Cuando faltan donantes de órganos

Surgen propuestas de comercializar órganos del cuerpo

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LONDRES, 21 de junio de 2003 (ZENIT.org).- En muchos países el número de órganos que se necesitan para transplantes e investigación está lejos de superar las necesidades. En Gran Bretaña estalló un escándalo en 1999 cuando se reveló que órganos de niños eran conservados sin consentimiento en el hospital Alder Hey en Liverpool. La mala publicidad resultante llevó a un descenso en los órganos disponibles para investigación, en especial para la investigación de cánceres terminales, informó el 17 de diciembre el Telegraph.

En Estados Unidos, la escasez de órganos está llevando a los pacientes a buscar donantes entre los inmigrantes y extranjeros, informaba el 3 de marzo el Washington Post. «En porcentaje, cada año los ciudadanos norteamericanos reciben más órganos de los que donan», afirmaba Anne Paschke, portavoz de la United Network for Organ Sharing, que pone en contacto, por toda la nación, a donantes con receptores.

En el 2001, los ciudadanos de Estados Unidos recibieron el 96,2% de los transplantes en el país, afirmaba Paschke. En contraste, sólo el 94,8% de los donantes de órganos eran ciudadanos norteamericanos. El resto eran residentes permanentes, extranjeros no residentes y otros, declaraba. Esta tendencia se ha mantenido constante durante más de una década.

Una sugerencia, hecha en una conferencia de expertos en donación de órganos reunida en Florida el mes pasado, sería tomar órganos de todos los que mueran y hayan firmando tarjetas de donantes, incluso si se oponen sus familias, informaba el 27 de mayo Associated Press. Actualmente los miembros de la familia tienen la última palabra sobre las posibles donaciones de órganos de sus familiares muertos. Y sólo la mitad de los familiares están de acuerdo con las donaciones.

«Creo profundamente en un derecho individual a donar. Ese derecho no se debe arrebatar porque la familia no esté de acuerdo», afirmaba el Dr. Robert Metzger, director médico del banco de órganos de Orlando, que ayudaba en la organización del encuentro.

En España, los datos recientes muestran un aumento en las donaciones de órganos, informaba el 5 de junio el diario ABC. El año pasado hubo 34 donaciones por cada millón de habitantes. Con todo 856 donantes posibles fueron descartados porque sus familiares no dieron permiso para retirar los órganos.

El país tiene ahora 4.797 personas a la espera de donaciones de órganos de diversos tipos; 3.933 de ellos están esperando un riñón. El tiempo de espera medio para recibir un transplante es de uno a cinco meses. En los Estados Unidos, en contraste, 81.000 pacientes esperan durante más de tres años por un órgano, informaba ABC.

¿En venta?
Para remediar la escasez de donaciones de órganos algunos proponen introducir el pago. Nadey Hakim, jefe de la unidad de trasplantes del hospital St. Mary’s, al oeste de Londres, y presidente de la sección de transplantes de la Real Sociedad de Medicina, afirmaba que las leyes deberían cambiar para hacer legal la compra y venta de órganos, informaba el 21 de mayo el Telegraph. Cerca de 5.500 personas están esperando en Gran Bretaña por un transplante de riñón, pero sólo se han llevado a cabo el año pasado 1.700 operaciones.

En una entrevista en la BBC radio, Hakim explicaba que, como resultado de las largas esperas, la gente viajaba al extranjero para comprar órganos y someterse a operación. «Puesto que este comercio está llevándose a cabo de todas formas, por qué no someterlo a control, de manera que si alguien quiere donar un riñón por un precio determinado se pueda aceptar», preguntaba.

Pero el Dr. Peter Rowe, presidente del comité de ética dela Sociedad Británica de Transplantes, jefe de ética médica en la Asociación Médica Británica, reaccionó negativamente ante la sugerencia. «Estamos horrorizados», dijo Rowe, «el profesor Hakim vive en el limbo. La mayoría de la opinión pública está contra el pago porque conduciría a la explotación de los miembros más débiles de la sociedad».

