Discurso del Papa en el concierto por sus 60 años de sacerdocio

El 9 de agosto en Castel Gandolfo

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Discurso del Papa en el concierto por sus 60 años de sacerdocio

Destaca que la música de Bach y Vivaldi refleja su profundo ánimo religioso

CASTEL GANDOLFO, miércoles 17 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció en el concierto celebrado en honor a sus 60 años de sacerdocio, el pasado 9 de agosto en Castel Gandolfo.

* * * * *

Señores cardenales,

venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio

reverendo señor decano,

estimados músicos,

¡queridos amigos!

A la estupenda música que todavía resuena en nuestros corazones, no se puede añadir nada. Debo decir, sin embargo, unas palabras de agradecimiento a todos los que han hecho posible y que han organizado este concierto aquí en Castel Gandolfo. Agradezco de corazón al señor decano por su discurso de saludo inicial, y sobre todo a los artistas -el maestro Albrecht Mayer, la violinista Arabella Steinbacher y el Ensemble “New Seasons”- por esta espléndida ejecución que llega al corazón. Estoy particularmente contento por el hecho de que hayáis querido ofrecer este concierto en ocasión del LX jubileo sacerdotal que mi hermano y yo, con la gracia divina, hemos podido celebrar juntos hace poco tiempo. Y usted, señor Mayer, ha colocado este concierto bajo el lema: “Lo que Dios hace, está bien hecho”, y así lo ha convertido, desde lo más íntimo, en un concierto de agradecimiento y de confianza creciente. ¡Infinitas gracias a vosotros por este regalo!

Esta noche hemos podido encontrarnos con dos exponentes de la música verdaderamente grandes del siglo XVIII: Antonio Vivaldi y Johann Sebastian Bach, maestro de maestros. 

Las dos piezas de Vivaldi que se han tocado esta noche forman parte de los llamados “concerti ripieni”, escritos para orquestas de cuerda y bajo continuo, la mayoría de los cuales tenían una intención didáctica, especialmente cuando Vivaldi enseñó en la “Pietá” uno de los orfanatos-conservatorio de Venecia para niñas. La estructura de tres tiempos con un breve “adagio” central es típica del gran artista italiano, pero esta uniformidad arquitectónica no es nunca monótona, porque -como hemos escuchado- el tratamiento de tono, el color orquestral, la dinámica del discurso musical, la masa armónica, el arte del contrapunto y de la imitación, convierten los conciertos de Vivaldi en un ejemplo de luminosidad y de belleza que transmite serenidad y alegría. Creo que esto provenía también de su fe. Vivaldi era un sacerdote católico, fiel a su Breviario y a sus prácticas de piedad. La escucha de su producción de música sacra revela su ánimo profundamente religioso.

Y este es un vínculo que lo une a Johann Sebastian Bach, luterano, admirador de Vivaldi de quien estudió y transcribió varios conciertos. “Soli Deo gloria”: esta frase aparece como un estribillo en los manuscritos de Bach – un leitmotiv de las cantatas de Bach como dice el opúsculo del programa- y constituye un elemento central para comprender la música del gran autor alemán. La profunda devoción fue un elemento esencial de su carácter, y su sólida fe sostuvo e iluminó toda su vida.

En la portada del «Kleines Orgelbüchlein» se pueden leer estas dos líneas: «Dem höchsten Gott allein zu Ehren, Dem Nächsten draus sich zu belehren» [Al Dios Altísimo para honrarlo, a los demás para instruirlos]. Bach tenía una concepción profundamente religiosa del arte: honrar a Dios y recrear el espíritu del hombre. Escuchando su música se recuerda el fluir de un arroyo, o quizás una gran construcción arquitectónica en la que todo está armoniosamente combinado, la reproducción de la perfecta armonía que Dios ha impreso en su creación. Bach es un espléndido “arquitecto de la música”, con un uso inigualable del contrapunto, un arquitecto guiado por un tenaz ésprit de géometrie, símbolo de orden y de sabiduría, reflejo de Dios y así la racionalidad pura se convierte en música en el sentido más elevado y puro, belleza esplendorosa. Esta noche hemos podido admirar este espíritu de Bach en las piezas iniciales tomadas de la monumental obra de fe que son las Cantatas, en esa música pura, cristalina de la Partitura N.2 en re menor para violín y en el bellísimo Concierto BWV 1060, propuesto en una versión que, probablemente, corresponde a la antigua.

Gracias de nuevo, también de parte de mi hermano, al señor decano, al maestro Mayer, a la violinista Arabella Steinbacher, al Ensemble “New Seasons”. A todos vosotros un sentido “Vergelt’s Gott” [Dios os lo pague]. De corazón os imparto a vosotros y a todos los presentes mi Bendición apostólica.

[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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