Declaración final del encuentro de Conferencias Episcopales en Tierra Santa

«No muros, sino puentes»

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MADRID, lunes, 19 enero 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la declaración final del encuentro de obispos de Conferencias Episcopales de América y Europa con la Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa, celebrado en Belén y Jerusalén del 12 al 15 de enero, con el lema «La Iglesia universal en solidaridad con la Iglesia de Tierra Santa». La traducción al castellano ha sido publicada por la Conferencia Episcopal Española.

«No muros, sino puentes»

1. Nosotros, obispos católicos de Europa y América, hemos venido aquí para mostrar la de los católicos del mundo con la iglesia de Tierra Santa. Por tercera vez en estos tres últimos años, hemos venido de manera amistosa con los pueblos israelí y palestino por igual, con cristianos, judíos y musulmanes. Hemos visto la violencia sufrida por ambas comunidades: el ataque contra israelíes en Gaza y el castigo colectivo de ciudadanos palestinos. Expresamos nuestras condolencias por las muertes que han ocurrido durante nuestra estancia y afirmamos nuestra oposición a todo derramamiento de sangre.

Hemos oído hablar del deseo de paz, justicia y reconciliación entre israelíes y palestinos. También hemos observado con gran pesar la falta de voluntad política no solamente en esta región sino en la comunidad internacional para trabajar por una solución pacífica. Por lo tanto invitamos a todos nuestros líderes políticos a responder al deseo de paz que el pueblo de Tierra Santa lleva profundamente en sus corazones.

2. «Trabajamos y nos esforzamos, porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo» (1 Timoteo 4, 10)

Hemos sido testigos de muchos signos de esperanza durante nuestra corta estancia en Tierra Santa, entre los que no son los últimos la generosidad de la Iglesia universal y las expresiones de la solidaridad de los cristianos en Israel y en otras partes del mundo. Sin embargo, la que más llena de esperanza es la vitalidad y el compromiso de la iglesia de Tierra Santa, incluyendo las relaciones fraternales entre los líderes cristianos. Felicitamos a la asamblea de Ordinarios Católicos en Tierra Santa, junto con todos los cristianos de Tierra Santa en comunión con la Iglesia Católica, por la puesta en práctica acertada de su sínodo, así como a las organizaciones católicas que han trabajado tan difícilmente para coordinar sus esfuerzos y concentrar su energía en sostener a todos los habitantes de Tierra Santa.

3. «La Tierra Santa no necesita muros, sino puentes!» (Juan Pablo II, 16 de noviembre de 2003)
Hemos visto el efecto devastador del muro que se ha venido construyendo sobre la tierra y los hogares de las comunidades palestinas. Éste parece ser una estructura permanente, dividiendo a familias, separándolas de sus tierras de trabajo y de sus medios de subsistencia, y aislando a las instituciones religiosas. Hemos sentido la frustración y la humillación experimentada cada día por palestinos en los puntos de control, a quienes se impide proveer a sus familias, llegar al hospital, conseguir trabajar, atender sus estudios o visitar a sus parientes.

Deploramos el hecho de que, a pesar de esfuerzos visibles, a algunos sacerdotes, seminaristas, religiosas, religiosos, y personal laico se le está negando o se les está poniendo impedimentos para la obtención de visados y de permisos de residencia para estudiar o trabajar en Israel y en los territorios palestinos. Éstos son auténticos impedimentos a las iglesias para que realicen su misión de servicio al pueblo de Tierra Santa. Esto es especialmente deplorable cuando el Estado de Israel y la Santa Sede acaban de recordar el décimo aniversario de los diez años desde la firma de su Acuerdo Fundamental. Estamos también preocupados por los avisos que se facilitan a los peregrinos por las autoridades israelíes a su llegada a Tierra Santa, dificultándoles la visita a áreas bajo control de la Autoridad Palestina, incluyendo muchos de los Santos Lugares de la fe cristiana.

4. «Maestro, dónde vives?… Venid y lo veréis!» (Juan 1, 38-39)
Nos ha esperanzado el aumento pequeño pero notable en el número de peregrinos que se acercan a los Santos Lugares. Esperamos que nuestro propio viaje sea un ejemplo y un estímulo para los cristianos a venir y contemplar donde vivió Jesucristo. Viajar y peregrinar es una muestra de la esperanza y de la solidaridad hacia los cristianos de Tierra Santa, un recordatorio de la presencia de esta iglesia viva -la Iglesia Madre- y un testigo de paz y reconciliación en esta región afligida por el conflicto. Invitamos a todos nuestro hermanos creyentes a ser testigos la verdad del mensaje dirigido a los cristianos de Tierra Santa en estos días: «¡No estáis solos!»

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ZENIT Staff

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