinduismo o al budismo es una moda, porque es algo exótico; mientras para un musulmán la conversión a otra religión es como quedarse sin rostro, porque es encontrar dificultades en la familia, el país, el Estado… y nadie quiere perder el trabajo, la tutela de sus hijos, etc. Por eso las conversiones de musulmanes son muy auténticas, no es un mero cambio.

–En relación a esto, en el libro hay un testimonio que me gustaría que comentara: «En Occidente, cambiar de religión es algo normal, no cuesta nada, a veces tengo la impresión de que es una moda. Sin embargo, para nuestra cultura es un camino accidentado, lleno de obstáculos y de adversidades, es como arrancarse la piel para que crezca otra».

–Camille Eid: Sí, porque además en Marruecos, Argelia, Túnez… es poner en peligro también la situación de las personas que ayudan a los conversos a emprender ese camino. En Argelia hace dos años han aprobado una ley nueva que condena a los cristianos que ayuden a los conversos, por eso es una situación difícil tanto para los conversos como para los cristianos que los ayudan.

En este contexto, el padre Samir Kahlil escribe en el prólogo del libro que la inmigración de musulmanes en Europa puede representar una ocasión histórica, una providencia divina, porque los musulmanes que vienen a Europa deben encontrar un cristianismo, no oficial, sino el testimonio de los cristianos que puede ser una gran ayuda. Aquí, los musulmanes pueden entrar en una librería y comprar fácilmente un Evangelio, en sus países no es siempre fácil.

–De lo que comenta se deduce que la situación de los musulmanes conversos, siempre difícil, lo es más para los que permanecen en sus países de origen…

–Camille Eid: Pero ese factor no pone fin a la aventura del converso. Es verdad que en muchos países musulmanes no hay libertad de expresión religiosa, política o ninguna otra, pero, vivir en Europa y no tener la libertad de manifestar la nueva fe cristiana es más impresionante, y el Estado no protege a los conversos, porque no puede poner un policía cerca de cada uno.

No sé cuántos conversos habrá en España –he llamado a algunos obispos, pero no es fácil hacer una estadística– pero en Italia, Francia, Alemania o Inglaterra hay miles. En el libro muchos nombres son ficticios porque no pueden exhibir su nueva fe, al contrario –como decía antes– de los nuevos líderes musulmanes, ex cristianos, que hablan abiertamente con la prensa. El Canal 5 de Italia ha hecho un programa sobre este tema y los musulmanes conversos tuvieron que hablar «sin dar la cara», ¿por qué?, ya no están en Argelia, Túnez o Marruecos…

Hay una responsabilidad de los estados y de la comunidad cristiana que no siempre acompañan a estos nuevos cristianos que han perdido todo, han perdido a su familia. Una escritora de Marruecos contó hace treinta años la historia de un converso que vuelve a su país, golpea la puerta de su casa, y cuando el hijo responde a la madre que preguntaba quién era «Es tu hijo Hassis»; la madre replica: «No, Asís ha muerto».

En los países musulmanes que no prevén la muerte capital, lo que les espera a los conversos es la «muerte civil», es considerado muerto, su herencia es dividida entre los parientes.

–¿Es exigible cierta reciprocidad de los países islámicos teniendo en cuenta que el Islam goza de plena libertad en Europa para levantar mezquitas o profesar públicamente su culto?

–Camille Eid: El problema de la construcción de edificios religiosos en países islámicos es desigual porque sólo un país en el mundo niega ese derecho, Arabia Saudí, que considera que la península arábiga es la tierra sagrada del Islam. En otros países del Golfo, en los últimos años, han permitido la construcción de edificios, pero los musulmanes no pueden entrar, sólo pueden hacerlo los cristianos inmigrantes que trabajan y viven en esos países.

En países como Egipto la condición para construir edificios es muy particular, porque han heredado una ley otomana que concede ese derecho al sultán, que ahora es el presidente de la República, entonces el presidente de Egipto debe firmar un decreto presidencial para otorgar el derecho de restauración o nuevas construcciones.

Los coptos, que son cristianos egipcios, debían esperar años y años para recibir ese decreto presidencial sin el cual no pueden restaurar. Yo tengo un decreto con la firma de Mubarak autorizando la restauración del baño y la escalera de una iglesia, es muy humillante. En 2005, Mubarak concedió este poder a los gobernantes de las provincias para agilizar estos trámites.

Respecto a la libertad religiosa, es en general muy complicada, y varía de país a país. El pasado jueves, el Parlamento europeo aprobó una resolución a favor de la libertad religiosa, sin citar el mundo islámico, aunque muchos de los casos mencionados en esta resolución conciernen a países musulmanes: Irak, Gaza, Turquía, Egipto, China, etc. Es la primera vez que todos los grupos políticos del Parlamento –a excepción de los verdes- votaron a favor. Éste puede ser un inicio para pedir al mundo islámico que comprenda que la libertad religiosa forma parte de otras libertades, y aunque la resolución europea vinculante, se dice que en el futuro se deberá tener en cuenta a la hora de establecer relaciones comerciales con esos países.

Respecto a la palabra reciprocidad, para mí, cristiano oriental, suena un poco ofensiva porque como cristiano no puedo decir a un musulmán «si tú me das eso, yo te doy esto», porque significa islamizar la fe cristiana, convertirla al «diente por diente y ojo por ojo».

