«Deus caritas est» y la identidad de Caritas

Por el asistente eclesiástico de la confederación, monseñor Nelson Viola

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 8 febrero 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la reflexión que, en relación con la reciente encíclica «Deus caritas est», propone el asistente eclesiástico de «Caritas Internationalis» (www.caritas.org), monseñor Nelson Viola.

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DEUS CARITAS EST
Y
LA IDENTIDAD DE CARITAS

Reflexión sobre la naturaleza eclesial y la espiritualidad de Caritas Internationalis a la luz de la primera Encíclica del Papa Benedicto XVI

Más que un comentario al texto de la Encíclica, por otra parte ya largamente comentado por personalidades de máxima autoridad, a partir del mismo Benedicto XVI, deseo llamar la atención sobre el esencial e histórico significado que tiene este primer documento doctrinal del Papa para nuestra Caritas Internationalis, Confederación moderna de Organismos Católicos de acción caritativa y social de la Iglesia universal, asociados y presentes en la inmensa mayoría de las diócesis y parroquias en más de 200 países y territorios del mundo.

El texto de la Encíclica es de capital importancia para comprender con profundidad qué es Caritas y qué valor tienen las múltiples actividades socio-caritativas con las que esta Institución cumple su misión de“irradiar caridad y justicia social en el mundo”.

Por primera vez -se ha dicho- una encíclica encara el tema del amor cristiano.

Por vez primera, “el núcleo central de la fe” hace de hilo conductor de un documento con el cual, el nuevo Vicario de Cristo delinea el horizonte y marca el rumbo de la Barca de Pedro respondiendo al mandato “duc in altum, mar adentro” de Jesucristo en este sorprendente inicio del tercer milenio.

Como esbozo de horizonte “un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio y la violencia”, y en consecuencia, “el mensaje es de gran actualidad y con un significado muy concreto”.

El rumbo a seguir con firmeza y decisión es también muy claro: “Por eso, en mi primera Encíclica deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás”.

El Papa abarca con expresa unidad de pensamiento y con expreso estilo estructural, – en una reflexión profunda aunque clara, sencilla, casi inicial, no exhaustiva– el Amor de Dios y el amor humano, el amor sagrado y el amor profano; y propone en esa única perspectiva el único modo concreto de comportamiento eclesial, el del amor de Dios y a Dios, en el anuncio de la Palabra, en la celebración de los sacramentos y en el triple ejercicio de la caridad en el mundo de hoy: personal, asociado e institucional.

Su explícito deseo de suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor divino impulsa al Papa a insistir sobre algunos elementos fundamentales, algunos puntos esenciales sobre el amor que Dios, de manera misteriosa y gratuita, ofrece al hombre en Jesucristo, y la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo tan estrechamente entrelazados en Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, de modo que la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el ser humano se cierra al prójimo o incluso lo odia, si no descubre “al Otro” en todos los otros, porque debe mirar con ojos samaritanos, desde la perspectiva de Jesucristo que juzga como hecho a Su persona todo el bien que se hace al prójimo, sea vecino o lejano.

El Amor de Dios y el amor a Dios, evidenciados ambos en el amor al prójimo, son el eje esencial de la vida de la Iglesia; dan unidad de perspectiva y unidad de comportamiento a la entera comunidad eclesial. Además de ser una tarea de cada fiel, lo es también de la entera comunidad eclesial, que en su actividad caritativa debe reflejar el amor trinitario, el Amor de Dios que con Dios nos une hasta que al final Dios sea todo en todos” .

Afirma Benedicto XVI que no hay auténtica Iglesia de Cristo sin que haya anuncio, celebración y testimonio institucional. Las tres tareas se presuponen mutuamente y no pueden ser separadas una de la otra. Las tres hacen de la Iglesia una Comunidad de Amor, signo sensible del amor de Dios a toda la humanidad.

Además, el ejercicio de la caridad -se lee en la Encíclica- ha tenido una relevancia constitutiva en la Iglesia desde sus inicios. En la estructura fundamental de la Iglesia surge la ‘diaconía’ como servicio del amor hacia el prójimo ejercitado comunitariamente y en modo ordenado”…

En la actualidad, “las organizaciones caritativas de la Iglesia, comenzando por Caritas (diocesana, nacional, internacional) han de hacer lo posible por poner a disposición los medios necesarios, según el modelo expuesto en la parábola del Buen Samaritano, dado que la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación…”

En la Audiencia general del miércoles 18 de enero, después de la catequesis, Benedicto XVI anunció la inminente publicación de su primera encíclica llamada Deus caritas est centrada en el amor cristiano.

