Democracia, movimientos sociales y participación ciudadana en Latinoamérica

Departamento de Justicia y Solidaridad Social del CELAM

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BOGOTÁ, sábado, 30 enero 2010 (ZENIT.org).- La sección Laicos Constructores de la sociedad, del departamento de Justicia y Solidaridad Social, del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), realizó en Santa Cruz de la Sierra, un encuentro sobre «Democracia, movimientos sociales y participación», con la participación del cardenal Julio Terrazas, arzobispo de esa ciudad, monseñor Rubén Salazar Gómez, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia; monseñor José Luis Azuaje, obispo de El Vigia-San Carlos del Zulia, Venezuela y diversos expertos en el tema. Publicamos la declaración final del encuentro, emitida el 12 de diciembre de 2009.

 

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«Como ustedes saben, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás» (Mt 20, 25-26)

Los y las participantes del encuentro «Democracia, Movimientos Sociales y Participación ciudadana en América Latina y El Caribe», provenientes de 17 países latinoamericanos, reunidos en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, por iniciativa del Departamento Justicia y Solidaridad del CELAM, del 10 al 12 de diciembre de 2009, con el objetivo de «Analizar la situación y perspectivas de la democracia y la participación ciudadana en América Latina y El Caribe e identificar los desafíos y orientaciones para contribuir a fortalecer los procesos democráticos en la Región, de acuerdo a la Enseñanza Social de la Iglesia» compartimos con el Pueblo de Dios que peregrina en este Continente, de manera especial con los laicos y laicas, el fruto de nuestra reflexión.

Los pastores latinoamericanos reunidos en Aparecida durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano afirmaron: «Constatamos un cierto progreso democrático que se demuestra en diversos procesos electorales. Sin embargo, vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo» (DA 74).

Señalaron también los obispos con voz profética: «Con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos actores sociales, como son los indígenas, los afroamericanos, las mujeres, los profesionales, una extendida clase media y los sectores marginados organizados, se está fortaleciendo la democracia participativa, y se están creando mayores espacios de participación política. Estos grupos están tomando conciencia del poder que tienen entre manos y de la posibilidad de generar cambios importantes para el logro de políticas públicas más justas, que reviertan su situación de exclusión… No faltan también actuaciones que radicalizan las posiciones, fomentan la conflictividad y la polarización extremas, y ponen ese potencial al servicio de intereses ajenos a los suyos, lo que, a la larga, puede frustrar y revertir negativamente sus esperanzas» (DA 75).

A su vez el Papa Benedicto XVI, siguiendo el pensamiento de Pablo VI sobre la urgencia de una visión articulada del desarrollo, afirma  en Caritas in Veritate que, para que un pueblo salga del hambre y de la miseria es necesario, «desde el punto de vista económico… su participación activa y en condiciones de igualdad en el proceso económico internacional; desde el punto de vista social, su evolución hacia sociedades solidarias y con buen nivel de formación; desde el punto de vista político, la consolidación de regímenes democráticos capaces de asegurar libertad y paz» (CIV 21).

I. Una realidad que nos desafía

En la vida democrática de nuestros pueblos, encontramos luces y sombras que nos permiten precisar los siguientes desafíos: 

DEMOCRACIA:
1. Constatamos que en los distintos Estados de América Latina, a pesar de las grandes diferencias entre ellos,  todos invocan  la democracia como recurso para gobernar y asegurar su legitimidad. En este sentido, vemos con esperanza que en nuestro continente los distintos regímenes apelen a la democracia como forma efectiva de organización de los Estados.

2. No obstante, encontramos grandes vacíos en la comprensión  y  puesta en práctica de lo que debe ser la democracia para nuestra realidad, principalmente una tendencia abusiva en algunos de los países a usarla de manera instrumental.

3. La autenticidad de la democracia republicana, centrada en la división de poderes, el  respeto a los derechos civiles y políticos fundamentales y la existencia de partidos políticos se ve amenazada por  el secuestro que han hecho los poderes fácticos. Por eso se muestra ineficiente para cumplir sus fines.

