Cuando Dios habla en el lenguaje de signos

Entrevista con Luigi Cortesi, sacerdote dedicado a la pastoral de sordos

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ROMA, viernes, 24 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Traducir la Biblia en el lenguaje de signos: es el proyecto central del «Grupo ecuménico internacional de trabajo para la atención pastoral de sordos», que recientemente ha celebrado en Roma su XII encuentro.

El sacerdote católico Luigi Cortesi, miembro de la directiva promotora del evento, revela en esta entrevista concedida a Zenit la realidad y los muchos desafíos que presenta la pastoral entre los sordos.

–¿Desde cuándo tienen usted interés pastoral hacia los hipoacústicos y sordomudos? ¿Cuál es su experiencia en este campo?

–Cortesi: Soy sacerdote diocesano de Bérgamo, y trabajé en la parroquia y en el oratorio antes de recibir de mi obispo –estando en posesión de los títulos académicos necesarios para ello– la tarea de ocuparme de los sordos.

El interés nació en cuanto asumí la función de director del Instituto de sordomudos de Bérgamo, transformándolo después en escuela audio-fonética e integrando a todos los niños sordos en el ámbito de las escuelas normales. De ahí creamos también la primera escuela media estatal para sordos en Italia en 1966.

Es verdad que el encargo que se me confió era el de proporcionar una educación, pero a la vez se evidenciaba la exigencia de una preparación adecuada a los sacramentos, a la vida y por lo tanto también al matrimonio, para salir asimismo al encuentro de su deseo de realizarse plenamente a través de la formación de una familia.

Con todo, mi deseo de crear una preparación religiosa para los sordos se remonta en realidad al comienzo de mi actividad como docente y director de escuela.

Me he ocupado de educadores de sordos. He sido profesor en la escuela de especialización de Milán, comisario en el Ministerio de Educación Pública para varios exámenes y después entré en la Federación Mundial de Sordos, y en particular en su Comisión espiritual.

Actualmente me estoy ocupando de la integración de las religiones cristianas en el servicio de los sordos a través del «International Ecumenical Working Group of Pastoral Care Among Deaf People» («Grupo ecuménico internacional de trabajo para la atención pastoral de sordos»), presidido por el pastor luterano Terje Johnsen y formado en un 55% por comunidades luteranas, en un 20% por anglicanos y el restante 25% por católicos.

–En su «meeting» bianual recientemente concluido se han centrado en «la traducción de la Biblia al lenguaje de los signos». ¿Cómo se articula este trabajo que llevan adelante y cuál es su finalidad?

–Cortesi: Ante todo es necesario retroceder y decir que este grupo ecuménico nació hace cerca de treinta años en los países de habla alemana, porque sobre todo allí se advertía la exigencia de una integración ecuménica de las Iglesias en el esfuerzo de servir a los sordos, y sucesivamente se difundió velozmente en Europa y otras zonas.

Justamente a través de este grupo los católicos hemos logrado, con los hermanos de las Iglesias protestantes, cubrir América Latina y África a través de una red de escuelas. Los católicos se han ocupado en modo particular de Ruanda, el Congo y otras naciones de África, Iglesias de Argentina y de Brasil. Los hermanos de lengua nórdica, anglosajona, en general los protestantes, se han ocupado de África del Sur y algunos países de Centroamérica.

Actualmente se puede afirmar que las escuelas para sordos están difundidas en todo lugar. De hecho los religiosos y religiosas que se ocupaban de los sordos en Italia, una vez llevada a cabo la integración escolar en nuestro país, asistieron prácticamente a un vaciamiento de sus escuelas.

Pero quien tenía buena voluntad de trabajar, y el Espíritu del Señor da también su gracia, se ha trasladado allí donde había más necesidad, y por lo tanto lo que inicialmente podía parecer un efecto contraproducente en Italia se ha revelado en realidad como un efecto muy beneficioso en tierras de misión.

A través de este grupo ecuménico, cada dos años estudiamos un tema entre los que se proponen especialmente en el momento en que se estudia el planteamiento de un «meeting».

Pues bien: para este encuentro se vio que era importante lograr traducir la Biblia en el lenguaje accesible a todos los sordos, una tarea no ligera porque no se trata de una simple transliteración, sino que se requieren sobre todo conocimientos precisos de exégesis bíblica, por lo cual nos avalamos del asesoramiento de expertos en este campo, además de personas comprometidas, que son en su mayoría sacerdotes y pastores que han realizado estudios teológicos y que por lo tanto también han estudiado exégesis bíblica.

