Decepción de la Santa Sede tras la Conferencia sobre armas de efectos indiscriminados

GINEBRA, viernes, 24 noviembre 2006 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha manifestado públicamente su decepción ante la falta de compromisos con que se clausuró la Conferencia de Examen de la Convención sobre la prohibición o restricción del empleo de ciertas armas convencionales que pueden ser consideradas excesivamente dañinas o que pueden tener efectos indiscriminados.

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Al intervenir en la conclusión del encuentro, que se celebró en esta ciudad suiza del 7 al 17 de noviembre, el arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente ante la Oficina de las Naciones Unidas, subrayó las consecuencias humanitarias que tendrá esta incapacidad para tomar decisiones.

«Es deplorable que los Estados no hayan sido capaces de alcanzar un acuerdo sobre un instrumento legalmente vinculante sobre minas diferentes a las minas antipersonales», afirmó el representante del Papa.

El prelado se refería en particular a las minas antivehículos, que son particularmente mortíferas en las operaciones humanitarias y tras los conflictos armados.

«El fracaso para lograr este acuerdo ha provocado una decepción real frente a las expectativas de muchas personas que ven cómo podría haberse ofrecido una buena y adecuada respuesta a las preocupaciones humanitarias que plantean estas armas».

Por eso, la delegación vaticana consideró que «por ahora, tienen que tomarse medidas fuertes y especificas a nivel nacional por cada uno de los Estados mientras no se logre un consenso a nivel internacional».

Más de once mil personas han muerto en la posguerra de numerosos conflictos mundiales desde 1973 por la explosión de bombas de racimo, las más mortífera para civiles junto a las minas antipersonales, reveló en la conferencia un informe de Handicap internacional.

En la Conferencia, la Santa Sede ha apoyado las negociaciones que buscaban aprobar «un instrumento legalmente vinculante sobre las bombas de racimo y se mostró favorable a una moratoria, mientras no se alcanza ese objetivo, basada en la aplastante evidencia de los desastres humanitarios causados por estas armas, especialmente entre la población civil».

Las agencias de ayuda humanitaria explicaron en la reunión que no basta con exigir que sean retiradas las bombas de racimo, sino que deben ser prohibidas. De hecho, según estas organizaciones, hay miles de millones de bombas de racimo almacenadas en el mundo.

«Mientras es alentador constatar que muchos países y grupos de la sociedad civil han alcanzado mayor conciencia sobre esta importante cuestión», el prelado consideró que «es triste» ver cómo la Conferencia concluyó sin tomar medidas suficientes para afrontar las necesidades humanitarias.

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ZENIT Staff

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