"Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta"

Mensaje del Sí­nodo de los Obispos de la III Asamblea General Extraordinaria a las familias del mundo

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

Los padres sinodales, reunidos en Roma junto al papa Francisco en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, se dirigen a todas las familias de los distintos continentes y en particular a aquellas que siguen a Cristo, que es camino, verdad y vida, y lo hacen a través de un mensaje publicado esta mañana. En primer lugar manifiestan «admiración y gratitud por el testimonio cotidiano que ofrecen a la Iglesia y al mundo con su fidelidad, su fe, su esperanza y su amor».

En el mensaje, subrayan que «Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie». Asimismo agradecen a los pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de los matrimonios y de las familias.

Como pastores de la Iglesia, indican que también nacieron y crecieron en familias con las más diversas historias y desafíos. «Como sacerdotes y obispos nos encontramos y vivimos junto a familias que, con sus palabras y sus acciones, nos mostraron una larga serie de esplendores y también de dificultades», recuerdan.

Por otro lado, observan que la misma preparación a la asamblea sinodal les «permitió escuchar la voz de tantas experiencias familiares». Después, el diálogo del Sínodo «nos ha enriquecido recíprocamente, ayudándonos a contemplar toda la realidad viva y compleja de las familias».

Y presentan las palabras de Cristo en la Apocalipsis «Yo estoy ante la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo». Así, recuerdan que «Jesús sigue pasando hoy por las calles de nuestras ciudades. En sus casas se viven a menudo luces y sombras, desafíos emocionantes y a veces también pruebas dramáticas. La oscuridad se vuelve más densa, hasta convertirse en tinieblas, cundo se insinúan el mal y el pecado en el corazón mismo de la familia».

Ante todo -recuerdan los padres sinodales- está el desafío de la fidelidad en el amor conyugal. Tal y como observan «la vida familiar suele estar marcada por el debilitamiento de la fe y de los valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relaciones, el estrés de una ansiedad que descuida la reflexión serena».

Por eso advierten que se asiste así a crisis matrimoniales que se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio. «Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana», indican.

Entre tantos desafíos, los padre sinodales evocan el cansancio de la propia existencia. De este modo hacen referencia al «sufrimiento de un hijo con capacidades especiales, en una enfermedad grave, en el deterioro neurológico de la vejez, en la muerte de un ser querido». Por eso confirman que es «admirable la fidelidad generosa de tantas familias que viven estas pruebas», considerándolas «como un don que reciben y entregan».

A propósito, hacen referencia también a las dificultades económicas, en el padre o en la madre sin trabajo o en los jóvenes que transcurren días vacíos, en la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias prófugas, en las que son perseguidas, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras u otras opresiones. También piensan en las mujeres que sufren violencia, en la trata de personas, en los niños y jóvenes víctimas de abusos, en los miembros de tantas familias humilladas y en dificultad.

Por eso, los padres sinodales en este mensaje reclaman «a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia para el bien común».

En la segunda parte del mensaje, recuerdan también «la luz que resplandece al atardecer detrás de las ventanas en los hogares de las ciudades, en las modestas casas de las periferias o en los pueblos, y aún en viviendas muy precarias».

Esta luz, aseguran, en el compromiso nupcial de los cónyuges, se enciende con el encuentro. «El amor del hombre y de la mujer nos enseña que cada uno necesita al otro para llegar a ser él mismo, aunque se mantiene distinto del otro en su identidad, que se abre y se revela en el mutuo don», afirman los padres sinodales.

Este itinerario, «comienza en el noviazgo» y «se realiza en plenitud en el sacramento del matrimonio, donde Dios pone su sello, su presencia y su gracia». Y este camino -añaden- conoce también la sexualidad, la ternura y la belleza, que perduran aún más allá del vigor y de la frescura juvenil. Citando el Evangelio de Juan, recuerdan que «el amor tiende por su propia naturaleza a ser para siempre, hasta dar la vida por la persona amada». Y bajo esta luz, el amor conyugal, único e indisoluble, «persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más bellos, aunque también es el más común».

Las familias que viven esta «aventura luminosa» se convierten en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes, explica el mensaje. Al respecto, recuerdan que durante este camino «siempre está la presencia y la compañía de Dios».  Y esto, la familia lo experimenta en el afecto y en el diálogo entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas. Así la familia «se presenta como una auténtica Iglesia doméstica», que se amplía a la comunidad eclesial.

«Los cónyuges cristianos son llamados a convertirse en maestros de la fe y del amor para los matrimonios jóvenes», observan los padres sinodales. Y así, indican también que «hay más alegría en dar que en recibir». «Es una entrega de bienes, de compañía, de amor y de misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido de la vida», afirman.

De este modo, los padres sinodales advierten que «la cima que recoge y unifica todos los hilos de la comunión con Dios y con el prójimo es la Eucaristía dominical». Por eso, en la primera etapa del camino sinodal, «hemos reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión».

Para finalizar el mensaje, los padres sinodales piden que se camine con ellos hacia el próximo Sínodo. Y elevan al Padre la invocación por las familias de la Tierra:

Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida.

Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia.

Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a jóvenes el coraje del compromiso estable y fiel.

Padre, ayuda a todos a poder ganar el pan con sus propias manos, a gustar la serenidad del espíritu y a mantener viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad.

Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

Staff Reporter

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación