Diálogo católico-anglicano: María no tiene por qué ser obstáculo a la comunión eclesial

Presentada la «Declaración de Seattle», de la Comisión Internacional Anglicano-Católica (ARCIC)

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SEATTLE/LONDRES, miércoles, 18 mayo 2005 (ZENIT.org).- «María: Gracia y Esperanza en Cristo», la histórica declaración conjunta anglicano-católica sobre el papel de la Virgen en la doctrina y la vida de la Iglesia, presentada el lunes en Seattle (EE. UU.), representa un instrumento para que María no sea considerada como un obstáculo a la unidad entre las dos Iglesias.

También llamada «Declaración de Seattle» –ciudad donde concluyó el pasado febrero la redacción–, el documento conjunto es fruto de seis años de diálogo teológico entre católicos y anglicanos que impulsa en el seno de ARCIC (Comisión Internacional Anglicano-Católica) el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el Consejo Consultivo anglicano.

El texto no es una declaración de autoridad de la Iglesia Católica o de la Comunión Anglicana, sino que con su publicación (a cargo de «Continuum/Morehouse Publishing USA/UK») se ofrece al estudio y evaluación de las Iglesias.

El arzobispo católico de Seattle, monseñor Alexander J. Brunett –co-presidente de ARCIC– fue el anfitrión de la presentación durante una solemne liturgia de Vísperas en la catedral católica de Saint James. Estuvo presente igualmente su homólogo anglicano en la Comisión, el arzobispo Peter Carnley, primado de la Iglesia Anglicana en Australia.

«Este documento representa una reflexión prolongada de un aspecto de la fe cristiana en el que muchos cristianos han hallado fortaleza espiritual. Esperamos que todos los cristianos serán ayudados por esta declaración para entender por qué María ha sido una figura de tal importancia», afirmó en Seattle el co-secretario de ARCIC, el reverendo Gregory Cameron –según cita la Comunión Anglicana–.

En los últimos años, la Comisión ha publicado otras cuatro declaraciones: «Salvación y la Iglesia» (1987), «La Iglesia como comunión» (1991), «Vida en Cristo» (1994) y «El don de la autoridad» (1999). Fue en 1999 cuando la Comisión comenzó su consideración acerca del papel de la Virgen María en la vida y doctrina de la Iglesia.

«María: Gracia y Esperanza en Cristo» es «doctrinalmente uno de los documentos más importes fruto del diálogo de ARCIC», reconoció el lunes uno de los 18 teólogos procedentes de diez países que integran la Comisión conjunta –redactora del nuevo documento–, el obispo católico de Nottingham (Inglaterra) Malcom MacMahon OP, según difundió «Catholic Communications Network» –la oficina de relaciones con los medios de la Conferencia episcopal católica de Inglaterra y Gales–.

En una «Introducción» (publicada tanto por el episcopado católico de Inglaterra y Gales como por la Comunión Anglicana) a la «Declaración de Seattle», el padre Donald Bolen –co-secretario de ARCIC, también estuvo en la presentación– explica que, aunque la Virgen María ha tenido un lugar importante en la vida y liturgia de anglicanos y católicos, los dogmas marianos de la Inmaculada Concepción y de la Asunción, así como la devoción mariana en la Iglesia católica, han sido vistos como puntos que han separado a las Iglesias anglicana y católica.

Ya en una declaración de 1981 –«Authority in the Church II»– ARCIC observó que los dos dogmas «suscitan un problema especial para aquellos anglicanos que no consideran que las definiciones precisas dadas por estos dogmas están suficientemente apoyadas por la Escritura».

El nuevo documento no resuelve completamente estas diferencias, pero aclara la distinción entre el contenido de los dogmas y la autoridad por la que fueron definidos. La declaración conjunta trabaja desde las conclusiones de «El don de la autoridad» (antes citado). Es a lo que se refieren los redactores del nuevo documento cuando dicen que si sus conclusiones fueran aceptadas por ambas Iglesias, esto «situaría las cuestiones sobre la autoridad que surgieron de las dos definiciones de 1854 y 1950 (de los dogmas por parte de la Iglesia católica, Ndr.) en un nuevo contexto ecuménico».

En los trabajos de la ARCIC, apuntó el obispo McMahon que el contenido de los dogmas pudo examinarse en el marco de la Escritura y la Tradición, más que desde el punto de vista de la autoridad bajo la cual se definieron.

La declaración es un «logro considerable para aumentar la profundidad del entendimiento de cada postura eclesial», dijo. Significa, añadió, que «las diferentes comprensiones de María no tienen por qué ser un obstáculo a la comunión eclesial».

De acuerdo con el prelado inglés, uno de los avances ha sido contemplar a María a través de la Carta de San Pablo a los Romanos (8,28-30), de forma que el texto paulino, en la «Declaración de Seattle», ha sido una clave interpretativa para la comprensión de María.