En ese breve comentario sobre la Encíclica, el Papa mencionó el amor institucional de la Iglesia y como ejemplo se refirió expresamente a Caritas. Estas fueron sus palabras:

“… Trato también de demostrar como el acto personalísimo que viene de Dios es un acto de amor. Ese acto de amor debe también expresarse como acto eclesial, organizativo. Si es realmente verdad que la Iglesia es expresión del amor de Dios, de ese amor que Dios tiene por su criatura humana, debe ser también verdad que el acto fundamental de la fe que crea y une la Iglesia y nos da la esperanza de la vida eterna y de la presencia de Dios en el mundo, genera un acto eclesial. Es decir, la Iglesia, también como Iglesia, como comunidad, de un modo institucional, debe amar. Y la así llamada “Caritas” no es una pura organización, como las demás organizaciones filantrópicas, sino necesaria expresión del acto más profundo del amor personal con el cual Dios nos ha creado, suscitando en nuestro corazón la tendencia hacia el amor, reflejo del Dios Amor que nos convierte en su imagen”.

La Iglesia en cuanto Iglesia, institucionalmente, por ser expresión del amor de Dios, tiene la tarea de amar anunciando el Evangelio, celebrando los sacramentos y practicando la caridad.

En razón de esta práctica institucional de la caridad, el venerado Juan Pablo II concedió a Caritas Internationalis el reconocimiento de ser una persona jurídica canónica publica.

Es decir que la Confederación Caritas Internationalis en cuanto institución, actúa oficialmente “en nombre de la Iglesia” . Con sus obras pone en práctica, constantemente y en todas partes, el Evangelio de la caridad, como fruto de y en íntima conexión con la fe y el culto que la Iglesia Católica profesa.

Caritas es la Organización moderna de una de las tareas esenciales de la vida de la Iglesia.

No es un “opcional” dentro de la Iglesia. No puede haber una comunidad eclesial organizada en torno a la Palabra y el Culto divino, que no esté en cuanto comunidad, organizada también en esa tercera dimensión de la misión de la Iglesia, la de dar, con obras de caridad, fiel testimonio de la Buena Nueva que se cumple en Jesucristo a lo largo de la historia y hasta los confines de la tierra.

Una vez más, y desde ahora, a la luz del pensamiento de Benedicto XVI en “Deus Caritas est” , Caritas es un organismo de la Iglesia universal con la misión de ejercer oficialmente una de las tres tareas de la Iglesia: la de ser testigo ante el mundo y dar testimonio con sus obras de la Palabra que proclama la Fe y celebra la L
iturgia.

Los Estatutos y el Reglamento de la Confederación, aprobados por el Papa, establecen su naturaleza y dan constancia de su identidad como una organización que oficialmente actúa «en nombre de la Iglesia», y por tal razón, sin discriminación, sin proselitismo y sin límites ni fronteras.

Por lo tanto, Caritas es una Institución de la Jerarquía de la Iglesia que proclama con sus gestos y sus obras el Evangelio de Cristo independientemente o más allá del espíritu con que trabajan sus operarios.

En sí misma y por sí misma Caritas Internationalis es en el mundo un signo sensible de una realidad de fe: la Caridad de Cristo que urge a su Iglesia a ejercitar Su amor.

Caritas, sin palabras, evangeliza.

Y por su identidad, por ser lo que es, posee una espiritualidad que proviene de Cristo, su fuente y su modelo. Kénosis (anonadamiento), diakonía (servicio) y koinonia (comunión) constituyen el espíritu que anima su ser esencialmente operativo, e inspira o genera en sus operarios, el modo de actuar o el estilo que identifica y distingue a Caritas en el mundo.

Para que no degraden la esencia de la caridad cristiana quienes asumen esta tarea, que a todos compete, el Santo Padre señala la necesidad de: apoyarse en la experiencia de un encuentro personal con Cristo, cuyo amor ha tocado el corazón del que cree suscitando en él el amor por el prójimo , ser independiente de partidos e ideologías. El programa de vida del cristiano es el de un corazón que ve. Este corazón ve donde hay necesidad de amor y actúa en modo consecuente, no ser medio en función de lo que hoy es indicado como proselitismo. El amor es gratuito; no es ejercitado para alcanzar otros objetivos.

Como primera conclusión de la reflexión que nos ofrece Deus Caritas est, propongo una a modo de consigna: que no haya una comunidad eclesial en la Iglesia universal que no tenga organizado el ejercicio de la caridad y además, que ningún miembro de la comunidad se sienta ajeno al organismo de la caridad institucional local con el que se incorpora a la red universal de la solidaridad de la Iglesia, verdadero Internet de la comunicación cristiana de bienes.

Roma, 31 de enero de 2006

Mons. Nelson Viola, asistente eclesiástico de CI

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ZENIT Staff

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