Diagnóstico y perspectivas para la nueva evangelización en América Latina

Según el cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima

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LIMA, lunes, 5 marzo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció este lunes el cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima, al inaugurar el Congreso-Seminario «Diagnóstico y perspectivas para la nueva evangelización en América Latina», organizado por la institución «Vida y Espiritualidad» en Lima.

El evento fue inaugurado con una misa solemne presidida por el cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y uno de los presidentes de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Aparecida.

* * *

Me alegra mucho darles la más cordial bienvenida a este evento de singular trascendencia organizado por la institución «Vida y espiritualidad». Se reúnen en este Congreso-Seminario para aproximarse a un diagnóstico y proponer unas perspectivas para la Nueva Evangelización en América Latina, y lo hacen precisamente estando muy cercana la celebración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, Brasil.

I. INTRODUCCION

Esta V Conferencia General, «en continuidad con las cuatro anteriores, está llamada a dar un renovado impulso a la Evangelización en esa vasta región del mundo eminentemente católica, en la que vive una gran parte de la comunidad de creyentes» [ ].

Nos encontramos pues ante una nueva etapa del camino en la aplicación del Vaticano II a la Iglesia en Latinoamérica. Camino de la continuidad, no de la ruptura. Camino de comunión ante todo con Dios Padre, y con su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo y, por consiguiente, de comunión entre nosotros, en la unidad del único Cuerpo de Cristo [ ]; un camino orientado también por el Sínodo de la Iglesia en América, para mantener viva y firme el don de la fe en el pueblo latinoamericano.

La Iglesia en esta parte del mundo ha vivido estas etapas siempre en estrecha y constante unión con el Sucesor de Pedro. Esta fidelidad a la persona del Santo Padre y al Magisterio de la Iglesia han sido características esenciales de nuestro andar.

El tema de la V Conferencia General, elegido muy acertadamente, «Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida», «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6) pone en el centro a Jesucristo, único Salvador. La Iglesia está llamada, a través de la vida y el testimonio de todos sus miembros a constituir la primicia de la presencia viva de Cristo, es decir sus discípulos. Esta vida de Jesucristo llega a nosotros por iniciativa de Dios y no nuestra. «En primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad» [ ]. Con profunda gratitud recordamos al siervo de Dios Juan Pablo II que tanto amor desplegó a toda la Iglesia y particularmente a Latinoamérica a la que gustaba considerar con profética mirada como «el Continente de la esperanza».

II. Tarea de servicio de la Iglesia hoy en Latinoamérica. Luces y sombras.

América Latina tiene ante sí importantes desafíos, incluso situaciones difíciles, ante el asedio de ideologías, de erradas concepciones teológicas, insuficiencia de sacerdotes y religiosos que puedan atender debidamente a la multitud de fieles y la presencia agresiva de las sectas. El relativismo y el utilitarismo ya han llegado a nuestras tierras, es verdad que, todavía no con la agresividad que vemos en Europa y los países desarrollados económicamente. Ideologías que excluyen cualquier principio moral que sea válido y vinculante por sí mismo. Una verdadera campaña que promueve un constante ataque contra la vida, desde su concepción hasta su muerte natural; contra la institución del matrimonio de un hombre con una mujer para toda la vida; contra la familia como célula fundamental de la sociedad; contra la mujer en nombre de un feminismo ideológico; Situaciones sumamente dañinas que desconocen la ley natural.

Pese a esta realidad, América Latina también presenta un panorama esperanzador al contemplar su honda tradición cristiana arraigada en sus costumbres y expresiones de piedad popular tan extendidas en todos los países. La identidad católica de nuestros pueblos, debilitada en algunas zonas más que en otras, es una realidad que reclama nuestra responsabilidad en la hora actual. La presencia de la Iglesia en la educación es un hecho positivo, aunque ciertamente se ha debilitado su propuesta notablemente cediendo a la presión de una falsa apertura relativista. La credibilidad de la Iglesia en su función de maestra de la fe y su acompañamiento a nuestros pueblos todavía genera confianza, especialmente entre los más necesitados.

Debemos pues preguntarnos ahora, sobre qué bases y en qué aspectos debemos cumplir nuestra tarea de manera prioritaria. Para ello, tengamos presente las palabras del Santo Padre en Verona: «Quisiera poner de relieve cómo, a través del testimonio multiforme, debe brotar sobre todo el gran «sí» que en Jesucristo Dios dijo al hombre, al amor humano, a nuestra libertad y a nuestra inteligencia; y, por tanto, cómo la fe en el Dios que tiene rostro humano trae la alegría al mundo» [ ].

El «Diagnóstico y Perspectivas para la Nueva Evangelización» que sirve de título a este Congreso-Seminario en Lima, por un lado les permiten buscar comprender los desafíos que hoy se presentan a la evangelización en tierras latinoamericanas, y al mismo tiempo los anima a buscar iluminar cómo se puede desarrollar mejor la nueva evangelización de cara al futuro. Teniendo presentes las palabras con las que Juan Pablo II describió a la «nueva evangelización»: nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones [ ].

