De la dignidad inviolable del ser humano depende el futuro de la UE

Concluye el presidente de la Comisión de los Episcopados de Europa (COMECE)

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ROMA, lunes, 26 marzo 2007 (ZENIT.org).- No sólo son valores que deben ser respetados, sino que la dignidad inviolable de la persona humana y el bien común deben considerarse como fundamento para la ulterior construcción de la Unión Europea, advierte el presidente de la COMECE (Comisión de los Episcopados de las Comunidades Europeas), el obispo de rótterdam, monseñor Adrianus Van Luyn.

El prelado se hace eco así de la exhortación de Benedicto XVI (Zenit, 25 marzo 2007) en la audiencia que concedió a los más de 400 participantes en el Congreso europeo que convocó este fin de semana en la capital italiana la COMECE (www.comece.org ), con ocasión del 50º aniversario de la firma de los Tratados de Roma, origen de la actual Unión Europea.

«Valores y perspectivas para la Europa del mañana» fue el centro de la reflexión fruto de la cual sus participantes –delegados de todas las Conferencias Episcopales, de comunidades religiosas, de organizaciones y movimientos católicos y de otras iglesias cristianas– hicieron llegar a los jefes de Estado y de gobierno de Europa y a las instituciones comunitarias el «Mensaje de Roma».

La gran cita convocada por los episcopados europeos ha conjugado eficazmente las aportaciones de eclesiásticos y laicos, recalca monseñor Van Luyn en esta entrevista concedida a Zenit la tarde del sábado, en la recta final del Congreso.

La convocatoria ha visto la participación del presidente del Consejo italiano –Romano Prodi-, de la presidente de Irlanda -Mary McAleese-, del presidente del Parlamento Europeo –Hans-Gert Pöttering-, y del secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados –el arzobispo Dominique Mamberti-, entre otras muchas personalidades.

Las intensas jornadas de trabajo dejaron espacio, el viernes, para el rezo de Vísperas en Santa María en Trastevere con la Comunidad de San Egidio. El sábado la oración de Vísperas se celebró en la iglesia romana de San Lorenzo in Verano, donde reposan los restos de Alcide de Gasperi, uno de los padres fundadores de la Unión Europea; en su memoria, y con la participación de su hija Maria Romana, los 400 congresistas rindieron un homenaje y oraron por el estadista italiano.

–¿Qué balance desea hacer de este Congreso, de su importancia y del eventual impulso que dé a los católicos en la vida pública, en su compromiso por la construcción y desarrollo futuro de la Unión Europea?

–Monseñor Van Luyn: Estamos muy contentos del desarrollo de este congreso; deseábamos este momento de reflexión con ocasión del 50º aniversario de los Tratados de Roma, no sólo como obispos, sino también, sobre todo, con representación del laicado. Hemos reunido en Roma a un grupo de laicos muy comprometidos en movimientos, asociaciones, y también laicos que han ocupado un puesto importante en la vida política, cultural y en la universidad. Ellos, a través de un «Comité de sabios», han preparado un informe sobre los valores importantes, soportes de la Unión Europea. Después, junto a todos los congresistas, hemos preparado un mensaje [ «Mensaje de Roma». Ndr] que hemos presentado hoy a Romano Prodi, presidente del Consejo Italiano, que ha prometido entregar a sus colegas, jefes de gobierno, que se reúnen esta tarde y mañana en Berlín para celebrar, bajo la presidencia alemana, el aniversario de la Unión.

–Del encuentro con el Papa de esta mañana, ¿qué impulso específico desea subrayar que se manifiesta para eclesiásticos y laicos?

–Monseñor Van Luyn: Cuando invité, como presidente [de la COMECE], al Santo Padre en el mes de diciembre para que recibiera a los participantes de este Congreso, le escribí las palabras que Jesús dijo a Pedro: «Confirma fratres tuos». Así que es precisamente eso lo que hemos pedido al obispo más importante, al primer obispo de Europa y sucesor de Pedro, nosotros, los obispos, sus hermanos; es lo que ha sucedido esta mañana. Y [el Papa] ante todo ha subrayado estos valores que sustentan la doctrina social de la Iglesia, la dignidad inviolable de la persona humana y el bien común; después ha dicho que debemos seguir insistiendo para que estos valores sean no sólo respetados, sino que sean los valores-fundamento para la ulterior construcción dentro de la Unión Europea. Y sobre todo al final nos ha alentado para continuar esta labor no fácil del diálogo con las fuerzas políticas, con una sociedad civil que tal vez incluso se distancia de este discurso con base en el cristianismo, pero estamos también convencidos, como ha dicho frecuentemente el Santo Padre esta mañana, que no es una cuestión inmediatamente de la fe cristiana, sino que sobre todo es antes un tema de la conciencia humana, que es innato en la persona. Por lo tanto, se trata de valores ciertamente universales.

