Derechos humanos, punto de encuentro entre la Iglesia y la modernidad

Presentado un libro sobre el magisterio papal sobre este tema

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ROMA, 15 abril 2002 (ZENIT.org).- De motivo de enfrentamiento, los derechos humanos han pasado a ser un punto de encuentro entre la Iglesia y la cultura contemporánea, afirma el hombre de Juan Pablo para las cuestiones de justicia y paz.

La afirmación del cardenal François Xavier Nguyen Van Thuan queda avalada por la publicación del libro de Giorgio Filibeck «Los derechos humanos en la enseñanza de la Igesia», publicado por la Librería Editorial Vaticana, por encargo del Pontificio Consejo Justicia y Paz.

Al presentar el libro, el pasado 8 de abril, en Roma, el cardenal Van Thuan constató: hoy el tema de los derechos humanos «durante largo tiempo terreno de choque entre la Iglesia y la cultura moderna, se ha convertido en punto de encuentro para quien, creyente o no creyente, quiera empeñarse en defender y promover la dignidad humana».

Junto al purpurado vietnamita, presidente de este dicasterio, en la presentación del volumen estaban el cardenal Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Génova, y dos políticos de distinta orientación, el subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros italiano, Gianni Letta (de centro-derecha), y el ex primer ministro Giuliano Amato y vicepresidente de la Convención Europea (de centro-izquierda).

Los tres se mostraron sustancialmente de acuerdo en considerar que el fundamento último de los derechos humanos está en la «dignidad personal del hombre» y que esta dignidad hunde sus raíces en la humanidad misma de Cristo.

La mayor aportación de la Iglesia católica en materia de derechos humanos, está justo aquí, recordó Letta, «junto con la afirmación del carácter de los mismos derechos, que representa la primera garantía de su universalidad»

Según el libro de Filibeck, aquí está el cambio de perspectiva que han impreso los Papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II (en los que se concentra el libro) con respecto a la Revolución francesa, donde laicidad y religiosidad habían sido artificialmente separadas.

«El Evangelio –dijo el cardenal Tettamanzi– contiene ciertamente un mensaje religioso y teologal, pero también típicamente humano y antropológico». Y la unidad de los dos aspectos, aclaró, «se funda en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre».

Significativamente de acuerdo, sobre este argumento, estaba el socialista Giuliano Amato. «No hay duda –afirmó– de que en el imperativo kantiano se refleja el «no hacer a los otros lo que no querrías que te hicieran a tí». Pero es también indudable que la fuerza de la religión para llevar este mensaje dentro de las conciencias es mayor».

Por esto, en su calidad de vicepresidente de la Convención Europea, prometió que hará todo lo posible para que la herencia religiosa (y en primer lugar cristiana) de Europa encuentre adecuada acogida en la futura Constitución de la Unión.

Esta toma de posición fue solicitada abiertamente por el subsecretario del Gobierno italiano, Letta, quien se preguntó: «sin este tesoro cultural, ¿cómo se logrará construir la nueva Europa y el nuevo orden mundial, que se hace más urgente tras el 11 de septiembre y los hechos de que en estos días tienen lugar en Oriente Medio?».

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ZENIT Staff

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