Discurso a la nueva embajadora de las Seychelles ante la Santa Sede

“Que la actividad económica respete más el medio ambiente”

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 19 diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa entregó este jueves a la nueva embajadora de la República de las Seychelles ante la Santa Sede, Vivianne Fock Tave, al recibirla en el Vaticano junto a otros cuatro embajadores con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.

 

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Señora Embajadora,

Con placer la acojo esta mañana en el momento en que presenta las Cartas que le acreditan en calidad de Embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la República de las Seychelles ante la Santa Sede. Le agradezco que me haya transmitido los saludos de su Excelencia el Señor James Alix Michel, Presidente de la República, que tuve el honor de recibir durante su reciente visita a la Santa Sede. Le estaría muy agradecido si quisiera expresarle mi gratitud por la cordialidad manifestada durante nuestro encuentro. A través suyo, saludo también a las autoridades, los diversos responsables políticos y el conjunto del pueblo seychelense.

Su País continúa progresando y afirmándose sobre la vía de la paz, la prosperidad y la estabilidad. Sin ninguna duda, éste es el resultado de los esfuerzos persistentes y de la contribución generosa de todas las esferas políticas y sociales, de los sectores públicos y privados. Estoy contento de felicitar al Gobierno y al pueblo de las Seychelles por haber superado el desafío de la crisis económica mundial, constatado por un repunte del turismo y de las inversiones extranjeras directas, por un impulso de la economía nacional, proporcionando un espacio fiscal favorable a la reducción de la deuda y de los gastos prioritarios.

Sin embargo, la liberalización de la economía preservando las conquistas sociales es una mutación que no requiere un cambio de mentalidades: se trata pues de acompañar esta evolución para anticipar los efectos no siempre controlables en el tiempo dando una base ética necesaria y jugando la carta de la responsabilidad. “Todos tienen el derecho a participar en la vida económica y el deber de contribuir, según sus capacidades, en el progreso de su país y de toda la familia humana” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 333).

La programación del desarrollo económico debe también considerar atentamente la necesidad de respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza porque los recursos naturales son limitados y algunos no son renovables. La solución del problema ecológico exige que la actividad económica respete más el medio ambiente, conciliando las exigencias con las de la protección medioambiental “para reforzar la alianza entre el ser humano y el medio ambiente” (Caritas in veritate n. 50).

Aprecio en particular, en este ámbito, la iniciativa del Gobierno para restaurar y preservar la barrera de coral. Ésta es la primera línea de defensa al elevarse el nivel del océano y sigue siendo también un hábitat importante para la cría de peces -principal aporte de proteína del País. También proporciona ingresos y empleos en los sectores de la pesca y del turismo. Es por tanto necesario que los consumidores y los agentes de actividades industriales desarrollen una mayor responsabilidad en sus comportamientos.

Aumentar la responsabilidad de todos entraña también una cooperación activa y eficaz por el respeto y la protección de la dignidad humana frente a todo intento de proponer imágenes reduccionistas y deformadas, o una instrumentalización de cada persona. El turismo internacional, factor notable de desarrollo económico y de crecimiento cultural, puede transformarse en ocasión de explotación y de degradación moral (cf. Caritas in veritate n. 61). Sólo el reconocimiento de la dignidad humana hace posible el crecimiento común y personal de todos (St 2, 1-9).

Para favorecer este desarrollo humano integral y reforzar también la solidaridad entre generaciones, es necesario proteger la familia. Promovida y apoyada por el Estado y la sociedad, la familia tiene una función totalmente original e irreemplazable en la educación de los niños. Con la familia, su Nación continuará construyendo su futuro dando una formación apropiada a sus jóvenes generaciones para que sean capaces de trascender los límites en los que se les querría a veces encerrar y dándoles los medios concretos para luchar contra los males sociales, especialmente el paro y la droga. Desde este punto de vista, destaco y animo una vez más los esfuerzos otorgados desde hace mucho tiempo para desarrollar un sistema educativo de calidad. Conviene también apoyar a los más desfavorecidos y luchar contra la corrupción garantizando una igualdad objetiva ante la ley entre las diversas clases sociales.

Por su parte, la Iglesia local desea continuar aportando a su Nación una contribución específica, tanto para apoyar a la familia, la educación y la formación de los jóvenes como para el desarrollo humano integral de cada persona. Ese desarrollo implica un crecimiento espiritual y no sólo material, cuyo criterio de orientación se encuentra en la fuerza activa de la caridad en la verdad (cf. Caritas in Veritate n. 76.77). La búsqueda espiritual que habita en el corazón de los seychelenses encuentra en Cristo su sentido y su plenitud; ésta dinamiza toda la sociedad, con la capacidad de insuflar la fuerza de la reconciliación para promover la justicia, la fraternidad y para construir la prosperidad y la paz. Con este objetivo, aliento la continuación de esa colaboración y deseo saludar calurosamente, a través suyo, al Obispo de Puerto Victoria y a sus colaboradores, así como al conjunto de fieles católicos presentes en su país.

En el momento en que inicia su noble misión de representación ante la Santa Sede, deseo renovar la expresión de mi satisfacción por las excelentes relaciones que mantienen la República de las Seychelles y la Santa Sede, y le dirijo, Señora Embajadora, mis mejores deseos para el buen cumplimiento de su misión. Tenga la certeza de que siempre encontrará en mis colaboradores la acogida y la comprensión que pueda necesitar. Sobre Su Excelencia, su familia y sus colaboradores, así como sobre el Pueblo de las Seychelles y sobre sus Dirigentes, invoco de corazón abundantes Bendiciones divinas.

[Traducción del original francés por Patricia Navas

©Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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