Discurso del Papa de agradecimiento por el regalo del árbol de Navidad

A los fieles de Bolzano-Bressanone

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ROMA, viernes 17 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el discurso pronunciado este viernes por Benedicto XVI al recibir en el Vaticano a los peregrinos de la diócesis de Bolzano-Bressanone, con ocasión del regalo del árbol de Navidad que se colocará en la Plaza de San Pedro.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

¡Queridos amigos!

Con alegría doy la bienvenida a todos aquellos que me hacéis entrega de vuestro hermoso árbol de Navidad procedente de Luson. Os saludo de todo corazón a todos, empezando por el obispo Karl Golser, a quien doy las gracias por las afectuosas palabras que me ha dirigido. Con él saludo a los sacerdotes, los religiosos, los consejos parroquiales y a todos los fieles de las ciudades, de las localidades y de los valles de vuestra bella tierra, que está profundamente plasmada por la fe. Saludo al presidente de la provincia que comprende el Tirol del Sur y el alcalde de la ciudad de Bressanone. Le doy las gracias por las bellas palabras que me han dirigido y que me han transmitido verdaderamente la sensación de estar en casa en el Sudtirolo y de estar rodeado y acompañado por su amistad.

Dirijo un saludo también a los representantes de la ciudad de Bressanone y del municipio de Luson, del círculo de los Schützen de Bressanone y de la comunidad de distrito de Valle Isarco. Dirijo un particular Grüß Gott al alcalde de Natz-Schabs, que me otorgará la ciudadanía honoraria, en recuerdo de mi amada abuela por parte de madre, que nació en Raas, una fracción de este municipio. ¡Dirijo un cordial Vergelt’s Gott por este grato signo de vuestro afecto! En mi saludo incluyo también a todos los demás representantes de la vida pública además de a todos vosotros, que con los trajes tradicionales, la sugestiva música y las especialidades regionales habéis venido a Roma para dar a conocer las tradiciones de vuestra espléndida tierra.

Sé que este particular acontecimiento ha despertado interés y ha implicado a toda la población de la región. Sobre todo, como he sabido, las mujeres de Bressanone han trabajado en la preparación de las estrellas de paja que son decoraciones navideñas típicas del área de lengua alemana. Os doy las gracias a todos vosotros por el regalo particular de este abeto rojo así como por todos los demás árboles de Navidad, que decorarán el Palacio Apostólico y el área del Vaticano y que me hacen también sentir la presencia del Tirol del Sur en mi apartamento. Que esta generosa iniciativa exhorte a todos los habitantes del Sudtirolo a dar testimonio en el propio ambiente de los valores de la vida, del amor y de la paz que cada año nos encomienda la Navidad.

Este año el abeto de la plaza de San Pedro procede de la pintoresca Luson, no lejana del Sass de Putia, sobre los inmensos Dolomitas. La belleza extraordinaria de este paisaje nos invita a reconocer la grandeza de nuestro Creador, cuyo amor resplandece de modo incesante en su obra maravillosa de la naturaleza, para iluminar también el corazón del hombre y colmarlo de paz y de alegría.

Esta noche, al término de la ceremonia de entrega oficial, en presencia del cardenal Giovanni Lajolo, presidente de la Gobernación, se encenderán las luces que adornan el abeto. Este, recogido a una altitud de casi 1.500 metros y cortado sin provocar daño a la vida del bosque, quedará junto al belén hasta el final de las fiestas navideñas, y será admirado por los numerosos peregrinos y turistas procedentes de todas partes del mundo, como símbolo significativo de la luce que Cristo, con su nacimiento, ha traído a la humanidad. Él, el Mesías, se hizo hombre y vino en medio de nosotros, para disipar las tinieblas del error y del pecado, realizando “de modo insuperable la condescendencia de Dios” (Exhort. Ap. Verbum Domini, 11). Tener fe en Él significa acoger en uno mismo la luz que es Cristo Jesús.

El árbol de Navidad enriquece el valor simbólico del belén, que es un mensaje de fraternidad y de amistad; una invitación a la unidad y a la paz; una invitación a dejar sitio, en nuestra vida y en la sociedad, a Dios, el cual nos ofrece su amor omnipotente a través de la frágil figura de un Niño, porque quiere que respondamos libremente a su amor con nuestro amor. El belén y el árbol traen por tanto un mensaje de esperanza y de amor, y ayudan a crear el clima propicio para vivir en la justa dimensión espiritual y religiosa el misterio del nacimiento del Redentor.

Queridos amigos, de corazón auguro a todos los presentes y a vuestros paisanos una Navidad de recogimiento y de tranquilidad. Os aseguro que junto al Belén rezaré por vosotros, por vuestras familias y por todas las personas en vuestra región y os imparto a todos la bendición apostólica.

¡A todos una Santa Navidad!

[Traducción del original italiana por Inma Álvarez

Publicado en la edición de L’Osservatore Romano del 18 de diciembre de 2010]

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ZENIT Staff

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