Cristo, respuesta al misterio del sufrimiento de los niños; asegura el Papa

En el mensaje para la Cuaresma 2004

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 29 enero 2004 (ZENIT.org).- La tragedia del sida que ha infectado a miles de niños en África, ha llevado a Juan Pablo II ha preguntarse: «¿Qué mal han cometido»? En Cristo, el Papa encuentra la respuesta.

«¿Qué decir de la tragedia del sida, con sus terribles repercusiones en África?», se interroga el pontífice en el mensaje que ha escrito para la Cuaresma 2004, dedicado a los niños, que se presentó este jueves en el Vaticano.

«Se habla de millones de personas azotadas por este flagelo, y de éstas, muchísimas contagiadas desde el nacimiento –reconoce en un texto que en este año es particularmente breve y concreto–. La humanidad no puede cerrar los ojos ante un drama tan alarmante».

«¿Qué mal han cometido estos niños para merecer tanta desdicha?», sigue preguntándose el Papa. «Desde una perspectiva humana no es sencillo, es más, resulta imposible responder a esta pregunta inquietante. Solamente la fe nos ayuda a penetrar en este profundo abismo de dolor», responde.

«Haciéndose «obediente hasta la muerte y muerte de cruz», Jesús ha asumido el sufrimiento humano y lo ha iluminado con la luz esplendorosa de la resurrección. Con su muerte, ha vencido para siempre la muerte», sigue diciendo el mensaje pontificio.

Este es el sentido de la Cuaresma, sigue aclarando, prepararse para «revivir» el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, «que inunda de esperanza toda nuestra vida, incluso en sus aspectos más complejos y dolorosos».

Por este motivo, el pontífice recomienda a los creyentes vivir los cuarenta días de preparación para la Pascua «animados por una oración más intensa, penitencia y atención a los necesitados».

El mensaje de Cuaresma del Papa en este año no quiere ser sólo una meditación, sino también un compromiso. Por este motivo concluye pidiendo a los cristianos que este período litúrgico «sea ocasión útil para dedicar mayores cuidados a los niños en el propio ambiente familiar y social: ellos son el futuro de la humanidad».

Ahora bien, señala en el mensaje, que lleva por tema «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe», «sólo aquél que se hace «pequeño» es capaz de acoger con amor a los hermanos más «pequeños»».

Al mismo tiempo, el mensaje cuaresmal se convierte en una enérgica denuncia de las vejaciones que hoy experimenta la infancia.

«Hay menores profundamente heridos por la violencia de los adultos –constata–: abusos sexuales, instigación a la prostitución, al tráfico y uso de drogas, niños obligados a trabajar, enrolados para combatir, inocentes marcados para siempre por la disgregación familiar, niños pequeños víctimas del infame tráfico de órganos y personas».

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ZENIT Staff

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