¿Cuál es nuestra misión en el mundo?

Catequesis para la familia, semana del 20 de octubre de 2013

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Esta semana que hemos comenzado no puede estar más centrada en la misión de la Iglesia en el mundo. Comenzamos el domingo, Jornada mundial por la evangelización de los pueblos (Domund), con el lema “Fe + Caridad= Misión”. Tenemos el punto de partida en dos constataciones que nos da la Palabra de Dios: la necesidad de orar siempre sin desfallecer (Lc 18,1-8 y Éx 17,8-13), y proclamar la palabra, e insistir a tiempo y a destiempo, argüir, reprochar y exhortar con toda magnanimidad y doctrina (2 Tim 3,14-4,2).

Dice el Papa Francisco, en el n. 46 de la encíclica Lumen Fidei, que los cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite son: la confesión de la fe, la celebración de los sacramentos, el camino del decálogo y la oración. Sobre la oración del Señor, el Padrenuestro, señala que a través de ella el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo A partir de aquel que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre, también nosotros conocemos a Dios y podemos encender en los demás el deseo de acercarse a Él. Y en el número 51, que las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios.

¿Es nuestra experiencia, nuestro modo de presencia en el mundo, de cada día, en cualquier circunstancia, según Jesucristo? ¿Nos vemos sostenidos por la conmoción ante Su mirada y Su voz que tanto nos corresponden, abrazan y renuevan?

En la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, decía también el Papa Francisco, que hemos de “despertar en el corazón y en la mente de nuestros coetáneos la vida de la fe. La fe es un don de Dios, pero es importante que los cristianos mostremos que vivimos la fe de un modo concreto, a través del amor, la concordia, la alegría, el sufrimiento, porque esto suscita preguntas, como sucedía al comienzo de la vida de la Iglesia: ¿por qué viven así? ¿Qué es lo que les impulsa? Son interrogantes que llevan al corazón de la evangelización, que es el testimonio de la fe y de la caridad”.

En esta semana también contamos con una persona excepcional que ilumina este camino de nuestra tarea misionera en el mundo, el obispo San Antonio María Claret y Clará (1807-1870), cuya memoria celebramos el jueves 24. En el número 264 de su Autobiografía nos dice de la oración como medio de su apostolado: “El primer medio de que me he valido siempre y me valgo es la oración. Este es el medio máximo que he considerado se debía usar… No sólo oraba yo, sino que además pedía que orasen”. Así oraba, siendo contemplativo en la acción, con la conciencia plena de un auténtico misionero apostólico, ungido por el Espíritu, para hablar a los pobres anunciándoles la Buena Nueva. El P. Claret, misionero apostólico, nos muestra hoy que nosotros, al ser ungidos como Cristo, hemos de actuar como él sanando, curando, consolando, siendo anuncios vivos de la urgencia de la caridad del Señor a cada uno.

Así, hemos de aprovechar cualquier circunstancia, a tiempo y a destiempo, para comunicar el Evangelio a los hombres de hoy, con nuestras palabras y gestos, desde las categorías que sean inteligibles, sencillas, claras, de forma significativa, que tengan que ver con sus preocupaciones, intereses y necesidades reales. Porque sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador (Caritas in veritate, 9). Identificándonos con Jesucristo, es preciso llevar hoy a todos Su presencia, desde una experiencia nueva de afecto, apego real, a Él, realizando la comunión urgente en caridad con Él y entre nosotros. Ésa es nuestra misión.

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Luís Javier Moxó Soto

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