4. Esta realidad obliga a un fortalecimiento de la autonomía y el ejercicio efectivo de las instituciones republicanas (el poder judicial, el poder  legislativo, el poder ejecutivo y los partidos políticos) frente a los poderes económicos y mediáticos.

5. Constatamos una crisis en su dimensión ético política que se expresa en su forma más grave y peligrosa en la pérdida de identidad, vacío de pensamiento, ausencia de propuestas y la desaparición u ocultamiento de valores y principios que heredamos de nuestros ancestros y fueron enriquecidos por el Evangelio. Asimismo, un debilitamiento progresivo del Estado de Derecho y de la autonomía de los poderes.

6. Las múltiples formas de exclusión están condicionando la vigencia de la justicia y de la libertad, y como consecuencia, de la democracia, de la paz y de la esperanza en nuestro continente.  

7. La apuesta por la democracia en América Latina exige una mayor comprensión de lo que implica su construcción y su práctica, para que ésta contribuya efectivamente a asegurar la dignidad humana y la construcción de una sociedad basada en la justicia y la vigencia efectiva de los derechos de las personas.

MOVIMIENTOS SOCIALES
1. Entendemos como movimientos sociales las movilizaciones auténticas de ciudadanos organizados que tienen su origen en necesidades sentidas y en expresiones culturales, étnicas, laborales, productivas y territoriales. 

2. La construcción en América Latina de movimientos sociales se presenta como una realidad  relevante para el rescate y la construcción de la democracia, en la medida en que son expresión de la sociedad organizada, en su diversidad y en torno a sus derechos y responsabilidades.

3. Observamos que las fuerzas políticas, que en ocasiones recurrieron a estos movimientos, al alcanzar el poder, tienden a ignorarlos o a instrumentalizarlos, desvirtuando su origen y sus aspiraciones legítimas.

4. A su vez, las fuerzas del mercado pretenden reducir la categoría de ciudadano a la de consumidor, para desmotivarlos en su participación en la búsqueda de soluciones a sus  necesidades.   

5. Constatamos que expresiones totalitarias del poder político o económico,  pretenden suprimir el pluralismo de las organizaciones sociales, para someterlas a intereses mercantiles o de partidos. Cuando esto sucede los poderes autoritarios legitiman sus propios propósitos, desvirtúan la iniciativa, la identidad y el pluralismo de las organizaciones ciudadanas.

PARTICIPACION CIUDADANA
1. La democracia, etimológicamente, identifica un régimen que se sustenta y responde a las personas, a  los ciudadanos y ciudadanas. No obstante, en el ejercicio real de la democracia  practicada hasta ahora en América Latina, la ciudadanía se ha reducido al ejercicio electoral a través
del voto. 

2. Un régimen democrático, debe garantizar los derechos, la seguridad y el desarrollo integral de la persona humana, para que ellos sean sujeto de derechos y actores efectivos en la construcción de la misma democracia y del desarrollo integral de la sociedad.

3. La participación ciudadana tiene un fundamento ético, de responsabilidad, de ser sujeto en la construcción de su futuro, en el marco del bien común. Reconoce la diversidad social y en consecuencia el conflicto como realidad social. Esto requiere tolerancia, dialogo, debate y deliberación, para construir consensos y proyectos sociales.

4. La participación ciudadana demanda recursos organizativos, técnicos, informativos, informáticos, financieros y los espacios físicos para su ejercicio eficiente y eficaz. Asimismo, demanda un  marco legal que sustente, promueva y apoye el ejercicio de la ciudadanía en los asuntos públicos, comunales o locales, sectoriales, judiciales, legislativos o ejecutivos.

II «Por sus frutos le conocerán»

1. La Iglesia hacia dentro, se siente llamada a:

1.1. Reafirmar la opción evangélica y preferencial por los empobrecidos y excluidos para su promoción humana y su liberación integral, superando los esquemas meramente asistencialistas y paternalistas.