En segundo lugar, es un lenguaje nuevo que se está codificando en todo el mundo, y en cuanto tal carece aún de muchos términos. De hecho también en los lenguajes de signos existen «dialectos» diversificados, y aunque en Italia se ha llegado casi a un nivel de lenguaje unificado, en el mundo los lenguajes de signos rondan los cinco mil.

Además es necesario acuñar nuevos términos, que no se pueden inventar de la nada, sino que deben crearse según perspectivas típicas de una lengua y con una significación que tenga una evidencia intrínseca por la cual el lenguaje de signos se hace particularmente fácil para quienes lo utilizan.

En la práctica, el proyecto base de este encuentro consiste en crear una Biblia universal en el lenguaje de signos confiando a cada nación la tarea de traducir un libro en particular de la Escritura, que después será objeto de debate en el próximo «meeting».

Así que estamos llevando adelante este trabajo sobre una base científico-lingüística, sobre una base de exégesis bíblica teniendo a la vista obviamente la liturgia y la teología, porque se trata de un servicio completo de pastoral para sordos.

–Se puede decir que hay obstáculos a nivel ecuménico entre las distintas Iglesias para sacar adelante este proyecto. ¿Y si las diferentes aproximaciones a la Palabra revelada se reflejan de algún modo en este trabajo?

–Cortesi: La aproximación ecuménica hay que tener presente que no es ni sencilla ni fácil. Porque se realiza por personas, y donde hay personas existen sus exigencias, su cultura, el espíritu también nacional, el espíritu de «cerrazón» sobre la propia Iglesia; de forma que existen todos los aspectos negativos que los hombres llevan consigo, si bien por encima de todo sopla el Espíritu Santo.

Con todo, en nuestro sector específico hay algo que nos ayuda, y es el conocimiento común de las temáticas audio-fonológicas, reeducativas, rehabilitadoras, médicas –porque muchos entre nosotros están también especializados en el terreno médico–, de forma que esta base cultural y científica nos lleva a un campo particularmente fácil sobre el que plantear nuestra colaboración.

Muchas de las dificultades que nacen en terreno teológico, bíblico, etc. desde nosotros son amortiguadas por el hecho de tener ya un terreno sólido sobre el que caminar, sobre el que nos movemos.

–¿Cuáles son los principales pronunciamientos magisteriales relativos a la pastoral de los sordomudos? ¿En qué medida la Iglesia en Italia ha ido incentivando cada vez más este servicio pastoral?

–Cortesi: La Iglesia católica, y también las protestantes, se interesan desde hace mucho tiempo en los sordos. Pero lo han hecho de forma especial a través de las instituciones escolares. En Italia casi todas las provincias tenían un instituto para sordos, por lo tanto una escuela especializada, fundado en el 99% de los casos por personal religioso.

La primera escuela para sordomudos en Italia fue fundada por el abad Tommaso Silvestri, aún antes de la Revolución Francesa, directamente en el Estado Pontificio, en 1784, el cual introdujo en
Italia el método del abad De L’Epée de la escuela de París.

Se trataba de una escuela a mitad de camino entre lengua hablada y lenguaje de signos, que se planteaba como objetivo específico crear la posibilidad para los sordos de recibir los sacramentos con pleno conocimiento, y no «sub conditione» como si fueran disminuidos.

Por lo demás, la primera escuela para sordomudos en el mundo fue la del abad Pedro Ponce de León, en España (1566).

Pero el camino era el del aprendizaje de la lengua y de otros conocimientos para lograr que la mente del sordo se abriera.

En el siglo XIX, la Iglesia católica se ocupaba de los sordos, como las Iglesias protestantes, pero delegaba esta tarea en los institutos. La gran evolución ocurrió en torno a los años ’70 y ’80 del siglo pasado, cuando los sordos eran integrados en las escuelas normales, y al no haber ya escuelas de sordos había que darles también una instrucción religiosa.

Surgió entonces el problema de preparar también dentro de las diócesis personal que fuera capaz de dar a los sordos la formación necesaria para acceder a los sacramentos y adquirir una moral y un comportamiento plenamente cristiano. De esta labor se ocupó de forma particular la Oficina catequística.

Diría que es importante recordar una intervención del actual Papa cuando era aún arzobispo de Cracovia: fue él, en efecto, el primero en autorizar en el mundo la posibilidad de celebrar la Santa Misa en el lenguaje de signos. Esto suscitó numerosas objeciones por parte de teólogos, porque el sacramento está hecho de materia y forma o fórmulas, que diríamos hoy. Así que si no se pronuncian las palabras el sacramento no vale.

