Dedicación del templo de Baracoa, Cuba

Primera Villa cubana fundada en 1511

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Por Araceli Cantero Guibert

Desde Baracoa, Cuba

BARACOA, domingo 19 agosto 2012.- Después de un trabajo de restauración capital que duró dos años y once meses la ciudad primada de Baracoa, en el extremo oriental de Cuba, celebró la dedicación del templo, el primero en América bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción.

Durante la Eucaristía se ungió el altar y los muros con el Santo Óleo y se colocaron varias reliquias de santos. El templo se llenó de incienso y canciones y se escucharon oraciones que llamaban a la renovación interior y a ser templo de Dios en donde habita el Espíritu.

“Se ha podido renovar el edificio de piedras, cemento, arena… Algo difícil, pero también más fácil que renovar nuestro propio edificio espiritual. Es lo que le pedí a Dios para ustedes”, dijo el obispo de la Diócesis de Guantánamo-Baracoa, monseñor Willy Pino, al iniciarse el acto.

Al dirigirse a centenares de personas congregadas el 15 de agosto para este 500 aniversario, monseñor Pino subrayó que los fieles de Baracoa son las piedras vivas del templo que de nuevo abría sus puertas y “recibirá a todos, amparará a todos y abrazará todos bajo su sombra bienhechora”.

El pueblo congregado rompió en aplausos al escuchar las palabras del nuncio apostólico, el arzobispo Bruno Musaró, quien hizo presente al papa Benedicto XVI con su bendición apostólica.

“Que este templo, que es sobre todo el templo de piedras vivas que somos nosotros, sea casa de Dios y puerta del cielo,” puntualizó el nuncio recordando las letanías de la Virgen.

Baracoa es la ciudad primada de Cuba y la tercera visitada por Cristóbal Colón en Cuba, el 27 de noviembre de 1492. La Iglesia que ahora ha sido restaurada alberga la Cruz de la Parra llevada por el Almirante, la única que se conserva de las 29 implantadas por él en sus viajes a América. El 15 de agosto de 2011 la Comisión Nacional Cubana de Monumentos declaró esta Cruz como Monumento Nacional.

Este territorio formó parte de la Archidiócesis de Santiago de Cuba hasta ser erigida como Diócesis Guantánamo-Baracoa por Juan Pablo II durante su visita a Cuba en enero de 1998.

El acto se inició con una procesión de entrada por la calle con unos 30 sacerdotes, seminaristas y diáconos y siete prelados que se dirigieron desde la Casa Parroquial hasta el templo que ya estaba abarrotado de fieles.

En su saludo, el obispo explicó la importancia de que cada pueblo tenga su iglesia o lugar de oración, aunque “a Dios lo podemos encontrar y rezar en cualquier parte de este bello mundo”.

Pidió que la capilla del Santísimo “sea un precioso rincón que nos invite a todos a entrar y donde le podamos decir cada día a Jesucristo: ‘Habla Señor que tu siervo escucha’”.

Pidió también que la Cruz de la Parra recuerde a Baracoa y a toda Cuba nuestras raíces cristianas.

Ante el pueblo congregado y las autoridades hizo notar que más de 200 comunidades de la Diócesis esperan aún el permiso para construir su pequeña capilla de tablas de palma y techo de guano. “Rezo para que, con la mirada puesta en el bien de Cuba, ese día llegue más temprano que tarde”.

Entre los aplausos de los fieles, el ejecutor de la obra de restauración, Miguel Barrero Borrás entregó al obispo los documentos relativos a la restauración.

Los fieles y altar fueron bendecidos con agua bendita, tomada del río Jojó, por el que, el 21 de febrero de 1853, pasó san Antonio María Claret, entonces obispo de Santiago de Cuba.

Después de las lecturas tuvo lugar la unción del altar y los muros con el óleo santo. En el ara del altar se colocaron las reliquias de san Antonio María Claret, san Vicente de Paúl, santa Catalina de Ricci, y los beatos José Olallo Valdés, Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta.

Después de la comunión, el obispo Pino llevó en procesión la Eucaristía a la Capilla del Santísimo en donde se estrenaba un nuevo sagrario, donación de los católicos cubanos de la parroquia de San Brendan en la Arquidiócesis de Miami.

“El amor hizo posible este regalo del sagrario –dijo el párroco padre Fernando Hería quien participó en el acto en Baracoa–. Que cuando vengan a rezar ante este sagrario recuerden que somos uno y que la Caridad nos une”.

Carmen Espartero se mostraba radiante. Es una católica de Baracoa que participó en el coro durante la Eucaristía. “Es una gran satisfacción ver que tenemos un templo nuevo donde podemos formar nuestra iglesia nuestra familia y unirnos mucho más”.

Además del nuncio monseñor Musaró, representaron a otras diócesis de Cuba: el arzobispo de Santiago de Cuba Dionisio García Ibañez, presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo de Camagüey Juan García, el obispo de Holguín Emilio Aranguren, el obispo de Cienfuegos Domingo Oropesa, el obispo auxiliar de La Habana Alfredo Petit y el obispo emérito de Holguín Héctor Peña.

Al terminar la Eucaristía, el obispo Pino agradeció la colaboración de todos y fue nombrando a mas de 35 grupos y personas que incluyeron a obreros, benefactores, autoridades, empresas, instituciones, choferes y técnicos.

Sus palabras finales se valieron de una parábola sobre un caracol que inicia su trepada por el tronco de un cerezo mucho antes de que tuviera fruto. Los gorriones se reían de él. El caracol sabía que “habrá cerezas cuando yo llegue”.

El obispo indicó que la Obra del templo de Baracoa se pensó cuando no había cerezas: “no teníamos todo el cemento que hacía falta, ni todo el dinero, ni todas las cabillas, ni toda la madera, ni toda la cal. Pero teníamos lo más importante: ¡nuestra confianza puesta en Dios! Él es quien hizo esta obra y nosotros sólo fuimos sus ayudantes. Como nos enseñó a decir Jesús, ‘sólo hicimos lo que teníamos que hacer’”.

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ZENIT Staff

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