1.2. Promover a todos los miembros de la Iglesia para que den un testimonio coherente con la Doctrina Social, especialmente los laicos, que en su mayoría divorcian la fe y la vida, descuidando su vocación específica de «ordenar los asuntos temporales según el plan de Dios» (Cf. LG 31) y su compromiso de cristianos y cristianas en la vida pública.

1.3. Intensificar los procesos de formación en Doctrina Social de la Iglesia entre los seminaristas, sacerdotes, obispos, religiosas, religiosos y, de manera especial entre los laicos y laicas, entendiéndola como un eje transversal de cualquier otro proceso formativo, para ser discípulos misioneros de Cristo aquí y ahora.

1.4. Profundizar la independencia y autonomía de la Iglesia frente al Estado, de manera que pueda dedicarse a ser Iglesia, sin que esto impida una colaboración de ambos para el Bien Común.

1.5. Desarrollar una presencia activa y responsable de la Iglesia en  momentos cruciales de la sociedad. Para ello deberá tomar posición y pronunciarse en tono profético y con clara identidad, sobre las cuestiones sociales, para construir el Reino y evitar silencios que pueden ser interpretados como complicidad.

1.6. Profundizar la cercanía de los pastores con su pueblo, particularmente con los empobrecidos y excluidos, buscando tender puentes para un diálogo que lleven a un discernimiento de la realidad, y a ofrecer gestos de profunda solidaridad que hagan creíble el mensaje profético de la Iglesia.

1.7. Desarrollar nuevas y audaces formas de apostolado para anunciar a Cristo y su Evangelio en el mundo de la política, como hizo Pablo ante los nuevos areópagos.

1.8. Estimular a los movimientos, asociaciones laicales y  Comunidades Eclesiales de Base para que asuman su compromiso político como constructores de una sociedad más democrática.

2. Para el cumplimiento de su misión en el mundo, la Iglesia se siente llamada a:

2.1. Defender la centralidad de la persona humana y reafirmar el valor de la familia y del trabajo como elementos fundamentales de la vida social.

2.2. Promover la Política como dimensión esencial de toda persona y máxima expresión del servicio al bien común.

2.3. Promover procesos de diálogo y participación, desde una perspectiva ecuménica, que afronten la apatía social, el desencanto por la política, los signos de muerte,  violencia, inseguridad  e intolerancia que predominan en la sociedad.

2.4. Discernir los sistemas económicos y políticos, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, con miras a la transformación de las estructuras de pecado en estructuras solidarias y de justicia, que favorezcan la promoción humana integral.

2.5. Facilitar la toma de conciencia de que estamos en un verdadero cambio de época y no en época de cambios. Esto nos exige un esfuerzo de discernimiento evangélico para elaborar nuevos parámetros de interpretación de la realidad.

2.6. Contribuir a la formación de nuevos liderazgos más éticos, humanos y coherentes con las necesidades y aspiraciones de nuestros pueblos.

2.7. Propiciar un diálogo que diseñe estrategias educativas para las universidades católicas o de inspiración cristiana, de manera que la formación de los futuros profesionales tenga una clara y sólida columna vertebral en la ética.

2.8. Acompañar y apoyar a los cristianos que han asumido el ejercicio político como camino de testimonio de su fe.

2.9. Promover y acompañar a las organizaciones comunitarias y movimientos sociales como colectivos de participación ciudadana, para que, con autonomía e independencia, sean sujetos protagonistas en la defensa de sus derechos fundamentales.

Con todos los peregrinos invocamos la maternal protección de la Virgen María de Guadalupe, Emperatriz de América Latina, para que también nosotros digamos Sí al proyecto de Jesús, proclamando la Buena Nueva a los pobres, en la tarea incansable de hacer presente el Reino de Dios en todas las culturas y ámbitos de la sociedad, como discípulos misioneros de Jesucristo, «para que nuestros pueblos tengan en Él vida en abundancia».

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ZENIT Staff

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