Desarrollo sostenible y no malaria pide la Santa Sede para África

Intervención del observador permanente vaticano en la ONU

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NUEVA YORK, martes 19 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Erradicar de la pobreza, situar a los países en la senda del crecimiento y del desarrollo sostenible, acabar con la marginación del continente en el proceso de globalización y una lucha sin cuartel contra la malaria.

Estos son los objetivos indicados para África por el observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, monseñor Francis Chullikatt.

El prelado intervino el viernes pasado en Nueva York y destacó que “afrontar las necesidades especiales de África requiere la asociación de todos los segmentos de la sociedad”, una asociación que “ayude a promover una mayor solidaridad y al mismo tiempo un desarrollo más sostenible en el continente”.

En este sentido, destacó que el reciente descenso en la economía global ha lanzado nuevos desafíos para áfrica, ya que “las inversiones directas extranjeras en la zona han disminuido un 36% desde el 2008”.

“La carga de la deuda creciente amenaza la sostenibilidad futura y mina las mejoras que se han logrado en los últimos años”, advirtió. 

El prelado también se refirió a la Nueva Asociación Económica para el Desarrollo de África (NEPAD), un programa de la Unión Africana instituido en 2001 que cuenta con el apoyo coordinado de las Naciones Unidas.

El arzobispo coincidió con la posición de la NEPAD, para la cual “la salud y el bienestar del pueblo africano ayudarán a conseguir la reducción de la pobreza y el desarrollo sostenible en África”.

Lucha contra la malaria

La delegación de la Santa Sede expresó una particular gratitud por el informe sobre la malaria, que ha descrito los notables progresos logrados en la lucha contra esta enfermedad en la última década.

El arzobispo recordó la “reciente iniciativa de la African Leaders Malaria Alliance (ALMA), en la que los jefes de Estado y de Gobierno africanos se reunieron para promover la garantía universal de las intervenciones para el control de la malaria”.

En concreto, el prelado pidió asistencia para las mujeres embarazadas, los concebidos y los niños pequeños.

Los efectos más devastadores de la enfermedad son de hecho los que afectan a los niños menores de cinco años: muchos de los que sobreviven a casos graves de malaria pueden sufrir daños cerebrales o tener dificultades de aprendizaje.

Respecto a las mujeres embarazadas, la malaria provoca mortalidad de los concebidos, anemia de la madre o bajo peso del niño en el nacimiento.

“Los enfermos deben tener acceso a un tratamiento adecuado y los individuos deben poder recibir pruebas y medicinas accesibles, seguras y, cuando sea necesario, gratuitas”, afirmó monseñor Chullikatt.

El observador permanente recordó que el 90% del millón de muertes anuales por malaria tiene lugar en África. Los países más afectados son la República Democrática del Congo, Etiopía, Kenia, Nigeria y Tanzania.

En el mundo hay unos 3,3 mil millones de personas en riesgo de malaria y cada año se verifican 250 millones de casos, de los cuales el 1,86%, en el continente africano.

“Nuestro objetivo debe seguir basándose en el tratamiento, la prevención y la investigación”, prosiguió el arzobispo, y remarcó la necesidad de continuar dedicando recursos a vacunas y medicinas.

Monseñor Chullikatt se refirió después a la Declaración de Abuya, cuyos firmantes están comprometidos, entre otras otras, en “desarrollar mecanismos para favorecer la difusión de informaciones fiables sobre la malaria a los que toman las decisiones en el ámbito doméstico, comunitario, de barrio y nacional, para permitirles emprender acciones apropiadas”.

El prelado concluyó su intervención expresando el aprecio de la Santa Sede por los muchos agentes del sistema sanitario, católicos y no católicos, que trabajan incansablemente para asistir a los que sufren en África.

En la lucha contra la malaria, de hecho, “no sólo proporcionan los recursos y capacidad técnica necesaria para asistir a los enfermos, sino que también trabajan para promover un mayor desarrollo en África”, destacó.

El constató que “con instrucción, infraestructuras y programas de asistencia sanitaria, a menudo en las comunidades más pobres y vulnerables, estas organizaciones son socias fundamentales para el desarrollo de África a largo plazo”.

[Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Patricia Navas]

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ZENIT Staff

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