–¿Cuál es el primer desafío en este momento en la agenda de la COMECE, también en el contexto de las palabras del Santo Padre?

–Monseñor Van Luyn: Nos interesamos en los valores, pero el tema de los valores no puede jamás afrontarse tomando un valor sólo. Existe siempre conexión entre los valores, y hay también una jerarquía de valores. Ciertamente nosotros deseamos mostrar en nuestro diálogo con los responsables de las instituciones europeas cuáles son los valores que están involucrados en ciertas decisiones que se van a tomar. Y mostramos también esta jerarquía; el derecho a la vida es mucho más importante que la cuestión energética por ejemplo; es evidente.

–En el curso de las intervenciones, se ha mencionado numerosas veces la palabra «reconciliación». A los 50 años de los Tratados de Roma, ¿cree que puede ser momento, para el continente, de una especie de purificación de la memoria histórica que recoge totalitarismos, conflictos…?

–Monseñor Van Luyn: ¡Y colonialismo! Los europeos somos en buena parte causa y tenemos culpa del subdesarrollo de los Estados en África; también porque hemos creado Estados en África según criterios absolutamente equivocados, sin tener en cuenta la identidad de los pueblos y de las tribus. Ha sido una política del todo errónea, una política del poder. Así que debemos estar interesados e implicados en el desarrollo de África sobre todo.

En 1950, en su famoso discurso del 9 de mayo de apenas dos páginas, Robert Schumann nombró explícitamente tres veces la responsabilidad de Europa respecto a África, y justamente. Si entonces se hubiera escuchado mejor, África estarían en una posición mucho mejor que la actual. La hemos hecho caer. No hemos hecho nada. Y los famosos «Millennium development goals» [«Objetivos de desarrollo del milenio». Ndr ] -decididos por unanimidad, también por todos los países europeos- hay que llevarlos a cabo antes del año 2015; estamos en 2007: casi nada de tiempo es el que poseemos para pasar de la aspiración a la acción.

–De todos estos trabajos del congreso de la COMECE, ¿qué llamamiento se desprende para los católicos de la Unión Europea?

–Monseñor Van Luyn: ¡Que deberían leer nuestro «Mensaje»! Pero personalmente me ha impresionado mucho la advertencia de la presidenta de Irlanda [Mary McAleese], «building bridges» [«construir puentes»].

Ayer por la tarde, en Trastevere, lo he aplicado al ejemplo que nos da «San Egidio», o sea, hacer puentes [la Comunidad de San Egidio – asociación internacional de fieles de derecho pontificio-, fundada por el historiador laico Andrea Riccardi, tienen su sede en el citado barrio italiano; en 1973, en la Iglesia de San Egidio en Trastevere, se empezó la costumbre de la oración comunitaria todas las tardes, que desde entonces acompaña
la vida de todas las comunidades en todas partes del mundo. Ndr ].

Se ha hablado de cuatro puentes: el puente entre espiritualidad y solidaridad; si ampliamos el tema, es el puente entre fe y compromiso en la sociedad civil. Y muchos cristianos, cuando viven la fe, lo hacen como algo interno que tiene pocas consecuencias en la actividad que desarrollan en la sociedad civil. Y este primer puente que hay que hacer es muy importante, porque la solidaridad debe estar, digamos, inspirada por la espiritualidad, pero la espiritualidad cuando es auténtica se expresa en solidaridad.

El segundo puente es entre eclesiásticos y laicos, porque tenemos necesidad recíprocamente unos de otros. Por ello hemos organizado también este congreso, que es un diálogo entre el laicado y eclesiásticos.

Se añade el puente entre las culturas y las religiones; también el puente de la paz que hay que construir entre partes en conflicto –por ejemplo, en Sudán, en Uganda, como hace también «San Egidio» en África, en Mozambique-.

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ZENIT Staff

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