«Los miembros anglicanos de la Comisión fueron ayudados en su comprensión del papel de María en nuestra salvación contemplando las modernas doctrinas a través de los ojos de San Pablo, utilizando su lenguaje de Llamada, Conversión, Justificación y Glorificación», explicó el obispo McMahon.

Añadió que uno de los beneficios del documento será ayudar a cada Iglesia a entender la eclesiología de la otra.

«Nuestra comprensión católica de María está fuertemente conectada a la comunión de los santos», aclaró. «Creemos que María, como la Reina del Cielo, tienen una función salvífica continua en la Iglesia. Creemos que la Iglesia tiene una dimensión –la comunión de los santos– que se extiende más allá de esta tierra, y esto afecta nuestra comprensión de la Iglesia. La eclesiología está en el corazón de mucho del diálogo anglicano-católico».

Observó igualmente que la sección de la devoción a María en la tradición anglicana –por ejemplo en su liturgia– ayudará a mostrar tanto a católicos como a algunos anglicanos la importancia de la tradición mariana anglicana.

«La comprensión anglicano-católica ha sido enormemente fortalecida con este diálogo», reconoció el obispo McMahon. «Lo que hemos hecho es poner un enlosado en el camino hacia la unidad cristiana».

«María: Gracia y Esperanza en Cristo», en esencia

La «Declaración de Seattle» representa el primer diálogo internacional bilateral que se ocupa del tema del papel de María en la Iglesia, explica la «Introducción» al documento preparada por el padre Donald Bolen.

Desde el inicio, ARCIC ha buscado llevar a cabo un diálogo fundado en los Evangelios y en las antiguas tradiciones comunes, intentando descubrir y desarrollar nuestra herencia común de fe, añade el co-secretario de la Comisión.

Precisamente esta atención a «nuestros fundamentos comunes» dio forma a las primeras dos secciones del documento: la primera traza el lugar de María en las Escrituras. Y es que, de acuerdo con la declaración, «es imposible ser fieles a las Escrituras sin prestar la atención debida a María».

El párrafo 30 del documento sintetiza el tratamiento de María en las Escrituras: «El testimonio escriturístico convoca a todos los creyentes de toda generación a llamar a María “bendita”; esta mujer judía de condición humilde, esta hija de Israel que vivía en la esperanza de justicia para el pobre, a quien Dios llenó de gracia y eligió para ser la madre virginal de su Hijo por la acción del Espíritu Santo. Tenemos que bendecirla como la “esclava del Señor” que dio su asentimiento incondicional al cumplimiento del plan salvífico de Dios, como la madre que meditaba todas las cosas en su corazón, como la refugiada en busca de asilo en tierra extranjera, como la madre traspasada por el sufrimiento inocente de su propio hijo, y como la mujer a la que Jesús confió a sus amigos. Somos uno con ella y los apóstoles cuando r
uegan la efusión del Espíritu sobre la Iglesia naciente, la familia escatológica de Cristo. Y podemos incluso vislumbrar en ella el destino final del pueblo de Dios al participar en la victoria de su hijo sobre el poder del mal y de la muerte».

La segunda sección del documento se ocupa primero de María en las «antiguas tradiciones comunes», esto es, en los primeros Concilios de la Iglesia, que son de autoridad tanto para anglicanos como para católicos, y en los escritos de los «Padres de la Iglesia», teólogos de los primeros siglos de la cristiandad. El texto –continúa el padre Bolen– subraya la importancia central de la temprana comprensión de la Iglesia relativa a María como «Theotókos» (la Madre de Dios, la Palabra encarnada).

A continuación repasa «el crecimiento de la devoción a María en los siglos medievales, y las controversias teológicas asociadas a ellos», mostrando «cómo algunos excesos en la devoción al final del medioevo, y reacciones en su contra por parte de los Reformadores, contribuyeron a una brecha de comunión entre nosotros».

Finalmente la sección traza los siguientes desarrollos tanto en el Anglicanismo como en la Iglesia Católica y apunta la importancia de contemplar a María unida inseparablemente con Cristo y la Iglesia.

Los dogmas marianos
Según aclara el padre Bolen, la convergencia establecida en las primeras dos secciones del documento proporciona fundamentos para aproximarse a los dos dogmas marianos.

La tercera sección del documento empieza contemplando a María y su papel en la historia de la salvación en el marco de «una teología de gracia y esperanza». El texto recurre a la Carta de San Pablo a los Romanos, donde el apóstol sienta un patrón de gracia y esperanza operativa en la relación entre Dios y la humanidad: «(Dios) a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó» (Rm 8,30)

Este patrón se ve claramente en la vida de María, apunta la explicación del co-secretario de ARCIC. Ella fue «señalada desde el inicio como la elegida, llamada y llena de gracia por Dios a través del Espíritu Santo para la tarea que recaía en ella» (párrafo 54 del documento). En el «fiat» libremente pronunciado por María –«Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38)— vemos «el fruto de su preparación previa, indicada en la afirmación de Gabriel respecto a ella como “llena de gracia”» (párrafo 55).

