Documento vaticano redescubre la aportación de la Escritura judía

Entrevista con el secretario de la Comisión Pontificia Bíblica

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CIUDAD DEL VATICANO, 6 febrero 2002 (ZENIT.org).- La única postura «verdaderamente cristiana» ante el pueblo judío es «la estima y el amor». Esta es la conclusión a la que llega el documento «El pueblo judío y sus Santas Escrituras en la Biblia cristiana», recién publicado.

El texto, de 210 páginas, ha recibido una calurosa acogida por exponentes judíos de todo el mundo. Ha sido redactado por la Comisión Pontificia Bíblica y lo publica la Librería Editorial Vaticana.

Aunque no se trata de un documento magisterial, el texto tiene una importancia decisiva para la Iglesia católica, pues la Comisión depende de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de hecho, su presidente, es el cardenal Joseph Ratzinger, quien redacta el Prefacio.

Para comprender mejor el significado y valor del documento, Zenit ha entrevistado al profesor
Albert Vanhoye, secretario de la Comisión Pontificia Bíblica.

«La Comisión Bíblica recibió, hace tres años el encargo del cardenal Ratzinger de estudiar las relaciones entre el pueblo judío y los cristianos según la Escritura –revela Vanhoye, uno de los biblistas católicos de mayor prestigio–. Con este documento, la Comisión ha querido sentar los fundamentos del comportamiento cristiano ante el pueblo judío».

«La Comisión Bíblica no ha querido contentarse con hacer una reflexión genérica sino que ha profundizado en la Sagrada Escritura, con un examen amplio y ambicioso, con el fin de proponer una perspectiva global», sigue diciendo el consultor de las Congregaciones vaticanas para la Doctrina de la Fe y la Educación católica.

«En el documento se da la constatación de fondo de que los cristianos reconocen plenamente las Sagradas Escrituras del pueblo judío –insiste–, que son reconocidas como palabra de Dios y, por tanto, con el valor más alto».

«No cabe la menor duda de que divina y esta es la fe de la Iglesia –subraya el profesor emérito de Exégesis del Nuevo Testamento en el Pontificio Instituto Bíblico –. La Iglesia recibe el Antiguo Testamento como palabra de Dios, expresión de la revelación y, por tanto, luz indispensable para orientarse en la existencia».

En su Prefacio, el cardenal Ratzinger explica claramente que no se puede comprender a Cristo plenamente si se excluye la revelación divina presente en la Escritura judía.

Por eso, explica Vanhoye, el cardenal «rechaza todo desprecio contra el Antiguo Testamento. En la segunda parte del documento, se subraya cómo los temas fundamentales de la Escritura del pueblo judío han sido recibidos por la fe cristiana como se expresa en el Nuevo Testamento».

Según el biblista, los grandes puntos esenciales de la fe del Antiguo y del Nuevo Testamento son: «la revelación del Dios único; la grandeza y miseria de las personas humanas; la concepción del hombre herido que puede encontrarse en una situación miserable, pero que conserva siempre su dignidad, pues está creado a imagen de Dios, y por tanto está llamado a una comunión con Dios».

«Esta revelación maravillosa presente en el Antiguo Testamento es desarrollada en el Nuevo Testamento con la encarnación del Hijo de Dios», constata.

«Las iniciativas divinas de liberación y de salvación, la elección de Israel, la alianza, la Ley, la oración y el culto, la posición privilegiada de Jerusalén y de su Templo», son elementos del Testamento de Israel que nutren la vida espiritual de los cristianos.

«No se trata de cuestiones secundarias sino fundamentales –reconoce–. Cristianos y judíos estamos verdaderamente unidos. Religiosamente somos intensamente hermanos, pues acogemos la misma revelación divina, con la diferencia de que los cristianos la completan con el misterio pascual de Jesús que es una gran novedad, pero esta novedad no cancela la revelación anterior, sino que lo pone de relieve».

El documento, según el secretario del equipo redactor del documento apunta hacia «la concordia, hacia la unión» con el pueblo de Israel.

«No sabemos cuándo se podrá realizar esta unión –reconoce– pero es nuestra meta y caminamos en esta dirección».

«Y esta debe ser la postura verdaderamente cristiana –concluye–: tenemos que considerar a los judíos como a hermanos y hermanas de Jesús y de María y, por tanto, hermanos y hermanas mayores, como ha dicho el Santo Padre».

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ZENIT Staff

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