Pues bien, el actual Papa tuvo el valor de admitir, cuando era arzobispo, que el lenguaje de los signos era una lengua como las demás, y con igual dignidad. Así que también aquella podía ser forma sacramental, y en consecuencia forma de la Eucaristía.

Y desde entonces no hay más obstáculos, no hay más problemas porque ha sido admitida generalmente la licitud de la Misa celebrada en el lenguaje de signos, como apoyo cuando hay personas que oyen, o como posibilidad integral cuando están presentes sólo sordos.

Hay que especificar algo importante: mientras en los países nórdicos la celebración, la predicación, la catequesis puede hacerse generalmente y también sólo en el lenguaje de signos, teniendo aquellos una larga tradición en esto –y siendo sus lenguas más difíciles de pronunciar y aún más de leer en los labios porque contienen ambigüedad–, las lenguas de origen latino son mucho más claras, explícitas, tanto para la lectura labial como para el modo de articular todo el discurso.

Por ello en nuestras lenguas neolatinas el signo ha sido por largo tiempo el soporte de la lengua hablada. Damos también mucha importancia a la lengua hablada porque ésta es la común de la cultura, de todos los hombres, y no queremos crear en modo alguno guetos, sino hacer las cosas de forma que sean integrados.

Y por lo tanto querríamos darles todo lo necesario, y en consecuencia junto a la lengua hablada también la capacidad plena de comprensión: sea a través del lenguaje de los signos como a través de la dactilología, esto es, el alfabeto manual que se usa como «cute speech», como apoyo a la pronunciación de palabras o al conocimiento de la comunicación hablada.

–¿En cuántas parroquias italianas es posible asistir a celebraciones traducidas simultáneamente en el lenguaje de signos? Como párroco, ¿cómo desarrolla usted la pastoral para sordos?

–Cortesi: Hay que tener presente que las parroquias preparadas para hacer esto no son muchas. También porque los sordos están muy distribuidos. Y muchas parroquias frecuentemente no tienen sordomudos, sino personas ancianas sordas, que es algo completamente distinto.

En mi parroquia he resuelto el problema de las personas ancianas afectadas de sordera distribuyendo todos los domingos el formulario completo de la Misa, de forma que no necesitan el lenguaje de los signos, sino que oyen hasta donde pueden, tal vez incluso con las prótesis de rayos infrarrojos que les conecta directamente con el sistema de amplificación de la iglesia.

O bien a través de un folio donde la Misa y las lecturas bíblicas, de forma especial, se describen y explican con un breve párrafo que resume también el sentido de la homilía.

Mientras que allí donde hay sordos se recurre a dos sistemas: uno consiste en designar una iglesia en particular en el ámbito de una ciudad o de un país donde, en un día determinado –obviamente el domingo o víspera de fiesta— y en una hora concreta haya un sacerdote que pueda celebrar hablando y haciendo el lenguaje de los signos.

O bien en ciertos momentos especiales –Navidad, Pascua, ejercicios espirituales— hay intervenciones de ayuda particular para los sordos que son ofrecidas por el Movimiento Apostólico de Sordos, que en Italia está muy activo y cuenta con muchos miembros.

Justamente a través de este movimiento tenemos la esperanza de poder colmar las distancias que tenemos con los demás países, porque hay que decir que en Italia no tenemos ningún sacerdote sordomudo, y con esta palabra quiero indicar a la persona afectada de sordera desde el nacimiento o desde la primera infancia.

Haciendo una estimación aproximada, en el mundo los sordos son 60 millones. De ellos sólo en Italia hay 50 mil, la mayoría católicos.

Tenemos 70 religiosas sordomudas, que también han salido de nuestras escuelas de formación, mientras que en el mundo tenemos 9 sacerdotes católicos sordomudos y muchísimos pastores –hombres y mujeres— en los países anglicanos, luteranos, protestantes, que son sordos de nacimiento y ejercen plenamente su ministerio.

Además se ha visto que allí donde hay sacerdotes sordos, el ministerio entre los sordos es mucho más provechoso y fácil, pero se hace también más fructífero entre los que oyen, y este aspecto es interesante: nuestra predicación, nuestra teología, tal vez también nuestra liturgia tienen abundancia de palabras, y es necesario llegar al centro y a la sustancia; y el lenguaje de signos obliga justamente a esto, a ser esenciales, a ser claros en el pensamiento y a ser esquemáticos en la exposición y en la expresión.

Así que esta posibilidad de difundir más una cultura que preste atención a las personas sordas recae en toda la Iglesia, como posibilidad de un ministerio más eficaz también para otras muchas personas que dicen aburrirse en la iglesia o sentirse ajenas.

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ZENIT Staff

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