El documento (párrafo 59) –constata el padre Bolen– vincula esta afirmación a lo que se profesa en el dogma de la Inmaculada Concepción de María: «En vista de su vocación a ser la madre del Santo (Lc 1,35), podemos afirmar juntos que la obra redentora de Dios alcanzó a María en las profundidades de su ser y en sus inicios más tempranos. Esto no es contrario a la enseñanza de la Escritura, y puede sólo ser comprendido a la luz de la Escritura. Los católicos reconocen en esto lo que se afirma en el dogma –concretamente “preservada de toda mancha de pecado original” y “desde el primer momento de su concepción”».

Sucesivamente –explica la «Introducción» preparada por el padre Bolen– el documento propone que así como la gracia fue operativa en el inicio de la vida de María, así también la Escritura da fundamentos para confiar en que aquellos que siguen fielmente los planes de Dios serán llevados a Su presencia.

Mientras «no hay testimonio directo en la Escritura relativo al final de la vida de María» (párrafo 56), «cuando los cristianos de Oriente y Occidente por generaciones han meditado la obra de Dios en María, han discernido en la fe… que es apropiado que el Señor la llevara completamente a Él: en Cristo, ella ya es una nueva creación…» (párrafo 58).

Haciendo nuevamente un enlace entre esta comprensión de la gracia y la esperanza en la vida de María y el dogma de la Asunción de la Virgen –observa el padre Bolen– el documento dice: «Podemos afirmar juntos la doctrina de que Dios ha llevado a la Santísima Virgen María en la totalidad de su persona a Su gloria como conforme a la Escritura, y que puede sólo ser comprendida a la luz de la Escritura. Los católicos reconocen que esta enseñanza sobre María se contiene en el dogma» (párrafo 58).

La Comisión no resuelve completamente las diferencias entre anglicanos y católicos relativas a los dos dogmas, dado que las conclusiones antes enunciadas se refieren al contenido mariano de los dogmas, no a la autoridad por la que fueron definidos –puntualiza el padre Bolen–.

Aún así –sigue–, los redactores de ARCIC tienen confianza en proponer que si los argumentos contenidos en el documento fueran aceptados por la Comunión Anglicana y la Iglesia católica, esto «situaría las cuestiones relativas a la autoridad que surgieron de las dos definiciones (de los dogmas. Ndr) de 1854 y 1950 en un nuevo contexto ecuménico» (párrafos 78, 61-63).

El tema de la devoción mariana se trata en la sección final del documento, que comienza con la afirmación: «Estamos de acuerdo en que al comprender a María como el ejemplo humano más completo de la vida de gracia, estamos llamados a reflexionar en las lecciones de su vida recogidas en la Escritura y a unirnos a ella como uno solo no muerto, sino verdaderamente vivo en Cristo» (párrafo 65).

La devoción mariana y la invocación a María no supone oscurecer o disminuir la mediación única de Cristo, según el documento, que concluye: «Afirmando juntos sin ambigüedad la mediación única de Cristo, que lleva fruto en la vida de la Iglesia, no consideramos la práctica de pedir a María y a los santos que rueguen por nosotros como división de la comunión… creemos que no hay razón teológica para la división eclesial en estas materias».

ARCIC (Comisión Internacional Anglicano-Católica) –instituida en 1970– e IARCCUM (Comisión Internacional Anglicano-Católica para la Unidad y la Misión) –desde el año 2000– son las dos estructuras a través de las cuales se lleva a cabo el diálogo teológico entre católicos y anglicanos.

ARCIC concentra su trabajo en los temas de controversia teológica entre católicos y anglicanos. IARCCUM tiene como fin reforzar los objetivos de ARCIC, además de hallar estrategias para traducir en hechos concretos el grado de comunión espiritual alcanzado.

El diálogo al que convocaron Pablo VI y el arzobispo de Canterbury –Michael Ramsey—en 1966 se estableció en 1970: la primera fase del trabajo de ARCIC (1970-1981) se tradujo en las declaraciones sobre la Eucaristía, el ministerio y dos sobre la autoridad en la Iglesia; la segunda fase de trabajo de ARCIC (1983 hasta el presente) incluyó declaraciones sobre la salvación y justificación, la naturaleza de la Iglesia, más trabajo sobre la autoridad de la Iglesia y ahora sobre el papel de la Virgen María en la doctrina y vida de la Iglesia.

El jueves «María: Gracia y Esperanza en Cristo» también se presentará conjuntamente en la Abadía de Westminster (Londres, Inglaterra).

Este documento sobre María –fruto del trabajo de los 18 miembros de la Comisión (los anglicanos son nombrados por el arzobispo de Canterbury en consulta con la Oficina de la Comunión Anglicana, mientras que los católicos son designados por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos)– completa la segunda fase del trabajo de ARCIC. Se anticipa –dice el padre Bolen– que una tercera fase de trabajo iniciará a su debido tiempo.

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ZENIT Staff

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