Cuando Juan XXIII se escapaba del Vaticano

El ayudante de cámara de papa Roncalli, Guido Gusso, cuenta algunas anécdotas de los años que pasó junto a él

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El deseo de «salir un poco» del Vaticano parece que ha estado presente en más de un papa. Así lo ha confirmado esta mañana Guido Gusso, el que fue ayudante de cámara de Juan XXIII y vivió mucho tiempo junto al papa Roncalli, a quien conocía muy de cerca. Lo ha hecho durante la rueda de prensa de presentación de la digitalización del archivo de Radio Vaticano. Gusso trabajó durante cinco años con Roncalli en el Patriarcado de Venecia, y cuando le eligieron papa vino con él a Roma.

Después de ocho días paseando por los jardines vaticanos, el papa Roncalli dijo a Gusso «¡la vuelta es siempre esta!, llévame a la fuente del Gianicolo o a Villa Borghese» y él respondía, «¡santidad no se puede!» Y el Papa rebatía: «¿pero cómo no se puede?, toma el coche y vamos». Y esta escena se repetía cuando estaban en Castel Gandolfo.

De este modo, Gusso ha narrado que una vez sí se ‘escaparon’. «Le conté que había estado en los Patroni del Vivaro, que están allí cerca y que se parece un poco a Sappada, de nuestra zona. Él tenía curiosidad, quería verlo. Entonces dijo: ‘hagamos una cosa, hay una puerta cerca del cementerio de Albano. Haz que te den las llaves. Abre y dejamos abierto unos diez días, así ninguna sabrá que está pasando’. Después, un día que estábamos en los jardines me dijo ‘Tomenos el coche, damos alguna vuelta de más para despistar a los gendarmes, abre la puerta y nos vamos’. Y así es como fueron a Vivaro. Cuando llegaron al cruce entre Artena y Frascati preguntó al Papa donde quería ir y respondió ‘volvemos a casa, si no Capovilla…’. Cuando llegaron, los gendarmes estaban en crisis y también la policía italiana, «deberías haber visto la cara de los guardias suizos…», ha recordado Gusso.

El antiguo ayudamente de cámara ha contado también «alguna escapada» desde Vaticano, una vez fue a ver al embajador inglés que estaba hospitalizado y otra vez a visitar de forma privada a un periodista. Desde Castel Gandolfo salieron incluso para ver los trabajos de las Olimpiadas de Roma en 1960.

Entretanto para los gendarmes no todos eran sustos por parte de Roncalli. En aquella época, los gendarmes no se podían casar antes de los 28, ha explicado Gusso. «Había uno que tenía 24 años, vino junto mí y se lamentó porque no tenía dinero para casarse, se lo dije al Papa y me dio un donativo para que se pudiera comprar los muebles del salón», ha contado Guido a los periodistas.

Otra anécdota que ha recordado, ha sido sobre los días del cónclave en el que Roncalli salió elegido. «Me pidió que fuera a la Domus Mariae para recoger algunos efectos personales. Yo le pedí al cardenal Tisserant (el entonces decano del colegio cardenalicio) permiso para ir y él me respondió: ‘Estamos aún en Cónclave, no se puede salir, si lo haces te excomulgo'». Gusso se lo contó a Roncalli y éste le dijo: ‘ve y dile al cardenal que si él te da la excomunión yo te la quito…’.

Tras la fumata blanca en la que salió elegido sucesor de Pedro, llegaron al Vaticano cajas desde Bérgamo con sus libros y cuadros. La florería vaticana se encargó de colocar los cuadros, pero el resultado fue malo. El papa Juan XXIII entonces le pidió a Gusso que consiguiera clavos, martillo y escalera y los colocaron ellos dos.

Otra pequeña anécdota sucedió con Cesidio Lolli, vicedirector de L’Osservatore Romano entonces. Llegó donde Juan XXIII para corregir algunos textos y se arrodilló frente el escritorio. «Pero ¿qué hace? siéntese en la silla», le dijo Roncalli.

Juan XXIII antes de las audiencias del miércoles leía el Evangelio del día. El Papa tenía el discurso escrito preparado y era lo que leía al público, en el aula de las bendiciones porque el Aula Pablo VI no estaba. Después, cerraba la carpeta y le decía a los presentes: «Hemos terminado. Ahora decimos dos palabras entre nosotros». Y su ayudante ha recordado que «cuando hablaba sin papales era maravilloso».

Cuando trabajaba con Roncalli en Venecia, Gusso contó que le pidió le ayudara a buscar otro trabajo porque quería casarse y entonces ganaba poco. Roncalli le dijo: «No te preocupes, tu futuro está seguro, nadie te lo toca», y le pidió que leyera el evangelio de Mateo. Después de un año Roncalli se convirtió en Papa y su vida cambió de un día para otro. Le quiso siempre cerca, sobre todo en la enfermedad; por ejemplo -ha contado- le leía el diario L’Osservatore Romano por la noche.

Por otro lado, Gusso ha recordado la primera impresión que Roncalli tuvo como papa: «Miramos fuera desde la habitación y veíamos la plaza vacía y oscura» y fue para él una «desilusión», porque estaba acostumbrado a Venecia, cuya plaza de San Marcos estaba llena de música y luces.

Asimismo ha contado que Juan XXIII «le tiró de las orejas» sólo una vez, dos días antes de morir. Aquellos días fueron sus hermanos y su hermana para verse a solas con él. También su secretario Capovilla, y después se reunió con Gusso. «Me hizo un poco la predicación, lo que no me había dicho en 10 años, me lo dijo antes de morir: que frecuentara más los sacramentos». Además, también le dijo «no te apegues al dinero», porque «con el dinero no harás nada en la vida». Además le dijo «si lo necesitas, en cualquier momento, llámame que yo te responderé». Y esto se ha cumplido, ha asegurado, porque en distintos problemas de la vida «le he tirado de la sotana y siempre me ha respondido».

Al concluir, Gusso ha asegurado que el papa Francisco se parece a Juan XXIII, «tiene su bondad, es muy atento a los pobres y a los humildes». Y así, ha contado que fue una vez a la misa con Francisco y al saludarle le dijo «usted es casi igual al papa Juan», lo que despertó las risas del Papa argentino.

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Staff Reporter

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