Discurso del Papa a la asamblea del Consejo Pontifico para los Laicos

CASTEL GANDOLFO viernes, 22 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI este viernes al recibir en audiencia a la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para los Laicos.

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Señores cardenales,
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos hermanos y hermanas:

Tengo la alegría de encontrarme por primera vez con vosotros, queridos miembros y consultores del Consejo Pontificio para los Laicos, reunidos con motivo de la asamblea plenaria. Vuestro Consejo Pontificio tiene la peculiaridad de contar, entre sus miembros y consultores, junto a cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos, a una mayoría de fieles laicos, provenientes de diferentes continentes y países, y de las más variadas experiencias apostólicas. Os saludo a todos con afecto y os doy las gracias por el servicio que prestáis a la Sede de Pedro y a la Iglesia difundida en todas las partes del mundo. Mi saludo se dirige de manera especial al presidente, el arzobispo Stanislaw Rylko, a quien doy las gracias por sus gentiles palabras, al secretario, el obispo Josef Clemens, y a cuantos trabajan cotidianamente en vuestro dicasterio.

Durante los años de mi servicio a la Curia Romana ya había podido darme cuenta de la creciente importancia asumida por el Consejo Pontificio para los Laicos en la Iglesia; importancia que constato aún más desde que el Señor me llamó a suceder al siervo de Dios Juan Pablo II en la guía de todo el pueblo cristiano, pues tengo la posibilidad de ver más de cerca el trabajo que realizáis. De hecho, he podido presidir dos encuentros de indudable importancia eclesial promovidos por vuestro dicasterio: la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Colonia en el mes de agosto del año pasado, y el encuentro celebrado en la Plaza de San Pedro, en la Vigilia de Pentecostés de este año, con la presencia de más de cien movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Pienso, además, en el primer congreso latinoamericano, organizado en colaboración con el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en Bogotá, del 9 al 12 de marzo de 2006, en preparación de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

Tras haber examinado, en la precedente asamblea plenaria, la naturaleza teológica y pastoral de la comunidad parroquial, ahora estáis afrontando la cuestión desde un punto de vista operativo, buscando elementos útiles para favorecer una auténtica renovación parroquial. El tema de vuestro encuentro es «Volver a encontrar la parroquia. Caminos de renovación». De hecho, el aspecto teológico pastoral y el operativo no pueden disociarse, si se quiere acceder al misterio de comunión del que la parroquia está llamada a ser cada vez más signo e instrumento de aplicación. En los Hechos de los Apóstoles, el evangelista Lucas presenta los criterios esenciales para una adecuada comprensión de la naturaleza de la comunidad cristiana y, por tanto, también de toda parroquia, cuando describe a la primera comunidad de Jerusalén perseverando en la escucha de la enseñanza de los apóstoles, en la unión fraterna, en la fracción del pan y en la oración», una comunidad acogida y solidaria hasta el punto de que todo lo ponía en común (Cf. 2,42; 4,32-35).

La parroquia puede revivir esta experiencia y crecer en el entendimiento y en la fraterna cohesión si reza incesantemente y si permanece a la escucha de la Palabra de Dios, sobre todo si participa con fe en la celebración de la Eucaristía presidida por el sacerdote. Escribía en este sentido el querido Juan Pablo II en su última encíclica «Ecclesia de Eucharistia»: «La parroquia es una comunidad de bautizados que expresan y confirman su identidad principalmente por la celebración del Sacrificio eucarístico» (n. 32). La deseada renovación de la parroquia, por tanto, no puede surgir sólo de oportunas iniciativas pastorales, por más útiles que sean, ni de planes de pizarra. Inspirándose en el modelo apostólico, tal y como aparece en los Hechos de los Apóstoles, la parroquia «vuelve a encontrarse» en el encuentro con Cristo, especialmente en la Eucaristía. Alimentada por el pan eucarístico, crece en la comunión católica, camina en la fidelidad plena al Magisterio y está siempre atenta a acoger y discernir los diferentes carismas que el Señor suscita en el Pueblo de Dios. De la unión constante con Cristo, la parroquia saca vigor para comprometerse sin cesar en el servicio a los hermanos, particularmente a los pobres, para quienes representa de hecho el primer referente.

Queridos hermanos y hermanas: mientras os expreso profundo agradecimiento por la actividad de animación y de servicio que desempeñáis, deseo de corazón que las sesiones de trabajo de la asamblea plenaria contribuyan a hacer que los fieles laicos sean cada vez más conscientes de su misión en la Iglesia, en particular, dentro de la comunidad parroquia, que es una «familia» de familia cristianas. Por esta intención aseguro un constante recuerdo en la oración, e invocando sobre cada uno la maternal protección de María os imparto de corazón mi bendición a todos vosotros, a vuestras familias y a las comunidades a las que pertenecéis.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit
© Copyright 2006 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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