En el libro hemos explicado como muchos versículos del Corán hablan de libertad religiosa, pero la interpretación radical no tiene esto en cuenta. Esta interpretación considera esos versículos abrogados por otros que hablan de yihad, guerra santa, etc. y dice que se produjeron en un contexto diferente, cuando Mahoma estaba en La Meca y los mus
ulmanes no eran bastante fuertes. Según esta teoría, cuando se estableció el Estado islámico la tolerancia con los infieles terminó y ahora sólo los versículos más duros tienen valor. Esto es muy peligroso, porque significa que el Islam sólo es una fe de violencia.

Muchos países islámicos han firmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos pero con la reserva de un artículo que habla de la libertad de conciencia (que contempla el paso de una fe a otra. En muchos países islámicos existe una libertad de culto: los cristianos pueden ir a las iglesias, pueden celebrar matrimonios o funerales, pero no pueden comunicar su fe. Los textos cristianos no pueden ser vendidos en librerías por los musulmanes y los inspectores están muy atentos.

Una cosa es la libertad de culto, en general garantizada, y otra muy distinta la libertad de conciencia, que es la verdadera libertad religiosa. Los musulmanes no impiden a un cristiano entrar en su credo, pero una vez convertido al Islam, un cristiano no puede salir del Islam. En el Islam sólo hay puerta de entrada, no de salida; eres libre para entrar pero no para salir.

–Su libro demuestra que el cristianismo suscita fascinación incluso en los sitios donde más trabas se le pone ¿Por qué cree que ocurre esto?

–Camille Eid: Para un musulmán es muy difícil entender la fe cristiana, porque el Corán habla de Cristo, habla de María (en el Corán existe un capítulo dedicado a María, se habla de María más que en el Evangelio), pero ha construido una historia de María y de Cristo muy distinta a la del Evangelio: Cristo no ha muerto en la Cruz; la Trinidad es criticada en el Corán, es considerada una especie de tríada, el Corán entiende un Dios Padre, un Dios Madre, que es María, y el Hijo nacido de ellos, como si Dios hubiera encontrado a la mujer María para generar a Cristo.

El musulmán tiene muchas informaciones incorrectas, falsas sobre el Cristianismo y cuando encuentran la fe confesada por la Iglesia y por los fieles cristianos se quedan maravillados. Un converso ha dicho: «vosotros cristianos, no tenéis derecho a guardaros la fe, tenéis el deber de comunicarla». En los casos que presentamos en el libro hay varios conversos que han encontrado la fe escuchando la radio para aprender el italiano, al oír Radio María, por ejemplo; otros han encontrado fieles cristianos que han influido con su testimonio; otros porque han conocido movimientos apostólicos…

En mi último viaje a este país, he conocido a una mujer musulmana suní que ha estudiado en la Universidad de La Meca, la capital del Islam en el mundo, y su tesis era sobre la figura de Cristo en el Corán, a través de su estudio ha descubierto la fe cristiana y ha tenido de cabeza a los ulemas saudís sobre la divinidad de Cristo, porque a partir de las palabras que utiliza el Corán sobre Cristo no es posible que ese personaje sea sólo un profeta, debe ser más importante que un profeta.

–En el libro se ve que al final, detrás de todo hombre, hay un buscador de verdad. Desde esta perspectiva, ¿cree que puede ayudar a romper prejuicios, particularmente hacia los musulmanes?

–Camille Eid: Puede contribuir a abrir una posibilidad de diálogo con los musulmanes, como hombres, primero, porque ver en el musulmán a un fiel de fe impermeable es una teoría que hay que desmontar, porque en Italia y otros países de Europa hay muchos conversos, sobre todo en muchos países islámicos, en Malasia, Indonesia, en este país, en la Isla de Java, un millón de cristianos son de origen musulmán.

El día que el mundo islámico reconozca la libertad religiosa, muchos otros podrán entrar, ahora no es posible porque convertirse al cristianismo es como una lotería, puede salir bien o mal, pierdo la familia, pierdo el trabajo… todos los derechos; pero cuando esos países reconozcan los derechos será muy fácil, y muchos musulmanes (no es el caso de todos, evidentemente), no ven la hora de dejar una fe que no responde a sus aspiraciones.

–¿Qué significa para un musulmán descubrir a Cristo no sólo como profeta, sino como Salvador, como Dios Redentor?

–Camille Eid: En la dedicatoria de nuestro libro hemos recogido una frase que ha escrito un converso al cristianismo, en la que afirma que «toda meta es un nuevo inicio». Los autores hemos dedicado nuestro trabajo a todos los neoconversos que, han encontrado a Jesús «como respuesta a su sed de felicidad», han descubierto que toda meta es un nuevo comienzo y nos lo ha hecho descubrir también a nosotros.

Cuando los conversos cuentan su experiencia… nosotros, los cristianos de nacimiento, habituados a ser cristianos, para los que el cristianismo no representa una novedad, una conquista… Cuando los conversos, digo, cuentan cómo han descubierto un tesoro, hacen que algo se mueva en nuestro interior.

–Teniendo en cuenta la falta de sensibilidad actual hacia lo trascendente y la creciente secularización ¿Cree que estas historias podrían ayudar a los cristianos de nombre, que han perdido sus raíces, a replantearse su propia religión?

–Camille Eid: Muchos musulmanes critican la sociedad europea por la destrucción de sus costumbres y la consideran una sociedad que ha renunciado a Dios, e invitan también a los cristianos a interrogarse sobre el significado de su presencia en la ciudad. Pero, los inmigrantes no tienen la culpa de llegar a Europa y no ver a los cristianos.

Ver con los ojos de un musulmán en qué consiste la fe cristiana puede ayudar a los que están habituados a la fe, el redescubrimiento por parte de otras personas nos puede ayudar a nosotros a valorar el tesoro que tenemos.

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ZENIT Staff

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