Dios suscita en el malvado un «estremecimiento» de conversión; dice el Papa

Meditación sobre la justicia divina en el cántico de Sirácida

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CIUDAD DEL VATICANO, 23 enero 2002 (ZENIT.org).- Dios «se pone del lado de las víctimas» de la violencia y la opresión, y suscita en el «malvado un estremecimiento que lo lleve a la conversión», aseguró este miércoles Juan Pablo II.

Al encontrarse con unos cuatro mil peregrinos en el Vaticano, durante la tradicional audiencia general, el pontífice se sirvió del cántico de un sabio judío, Sirácida, cuyo original fue escrito entre los años 190 y 180 a. C., para ofrecer una apasionante descripción de la justicia divina.

«El Dios de la Biblia no es indiferente ante el mal –aseguró el Papa–. Y si bien sus caminos no son nuestros caminos, y sus tiempos y proyectos son diferentes a los nuestros, se pone del lado de las víctimas y se presenta como juez severo de los violentos, de los opresores, de aquellos que triunfan sin conocer la piedad».

«Pero su intervención no busca la destrucción», siguió aclarando el pontífice, ofreciendo una meditación que habría apasionado a Emond Dates, el Conde de Monte Cristo, de Alexandre Dumas.

«Al mostrar su potencia y su fidelidad en el amor, puede generar también en la conciencia del malvado un estremecimiento que lo lleve a la conversión», afirmó.

El Papa Wojtyla siguió meditando de este modo en los Salmos y cánticos del Antiguo Testamento que ha pasado a formar parte de la oración de los cristianos en la Liturgia de las Horas.

En esta ocasión, escogió un pasaje del libro de Sirácida (36, 1-5, 10-13), tradicionalmente llamado Eclesiástico, en el que «La Biblia se revela como un diálogo entre Dios y la humanidad, un encuentro sellado por la palabra divina, de gracia, de amor».

Se trata de una imploración para que Dios intervenga a favor de Israel contra las naciones extranjeras que le oprimen. En el pasado, Dios demostró su santidad al castigar las culpas de su pueblo, poniéndolo en manos de sus enemigos. Ahora el creyente pide a Dios que demuestre su grandeza reprimiendo la prepotencia de sus opresores, instaurando una nueva era de colores mesiánicos.

«En cierto sentido –constató–, puede considerarse como un modelo de oración para ser usado en tiempo de persecución y opresión, como sucedía cuando vivía el autor, bajo el dominio más bien duro y severo de los soberanos extranjeros sirio-helénicos».

«En la Biblia, el lamento de los que sufren no acaba nunca en la desesperación –subrayó–, sino que siempre está abierto a la esperanza. Se funda en la certeza de que el Señor no abandona a sus hijos».

«Desde la eternidad, Dios tiene un proyecto de amor y de salvación destinado a todas las criaturas, llamadas a convertirse en su pueblo», concluyó. Este designio lo ha realizado en Jesucristo.

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ZENIT Staff

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