"Deshechos tóxicos espirituales", exportados hacia África

Ideología de género y el relativismo

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 8 octubre 2009 (ZENIT.org).- El continente africano es cada vez más vulnerable a los «deshechos tóxicos espirituales» que importa especialmente del primer mundo, tal como manifestó el Papa Benedicto XVI durante su homilía el pasado domingo en la eucaristía inauguración del Sínodo de África.

Esto, a pesar de que el catolicismo está bien representado en los parlamentos de los países africanos (22 % de parlamentarios, si se tiene en cuenta que un 9% de la población total de África es católica).

Sobre estos temas intervinieron de manera especial en la mañana de este jueves en al aula del Sínodo el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, y monseñor Philippe Ouédraogo, arzobispo de Ouagadougou (Burkina Faso).

El Papa no estuvo presente durante la sesión de mañana debido a que recibió a Mahmoud Abbas, presidente de la Organización para la liberación de Palestina y de la Autoridad Nacional Palestina.

Ideología de «género»
El cardenal Antonelli manifestó su preocupación al constatar que en África la «ideología de género» comienza a infiltrarse de manera «muy camuflada» en las asociaciones, «en los ambientes gubernamentales y también en algunos ambientes eclesiales del continente africano».

Las diferencias entre el varón y la mujer no corresponden –afirman los partidarios de la ideología de género– a una naturaleza «dada»; sino que serían meras construcciones culturales «hechas» según los papeles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos.

El cardenal italiano aclaró que los agentes que aplican estas ideologías parten de problemas reales a los que resulta necesario poner remedio, «como las injusticias, las violencias que sufren las mujeres, la mortalidad infantil, la malnutrición, el hambre, los problemas de vivienda y trabajo».

Ahora bien, aseguró que las soluciones que ofrecen «resultan ambiguas en sus nuevos significados antropológicos».

Citó el ejemplo del derecho a la igualdad entre hombres y mujeres, el cual no siempre es visto como la dignidad que tienen cada uno de ellos, sino como la irrelevancia que se le da a la diferencia entre ambos sexos buscando una uniformidad de todos los individuos «como si fueran sexualmente indiferenciados», provocando una «equivalencia de todas las orientaciones y comportamientos sexuales».

Una visión errada de libertad que pretende que «cada individuo tiene derecho a actuar libremente (y eventualmente a madurar) sus elecciones según sus deseos y preferencias».

Señaló que la libertad de la mujer no significa sólo emancipación o competencia, rivalidad o antagonismo, sino vivir la complementariedad con el hombre.

Esta ideología se difunde en programas de salud sexual y reproductiva que busca la colaboración del gobierno y de las asociaciones locales, incluso eclesiales, «que generalmente no se dan cuenta de sus implicaciones antropológicas, éticamente inaceptables».

El purpurado concluyó su intervención exhortando «a la vigilancia» a instituciones que cuidan los sacerdotes, seminaristas, religiosos las organizaciones de Cáritas y otros operadores pastorales laicos.

Tiranía del relativismo
Por su parte monseñor Philippe Ouédraogo, arzobispo de Uagadugu (Burkina Faso), afirmó que otro de los «residuos tóxicos» que llegan a África es la imposición del «pensamiento único», regido solamente por la ley del libertinaje y el relativismo moral.

«El ruido mediático que organizaron los medios de comunicación en el viaje del Santo Padre a Camerún y a Angola en el mes de marzo constituye un ejemplo patético», agregó el prelado.

«Programas dirigidos a personas de habla francesa, tanto europeos como africanos hacen creer que las religiosas y los religiosos africanos, estudiantes o misioneros en Roma o en otros lugares de Europa viven de la mendicidad y de la prostitución, abandonados por el Vaticano y las congregaciones religiosas».

Y concluyó su intervención afirmando que «los africanos no pueden usar la violencia para combatir el imperialismo y la tiranía del pensamiento único».

«Sin embargo les pedimos un poco de moderación y prudencia, de respeto y tolerancia, y sobretodo de honestidad intelectual detrás de la expresión de sus ideas», pidió el prelado.

[Por Carmen Elena Villa]

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ZENIT Staff

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