Discurso del Papa a sindicalistas católicos

“La solidaridad y la responsabilidad, necesarias para superar la crisis”

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 2 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso del Papa a los miembros de la la Confederación Italiana Sindical de los Trabajadores (Confederazione Italiana Sindacati Lavoratori, CISL), a quienes recibió en audiencia el pasado sábado por la mañana en la Sala Clementina del palacio Apostólico Vaticano.

* * *

Ilustres señores, gentiles señoras:

Con viva complacencia os acojo y saludo cordialmente a los miembros del grupo dirigente de la Confederación Italiana Sindical de los Trabajadores: saludo particularmente al secretario general, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Él ha recordado que precisamente hace 60 años, la CISL daba sus primeros pasos tomando parte activa en la fundación del sindicato libre internacional y contribuía a la naciente entidad con el fundamento en los principios de la doctrina social de la Iglesia y la práctica de un sindicalismo libre y autónomo de facciones políticas y de los partidos. Estas mismas orientaciones intentáis llevar a la práctica hoy, deseando continuar extrayendo del magisterio social de la Iglesia inspiración para vuestra actuación, con el fin de tutelar los intereses de los trabajadores y de las trabajadoras y de los jubilados de Italia. Como ha afirmado oportunamente el secretario general, el gran desafío y oportunidad, que la preocupante crisis económica del momento invita a saber aprovechar, consiste en encontrar una nueva síntesis entre bien común y mercado, entre capital y trabajo. Y en este ámbito es significativa la contribución que pueden aportar las organizaciones sindicales.

En el pleno respeto de la legítima autonomía de toda institución, la Iglesia, experta en humanidad, no se cansa de ofrecer la contribución de su enseñanza y de su experiencia a aquellos que pretenden servir a la causa del hombre, del trabajo y del progreso, de la justicia social y de la paz. Su atención a las problemáticas sociales ha crecido a lo largo del último siglo. Precisamente por esto, mis venerados predecesores, atentos a los signos de los tiempos, no han dejado de proporcionar oportunas indicaciones a los creyentes y a los hombres de buena voluntad, iluminándolos en su empeño en la salvaguardia de la dignidad del hombre y de las reales exigencias de la sociedad.

En el alba del siglo XX, con la encíclica Rerum novarum, el Papa León XIII hizo una encendida defensa de la dignidad inalienable de los trabajadores. Las orientaciones ideales, contenidas en este documento, contribuyeron a reforzar la animación cristiana de la vida social; y esto se tradujo, por otro lado, en el nacimiento y consolidación de no pocas iniciativas de interés civil, como los centros de estudio social, las sociedades obreras, las cooperativas y los sindicatos. Se verificó también un notable impulso hacia una legislación del trabajo respetuosa de las legítimas expectativas de los obreros, especialmente de las mujeres y de los menores, y se obtuvo también una sensible mejora de los salarios y de las mismas condiciones de trabajo. De esta encíclica, que ha tenido «el privilegio» de ser conmemorada por sucesivos documentos pontificios, Juan Pablo II quiso solemnizar su centenario publicando la encíclica Centesimus annus, en la que observa que la doctrina social de la Iglesia, especialmente en este último periodo histórico, considera al hombre enmarcado en la compleja red de relaciones que es típica de las sociedades modernas. Las ciencias humanas, por su parte, contribuyen a que pueda entenderse cada vez mejor a sí mismo, en cuanto ser social. «Sólo la fe, sin embargo –señala mi venerado predecesor– le revela completamente su verdadera identidad, y precisamente de ella nace la doctrina social de la Iglesia, la cual, valiéndose de todas las aportaciones de las ciencias y de la filosofía, se propone asistir al hombre en el camino de la salvación (n. 54).

En su precedente encíclica social Laborem exercens de 1981, dedicada al tema del trabajo, el Papa Juan Pablo II había subrayado que la Iglesia nunca ha dejado de considerar el problema del trabajo dentro de una cuestión social que ha ido asumiendo progresivamente dimensiones mundiales. Al contrario, el trabajo –insiste– se ve como la «clave esencial» de toda la cuestión social, porque condiciona el desarrollo no sólo económico, sino también cultural y moral, de las personas, de las familias, de las comunidades y de la humanidad entera (cfr n. 1). Siempre en este importante documento se resaltan el papel y la importancia estratégica de los sindicatos, definidos como «un elemento indispensable de la vida social, especialmente en las modernas sociedades industrializadas» (cf. n. 20).

Hay otro elemento que vuelve frecuentemente en el magisterio de los Papas del siglo XX, y es el llamamiento a la solidaridad y a la responsabilidad. Para superar la crisis económica y social que estamos viviendo, sabemos que es necesario un esfuerzo libre y responsable por parte de todos; es decir, es necesario superar los intereses particulares y de sector, para afrontar juntos y unidos las dificultades que atraviesan todos los ámbitos de la sociedad, y especialmente el mundo del trabajo. Nunca como hoy se ha advertido una urgencia semejante; las dificultades que atraviesa el mundo del trabajo empujan a una concertación efectiva y más compacta entre todos los componentes de la sociedad. La llamada a una colaboración encuentra significativas referencias también en la Biblia. Por ejemplo, en el libro del Qohelet leemos: «Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante» (4,9-10). Auguro por tanto que de la actual crisis mundial brote la voluntad común de dar vida a una nueva cultura de la solidaridad y de la participación responsable, condiciones indispensables para construir juntos el futuro de nuestro planeta.

Queridos amigos, que la celebración del 60 aniversario de la fundación de vuestra organización sindical sea motivo para renovar el entusiasmo de los comienzos y para redescubrir aún más vuestro carisma original. El mundo necesita personas que se dediquen con desinterés a la causa del trabajo en el respeto pleno a la dignidad humana y del bien común. La Iglesia, que aprecia el papel fundamental de los sindicatos, os está cercana hoy como ayer, y está dispuesta a ayudaros, para que podáis cumplir lo mejor posible vuestro deber en la sociedad. En la fiesta de hoy de san Juan Bosco, deseo finalmente confiar la actividad y los proyectos de vuestro sindicato a este Apóstol de los jóvenes, que con gran sensibilidad social hizo del trabajo un precioso instrumento de formación y de educación de las nuevas generaciones. Invoco también sobre vosotros y vuestras familias la protección de la Virgen y de san José, buen padre y trabajador experto que cuidó día a día de la familia de Nazaret. Por mi parte os aseguro un recuerdo en la oración, mientras que os bendigo con afecto a vosotros aquí presentes y a todos los inscritos en vuestra Confederación.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

© Copyright 2009 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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