Dependencia y marginación, los frutos no deseados de la globalización

El grito de Togo a la cumbre del G-8

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

LOMÉ, 22 julio 2001 (ZENIT.orgFIDES).- Seguimos ofreciendo a nuestros lectores la voz de los países en desarrollo ante los países que lideran las decisiones mundiales en el vértice del G-8 de Génova. Esta vez habla Togo.

«Desde hace diez años, después del trigo, la ganadería de Africa se encuentra con el problema de la competencia europea. En Lomé se puede comprar carne europea a 700 francos CFA el kilo, mientras que la carne local se vende a 1.300 francos el kilo. Esta situación deja sin mercado a los ganaderos locales, y amenaza su actividad en breve». Con estas palabras Michel Amona, sociólogo togoleño, comenta uno de los efectos del proceso de mundialización sobre Africa.

La mundialización, guiada hasta ahora por los estados, se ha convertido en un fenómeno global que envuelve no sólo a estos sino a los actores económicos y sociales. «La mundialización –dice Tanko Diasso, profesor de Economía de la Universidad de Lomé– ha pasado de ser un proceso relacional a ser un proceso estructural. Lo que quiere decir que nadie puede escapar de tal proceso».

Hay aspectos positivos para Togo, país con unos cinco millones de habitantes, como los empleos creados con el traslado de actividades productivas hacia países que ofrecen mano de obra barata. La francesa Thompson emplea más trabajadores en Asia (18.000) que en Francia (5.400). Según el economista Claude Kokougan, «Africa puede acoger eficazmente a estas empresas extranjeras. El nacimiento de una zona franca industrial en nuestro país sirve a este fin. La globalización de la economía no hace otra cosa que favorecer esta iniciativa».

No todos comparten esta opinión positiva. Douato Soadjede, administrador y profesor de la Facultad de Economía de Lomé, se pregunta: «¿Qué cuenta un Africa endeudada, que debe afrontar los planes de ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que trae consigo el cierre de empresas en déficit y la reducción de salarios y de gasto social, frente al mercado homogéneo de 800 millones de consumidores de los países industrializados, unidos por un mismo modelo de consumo y con niveles similares de gasto y de educación?».

Una opinión compartida por Tanko Diasso: «Buscando mano de obra especializada, las multinacionales se concentran en polos ya desarrollados: ayer fue occidente, hoy son los nuevos países asiáticos y mañana tal vez sea el Este europeo. Es una nueva política respecto a la cual Africa corre el riesgo de quedar fuera. El mundo de los negocios ha dejado atrás a Africa, y hace falta tener el valor de reconocerlo».

En este contexto, los países más ricos violan las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) con graves consecuencias para Africa.

«A los países africanos les cuesta que se respete el acuerdo sobre la carne. No hay vigilantes que llamen la atención a los que hacen trampas. ¿Qué puede hacer Africa, que representa apenas un 3% del comercio mundial?» se pregunta Jean-Eudes Amao, economista especializado en comercio internacional. Amao recuerda que, desde 1947 y hasta 1986, ha habido una progresiva especialización de los intercambios comerciales, pero que, desde 1986, el proceso está bloqueado. En particular, el mercado agrícola contempla un pulso constante entre Estados Unidos y Europa.

Por otra parte, Estados Unidos y los países latinoamericanos acusan al acuerdo de Lomé, que favorece intercambios comerciales más equitativos entre los países africanos, caribeños y del Pacífico (ACP). Sin embargo, la revisión de este acuerdo no parece interesar a las instituciones togoleñas ni a las ONG, preocupadas sobre todo por mantener sus fuentes de financiación.

Según una economista local, Nathalie Eklu-Natey, es posible mediante la convención de Lomé, asegurar a los países ACP el desbloqueo comercial para sus mercancías y un precio más equitativo para las materias primas: «En los años 80, los países ACP perdieron cien mil millones de dólares de ingresos por la caída de los precios de las materias primas. En el mismo periodo, el total de las ayudas a los países menos desarrollados no superó los cincuenta mil millones de dólares».

Para hacer más eficaces los intercambios con la Unión Europea es necesario comprometer a los empresarios. Sin embargo, éstos se lamentan de no haber sido nunca invitados a los foros de discusión sobre el acuerdo de Lomé.

Léon Mawulé, exportador de productos biológicos, sostiene que «a causa de problemas políticos no resueltos, nuestros políticos, el Parlamento y el Gobierno no se preocupan de la Convención de Lomé. Hay que encontrar una solución a largo plazo para la industria local. El futuro no está en la exportación de materias primas, sino en la transformación en el lugar de origen de estos recursos para el mercado regional. Si no se hace así, nos quedamos fuera de la globalización».

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación