Dios nos enseña a amar a los niños y débiles, afirma el Papa en Nochebuena

Preside la misa del gallo en la basílica de San Pedro del Vaticano

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 25 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Al hacerse niño, Dios nos enseñó a amar a los pequeños y a los débiles, constató Benedicto XVI en la misa de Nochebuena.

La homilía del Papa, en la celebración eucarística que presidió en la basílica de San Pedro del Vaticano, se convirtió en un llamamiento «a respetar a los niños».

«El niño de Belén nos hace poner los ojos en todos los niños que sufren y son explotados en el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos», reconoció.

«Dios nos enseña así a amar a los pequeños –añadió en el acto litúrgico que fue transmitido por 84 canales de televisión de 47 países–. A amar a los débiles. A respetar a los niños».

El obispo de Roma fijó su atención «en los niños convertidos en soldados y encaminados a un mundo de violencia; en los niños que tienen que mendigar; en los niños que sufren la miseria y el hambre; en los niños carentes de todo amor».

«En todos ellos, es el niño de Belén quien nos reclama; nos interpela el Dios que se ha hecho pequeño», aseguró.

La homilía se convirtió de este modo en una oración «para que el resplandor del amor de Dios acaricie a todos estos niños».

«Pidamos a Dios que nos ayude a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que se respete la dignidad de los niños; que nazca para todos la luz del amor, que el hombre necesita más que las cosas materiales necesarias para vivir», exhortó.

En el Niño Jesús, explicó, Dio «ya no está lejos. No es desconocido. No es inaccesible a nuestro corazón».

«Se ha hecho niño por nosotros y así ha disipado toda ambigüedad. Se ha hecho nuestro prójimo, restableciendo también de este modo la imagen del hombre que a menudo se nos presenta tan poco atrayente».

«Dios se ha hecho don por nosotros. Se ha dado a sí mismo. Por nosotros asume el tiempo. Él, el Eterno que está por encima del tiempo, ha asumido el tiempo, ha tomado consigo nuestro tiempo».

«Entre tantos regalos que compramos y recibimos», en Navidad, dijo, «no olvidemos el verdadero regalo: darnos mutuamente algo de nosotros mismos. Darnos mutuamente nuestro tiempo».

La oración de los fieles se rezó en alemán, portugués, árabe, filipino, polaco, y francés.

En árabe, se rezó para que «todos los que se reconocen en la fe de Abraham» [cristianos, judíos y musulmanes], vivan «el espíritu del diálogo, de la muta comprensión y colaboración, para crear obras de pacífica convivencia en medio de los pueblos».

Al concluir la celebración eucarística, los peregrinos visitaron el portal de Belén instalado delante del obelisco de la plaza de San Pedro, con una extensión de unos 400 metros cuadrados. A su lado se encuentra el árbol de Navidad, que este año procede de la región italiana de Calabria.

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ZENIT Staff

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