Documento vaticano sobre el papel de los consagrados en la educación

Alienta su compromiso a pesar de la falta de vocaciones

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CIUDAD DEL VATICANO, 19 noviembre 2002 (ZENIT.org).- ¿Cuál es el papel específico de miles de hombres y mujeres consagrados comprometidos en el campo de la educación? La Santa Sede responde a esta pregunta en un documento presentado a la prensa este mates.

El texto, que lleva por título «Las personas consagradas y su misión en la escuela. Reflexiones y orientaciones», ha sido redactado por la Congregación para la Educación Católica, cuyo prefecto es el cardenal Zenon Grocholewski.

Al intervenir en la Sala de Prensa del Vaticano, el purpurado reveló su objetivo: «Queremos que el documento sirva de estímulo a las personas consagradas para que, en las circunstancias actuales, ante la disminución de vocaciones, ante la tentación de dejar el servicio educativo, y ante la complejidad del mundo de la educación y de la escuela, sean conscientes de la altura de su misión educativa».

La misión de los consagrados en este campo, afirma el documento, consiste en «dar razones de vida y de esperanza a las nuevas generaciones, con un saber y una cultura elaborados críticamente, basados en una concepción de la persona y de la vida inspirada en los valores evangélicos» (n. 84).

Grocholewski constató que «las personas consagradas dan una contribución esencial para desarrollar en la acción educativa y escolar la dimensión vertical, es decir la apertura a Dios, así como la dimensión horizontal, además de la dimensión horizontal, o sea, la educación a vivir responsablemente juntos».

El cardenal polaco, al explicar los contenidos del documento, dividido en una introducción, dos capítulos y una conclusión, aseguró que las personas consagradas, «a través de los consejos evangélicos [pobreza, castidad y obediencia] y la experiencia de vida comunitaria, son testigos de un compromiso totalizador y definitivo, de una respuesta de amor a Cristo, maestro y Señor, que los abre al don de sí mismos a los demás».

El cardenal recordó que las instituciones escolares de la Iglesia son más de 250.000, con 42 millones de alumnos. Citando datos Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) constató que existen 135 millones de niños entre lo seis y los once años no escolarizados y más de 280 millones de niños y jóvenes analfabetos o con muy poco nivel de escolarización.

El cardenal aseguró que los consagrados deben ofrecer una contribución decisiva en el contexto escolar actual, en el que se puede comprobar, especialmente en los países occidentales, cómo los profesores «se sienten desmotivados».

Otra señal «muy preocupante», añadió, es el «aumento de la violencia en la escuela y entre los adolescentes, así como la dificultad de las familias, primeras responsables de la educación de los hijos».

«Creo que el corazón del malestar de la escuela hoy es el ofuscamiento –espero que no sea la pérdida– del sentido de la educación», opinó Grocholewski.

«Esta pérdida de sentido está íntimamente ligada a la pérdida de los valores, sobre todo de los que apoyan las opciones de vida: la familia, el trabajo, la moral en general. De este modo, la educación experimenta también los males que afligen a nuestras sociedades: el difundido subjetivismo, el relativismo moral y el nihilismo», afirmó.

«Con frecuencia a la escuela se le pide ser simplemente «instructiva», es decir, capaz de ofrecer instrumentos cognoscitivos y de hacer «funcionar» los «recursos humanos» en el complejo sistema económico de nuestro mundo».

«La tradición pedagógica católica, por el contrario –aseguró–, confirma con fuerza el carácter central de la persona humana en el recorrido educativo».

«Un correcto planteamiento pedagógico está llamado a buscar la formación integral del hombre, acercándole de manera sistemática y crítica a la cultura y a la realidad».

«Las exigencias más profundas de una sociedad caracterizada por el desarrollo científico y tecnológico, que pueden desembocar en la despersonalización y en la masificación, exigen respuestas adecuadas y ponen de manifiesto la necesidad de una educación que sepa formar personalidades fuertes y responsables, capaces de opciones morales libres y responsables», concluyó el prefecto.

En la rueda de prensa, el arzobispo Giuseppe Pittau, s.i., secretario de la Congregación para la Educación Católica, afirmó que no existen estadísticas precisas acerca del número de religiosos que enseñan en las escuelas católicas de todo el mundo pero que, desde el Concilio Vaticano II, se había registrado un fuerte descenso.

Como ejemplo citó los Estados Unidos, donde en 1970 el 51 por ciento de los maestros de las escuelas católicas eran sacerdotes o religiosos, mientras que esa cifra en el año 2000 era de un 7,5 por ciento.

«Este ejemplo representa solo una nación, pero probablemente es una descripción típica de la situación en la mayor parte de los países en el mundo occidental y en muchos otros», reconoció el arzobispo.

En la rueda de prensa intervino también la madre Antonia Colombo, superiora general de las Hijas de María Auxiliadora, quien describió el compromiso educativo como «un camino de santidad, exigencia de justicia y de solidaridad, especialmente hacia los jóvenes y las jóvenes más pobres».

«Con su presencia –añadió–, las personas consagradas constituyen una invitación tácita, pero eficaz, para interrogarse sobre Dios, sobre el misterio de la vida».

La enseñanza de la religión en la escuela «se sitúa como una propuesta cultural para todos, independientemente de la fe que profesen».

«Una dimensión subrayada en el documento es la de compartir solidariamente con los pobres en la óptica de la no exclusión –constató la superiora salesiana–. La opción preferencial por los pobres exige una diversa modalidad de organizar el programa escolar».

La madre Colombo concluyó subrayando el apartado que el nuevo documento dedica a la educación a la paz. «Está presente la convicción de que la paz no se puede asegurar sin el compromiso por la justicia, sin promover la igualdad de oportunidades de acceso a los bienes, sobre todo el bien de la educación», afirmó.

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ZENIT Staff

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