Para dar este renovado impulso a la nueva evangelización, pienso que se deben contemplar las cuatro Conferencias Generales anteriores y sus respectivos documentos como hitos del andar de la iglesia en América Latina. Así podemos proponer una «renovación dentro de la continuidad» que es la clave hermenéutica que el Papa Benedicto XVI nos señala para seguir profundizando en las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

III. Formación, Educación y Cultura

Estoy convencido que uno de los grandes desafíos de la Iglesia en América Latina tiene mucha relación con la identidad católica de la propuesta para mejorar notablemente la formación y educación de las personas en todos los niveles; ya sea en el ámbito de la catequesis sacramental, la enseñanza en las escuelas, colegios y universidades, la preparación para el matrimonio y otras dimensiones de la formación doctrinal; como también y de modo profundo y consistente en la propuesta cultural que permita el diálogo serio con el desarrollo actual para encaminarlo por sendas más razonables y éticamente válidas. En esta importante tarea es preciso «proclamar íntegro el Mensaje de Salvación, que llegue a impregnar las raíces de la cultura y se encarne en el momento histórico latinoamericano actual» [ ]. Dejemos atrás complejos de inferioridad frente a las ideologías relativistas, materialistas y los respetos humanos por querer estar «de moda».

IV. La comunicación y los medios

La crisis planetaria, de la que no se escapa Latinoamérica, tiene mucho que ver con la orientación de los contenidos de los medios de comunicación, no sólo la prensa escrita y hablada sino, especialmente, con las modernas técnicas que se difunden a través del Internet, la TV y cada vez más el celular de usos múltiples. Aquí tenemos un verdadero desafío urgente que reclama, no sólo una cruzada de promoción de valores cristianos, sino principalmente la participación de fieles laicos debidamente preparados que trabajen en estos medios profesionalmente con responsabilidad personal.

V. Las metas de una Nueva Cristianización

La gravedad de la enfermedad actual exige una proporcionalidad en la
medicina con la que se cure y la dosis adecuada.

A mi entender se debe promover una gran cruzada que tenga como objetivo crear donde no existe, fortalecer donde es débil, un hondo sentido de pertenencia a la Iglesia católica.

Esta misión se debe apoyar en la difusión del Catecismo de la Iglesia Católica y de su Compendio, documentos ambos que no se han incorporado con profundidad a la tarea evangelizadora después de su publicación.
Movilicemos todas las fuerzas de la Iglesia, especialmente a los fieles laicos, utilizando los modernos medios de comunicación y las nuevas técnicas de enseñanza. El testimonio y la coherencia de vida son básicos para que esta gran misión tenga resultados trascendentes y estables para América Latina. Estamos a tiempo.

V. El rol de los fieles laicos y la Doctrina Social

La Jerarquía de la Iglesia tiene, de manera especial, la obligación de dar a conocer la Doctrina social de su riquísimo Magisterio. Sin embargo no es su papel actuar, o dar la impresión de que actúa, como un agente político. Son los laicos los llamados a dedicarse con generosidad y valentía, iluminados por la fe y por el Magisterio de la Iglesia, y animados por la Caridad de Cristo a esta urgente tarea [7].

Les auguro un trabajo intenso y fructífero con la seguridad que encontrarán propuestas que nos permitan seguir mirando el futuro de la Iglesia en estas latitudes con esperanza, con fortaleza y con la seguridad de que Jesucristo está con nosotros en esta tarea fascinante que los tiempos actuales nos demandan.

El testimonio abierto y valiente que la Iglesia solicita especialmente a sus hijos los fieles laicos es prioritario. Ha llegado la hora de los fieles laicos quienes, llamados a la santidad en su propio trabajo y condición, deben considerar la urgente necesidad de su participación en los ámbitos político, económico, social, cultural y artístico, entre otros.

La señal inequívoca de esta Nueva Evangelización es la profunda piedad mariana. Ella quiere estar presente de modo más intenso en esta mueva etapa. Sabemos que precisamente las sectas la atacan porque nos falta más valentía en defenderla con hechos. El arma sigue siendo el rezo del Santo Rosario. Nuestra Madre Nuestra Señora de la Evangelización acompañe estas Jornadas y bendiga sus esfuerzos.

[1] Discurso del Papa Benedicto XVI a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, enero, 2007.

[2] Cfr. 1Jn 1,3; 1Co 12, 12-13

[3] Cfr. Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte, n. 30

[4] Benedicto XVI, Discurso en la IV Asamblea Eclesial Nacional Italiana, Verona, 19 de octubre 2006.

[5] Discurso de Apertura del Papa Juan Pablo II a la XIX Asamblea del Consejo del Episcopado Latinoamericano, Puerto Príncipe, Haití, 9 de marzo, 1983.

[6] Cfr. Benedicto XVI, Discurso a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, enero, 2007).

[7] Benedicto XVI, Discurso en la IV Asamblea Eclesial Nacional Italiana, Verona, 19 de octubre de 2006.

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ZENIT Staff

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