De ex inmigrante clandestino en Roma a sacerdote

Joe Pereira asiste ahora a los fieles de Sri Lanka in Italia

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ROMA, 12 feb 2001 (ZENIT.org).- Ha dormido en las estaciones. En los pasos subterráneos. Hacinado con sus paisanos en dormitorios colectivos. Ha conocido la precariedad de la condición de clandestino, el trabajo duro. Ahora consagra la eucaristía en esa misma ciudad, Roma.

«Pasé cinco años en las calles. Era duro, pero ganaba lo que un ministro en mi país. Suficiente para pagar las deudas que contraje para poder salir y para encontrar un alojamiento a mis familiares cuando volví a casa».

Pero la aventura italiana de Joe Neville Pereira, natural de Sri Lanka (antiguo Ceilán), emigrante en Italia en 1983, no acabó con el regreso a su país en 1988. «Una vez que arreglé mis cuentas, comencé a estudiar teología pastoral en Friburgo, y fui ordenado sacerdote. Luego, la Conferencia Episcopal de mi país me pidió que volviera a Italia para atender a los inmigrantes. Los problemas de los clandestinos los conozco bien».

De esta manera el padre Joe Pereira está aquí de nuevo, con todas las de la ley, y vive en el «Infernetto», un barrio de la periferia romana, cercano a Ostia y frente a Casalpalocco, el centro residencial donde, hasta agosto de 1987, había trabajado en casa de tres familias.

«Ganaba de verdad mucho dinero, una cantidad que no habría podido ver en mi patria. Ante todo –recuerda– tuve que quitarme de en medio las deudas. Llegar a Italia cuesta unos 7.000 dólares y tenía que restituirlos. Después tenía que pensar en mis familiares. Se gana bastante pero la vida es muy dura».

Dura, desde el punto de vista físico, empezando por el hecho de que «se duerme junto a ocho o diez personas en dos habitaciones, con un solo baño». Siempre están al caer los problemas propios de la precariedad, la ansiedad de conseguir un permiso de estancia que siempre llega tarde o no llega nunca.

Pero, sobre todo, «es una vida dura desde el punto de vista moral –observa Pereira–. Marido y mujer tienen que vivir separados, a menudo lejos. Los niños los han dejado en casa, sin padre ni madre, o con uno solo de los dos, porque se tiene la ansiedad de alcanzar el bienestar que ha empujado a muchos a salir». Y a veces se acaba por olvidar a Dios.

Joe Neville Pereira hoy es el coordinador pastoral de la comunidad de oriundos de Sri Lanka en Italia. Son millares. Y mayoritariamente cristianos, aunque no aparezca en las estadísticas. «Las estadísticas –indica el padre Pereira– se limitan a poner de manifiesto el número de ceilandeses. Dado que el 8% de la población de nuestro país es católico, se hace un cálculo por analogía. Pero, de hecho, la inmigración procedente de Sri Lanka a Italia se ha iniciado en la zona costera, donde viven la mayor parte de los católicos».

«Además –añade– es un país cuyos jóvenes están todos en Italia. Y, por tanto, el 75% de los ceilandeses en Italia son católicos». ¿Cuántos en total? «Son por lo menos treinta mil». Y, si puede, «creo que la mayoría de ellos no volverá nunca más a su patria».

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ZENIT Staff

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