Declaración conjunta de Benedicto XVI y del arzobispo primado de la Comunión Anglicana

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 23 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos declaración conjunta que firmaron este jueves en el Vaticano Benedicto XVI y el arzobispo primado de la Comunión Anglicana, Rowan Williams.

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Declaración común

Hace 40 años, nuestros predecesores, el Papa Pablo VI y el arzobispo Michael Ramsey, se encontraron en esta ciudad santificada por el ministerio y la sangre d e los apóstoles Pedro y Pablo. Comenzaron un nuevo itinerario de reconciliación basado en los Evangelios y en las antiguas tradiciones comunes. Siglos de alejamiento entre anglicanos y católicos dieron paso a un nuevo deseo de unión y cooperación, mientras se redescubría y afirmaba la comunión real, aunque incompleta, que compartimos. El papa Pablo VI y el arzobispo Ramsey acordaron en esa ocasión establecer un diálogo en el que los temas que habían sido motivo de división en el pasado se afrontasen desde una nueva perspectiva con verdad y amor.

A partir de aquel encuentro, la Iglesia católica y la Comunión Anglicana emprendieron un proceso de diálogo fecundo, que se ha caracterizado por el descubrimiento de significativos elementos de fe compartida y por el deseo de expresar, a través de la oración conjunta, un testimonio y un servicio a aquello que tenemos en común.

Durante más de 35 años, la Comisión Anglicano-Católica Internacional (ARCIC, por sus siglas en inglés) ha producido un importante número de documentos que buscan articular la fe que compartimos. En los últimos diez años, desde que el Papa y el arzobispo de Canterbury firmaran la más reciente declaración conjunta, la segunda fase de la ARCIC ha completado su mandato con la publicación de los documentos «El don de la autoridad» (1999) y «María, gracia y esperanza en Cristo» (2005). Damos las gracias a los teólogos que han rezado y trabajado juntos en la preparación de estos textos, que esperan un ulterior estudio y reflexión.

El verdadero ecumenismo va más allá del diálogo teológico; toca nuestras vidas espirituales y nuestro testimonio común. Con el desarrollo de nuestro diálogo, muchos católicos y anglicanos han hallado en el otro un amor por Cristo que nos invita a una cooperación y a un servicio concretos. Esta colaboración en el servicio a Cristo, experimentada por muchas de nuestras comunidades a través del mundo, imprime un ulterior empuje a nuestras relaciones. La Comisión Internacional Anglicano-Católica para la Unidad y la Misión (IARCCUM, por sus siglas en inglés) se ha comprometido a examinar los modos adecuados en los que nuestra misión compartida de proclamar al mundo la vida nueva en Cristo puede progresar y alimentarse. Su informe, que presenta un resumen de las conclusiones centrales de la ARCIC y propuestas para crecer juntos en la misión y el testimonio, acaba de concluirse y someterse para su revisión a la Oficina de la Comunión Anglicana y al Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Manifestamos nuestra gratitud por su trabajo.

En esta visita fraterna, celebramos el bien surgido de esas cuatro décadas de diálogo. Damos gracias a Dios por las gracias que las han acompañado. Al mismo tiempo, nuestro largo camino juntos exige que reconozcamos públicamente el desafío de las nuevas cuestiones, que además de dividir a los anglicanos, presenta serios obstáculos a nuestro progreso ecuménico. Es urgente, por tanto, que al renovar nuestro compromiso de perseguir el camino hacia la comunión plena y visible en la verdad y en el amor a Cristo, también nos comprometamos a continuar en el diálogo para afrontar los temas importantes que conciernen a los factores eclesiológicos y éticos actuales que hacen más difícil y arduo ese camino.

Como cristianos y líderes que afrontan los desafíos del nuevo milenio, reafirmamos nuestro compromiso público con la revelación de la vida divina manifestada únicamente por Dios en la divinidad y humanidad de nuestro Señor Jesucristo. Creemos que por medio de Cristo y de los medios de salvación que se encuentran en Él, se nos ofrecen a nosotros y al mundo la curación y la reconciliación.

Hay muchos ámbitos de testimonio y de servicio en los que podemos comprometernos y que nos invitan a una colaboración más cercana: la búsqueda de la paz en Tierra Santa y en otras partes del mundo marcadas por el conflicto y la amenaza del terrorismo; la promoción del respeto de la vida desde su concepción hasta la muerte natural; la protección de la santidad del matrimonio y el bienestar de los hijos en el contexto de una vida familiar sana; la ayuda a los pobres, oprimidos y más vulnerables, especialmente a los perseguidos por su fe; la respuesta a los efectos negativos del materialismo; y el cuidado por la creación y el ambiente. También nos comprometemos al diálogo interreligioso, mediante el cual podemos entrar en relación juntos con nuestros hermanos y hermanas no cristianos.

Recordando nuestros cuarenta años de diálogo, y el testimonio de hombres y mujeres santos comunes a nuestras tradiciones, entre los que se encuentran María la «Theotókos», los santos Pedro y Pablo, Benito, Gregorio Magno, y Agustín de Canterbury, nos comprometemos nosotros mismos a vivir una oración más ferviente y una mayor entrega para acoger y vivir esa verdad hacia la que el Espíritu del Señor desea conducir a sus discípulos (Cf. Juan 1, 13). Confiando en la esperanza apostólica «de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús» (Cf. Filipenses 1, 6), creemos que si nos convertimos juntos en instrumentos de Dios para invitar a todos los cristianos a una más profunda obediencia de nuestro Señor, también nos acercaremos aún más mutuamente, encontrado en su voluntad la plenitud de la unidad y de la vida común a la que nos llama.

Vaticano, 23 de noviembre de 2006

[Traducción del original inglés realizada por Zenit
© Copyright 2006 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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