En Estados Unidos también hay peticiones para comerciar órganos. Associated Press informaba el 1 de junio que una coalición de cirujanos de transplantes, académicos y activistas, con sede en Pittsburg, envió una carta a 40 senadores y miembros del congreso. Quieren que se rescriba una ley de 1984 que prohíbe los incentivos financieros en las donaciones de órganos, para permitir un proyecto que concedería 5.000 dólares a las familias que autorizasen que los miembros de un familiar muerto se usaran en transplantes.

United Network for Organ Sharing, con sede en Virginia, afirma que más de 6.000 personas murieron el año pasado esperando órganos. Tanto la United Network for Organ Sharing – la organización sin ánimo de lucro que administra la red para conseguir órganos en la nación – como la American Medical Association han pedido estudios sobre incentivos financieros en las donaciones de órganos.
El debate ético

El Dr. Leon Kass, presidente del Consejo de Bioética del presidente, trató el tema del pago por órganos en su colección de ensayos, recientemente publicada, «Life, Liberty and the Defense of Dignity» (La Vida, la Libertad y la Defensa de la Dignidad). Kass ve un lado positivo en la idea, puesto que aliviaría la necesidad de órganos.

Pero hay problemas también. Kass pregunta por los principios que gobernarían un comercio de órganos. ¿Debería hacerse desde el punto de vista del economista, dominado por reglas racionales que siguen una ética utilitarista? ¿Se debería adoptar el punto de vista del liberal, no poniendo límites a la autonomía individual? ¿Se debería seguir la posición de un moralista y defender al vulnerable, dando peso a consideraciones de explotación y degradación de las personas, y la cuestión de asegurar el consentimiento libre?

La donación de órganos también suscita problemas con algunas objeciones que tienen que ver con la dignidad corporal, observa Kass. En relación con los donantes vivos, hay una presunción contra la auto mutilación, incluso cuando se saque algún bien de ello. Las donaciones de cadáveres, por otro lado, van contra nuestro respeto por la integridad de un cuerpo, y nuestro deseo de honrar a los muertos.

El comercio de órganos también abre la cuestión de las personas más pobres que venden partes del cuerpo para hacer frente a necesidades financieras, para beneficiar a los que tienen buena situación. En un grado limitado esto ya está ocurriendo, pero hacer legales los pagos podría extender más el alcance de la explotación.

El moralista católico Germain Grisez, en el segundo volumen de su tratado sobre teología moral «The Way of the Lord Jesus Christ» (El Camino del Señor Jesucristo), observa que la donación de partes del cuerpo tras nuestra muerte es permisible. Por otro lado, las donaciones de personas vivas no deben dañar al donante o ponerlo en un riesgo indebido. La donación puede estar bien «cuando exige sólo un riesgo moderado de detrimento futuro para actuar con funcionalidad», escribe Grisez. Por ejemplo, donar un riñón puede ser aceptable generalmente. Otras donaciones, como la sangre, que no daña al donante e implica muy poco riesgo, no son sólo lícitas sino incluso deseables.

La doctrina de la Iglesia deja la cuestión de la donación de órganos a cada individuo. En su encíclica «Evangelium Vitae», Juan Pablo II habla de una auténtica cultura de la vida que puede ser fundamentada por cada persona. En el No. 86 escribe: «Entre ellos merece especial reconocimiento la donación de órganos, realizada según criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curación e incluso de vida, a enfermos tal vez sin esperanzas».

Dejar morir a las personas de una muerte lenta mientras esperan en vano órganos no es una perspectiva atractiva. Sin embargo, el comercio de órganos abre muchas cuestiones sin resolver. C
laramente, es necesario un debate más amplio sobre este tema. Pero un buen comienzo sería animar a más donaciones voluntarias.

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ZENIT Staff

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