Dolor del Papa por el asesinato de un sacerdote siro-ortodoxo en Irak

Yousef Adel Abudi fue abatido en Bagdad

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CIUDAD DEL VATICANO/BAGDAD, domingo, 6 abril 2008 (ZENIT.org).- Expresando su profundo dolor por el asesinato, el sábado, de un sacerdote siro-ortodoxo en Bagdad, Benedicto XVI se une en la oración a esa comunidad cristiana que peregrina en Irak.

Al confirmase el drama, el Santo Padre –a través de la nunciatura apostólica en Irak– ha enviado un telegrama al arzobispo siro-ortodoxo de Bagdad –Mar Saverius Jamil Hawa–. El texto lleva la firma del cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, como es habitual en estas comunicaciones.

«Tristeza profunda» es la reacción de Benedicto XVI por la trágica muerte del reverendo Yousef Adel Abudi, confirma la misiva.

El Papa hace llegar a la esposa y a la familia del sacerdote su pésame, e igualmente asegura al prelado siro-ortodoxo de Bagdad, a los sacerdotes y a los religiosos de la archidiócesis «su cercanía en la oración».

«Confiando el alma de este devoto servidor a la infinita misericordia de Dios, Su Santidad ora para que todo el pueblo siga caminos de paz a fin de edificar una sociedad justa y tolerante en la amada tierra de Irak», concluye el telegrama.

En portada, el diario de la Santa Sede «L’Osservatore Romano» –en su edición vespertina del sábado, fechada ya el 6 de abril– se hace eco de la tragedia con el titular: «Irak: asesinado un sacerdote siro-ortodoxo».

Había nacido en 1960, estaba casado y era profesor. Yousef Adel Abudi fue asesinado en el barrio de Karrada, en la puerta de su casa. Unos atacantes abrieron fuego contra él desde un automóvil y se dieron a la fuga.

El sacerdote acribillado desarrollaba su ministerio en la iglesia de San Pedro, cuyo párroco, el padre Douglas Yousef Al Bazi había sufrido nueve días de secuestro en 2006.

«El asesinato es el último episodio de una serie de violencias que manifiestan las dificultades crecientes de los cristianos en Irak», alerta el diario de la Santa Sede, y llama la atención sobre el secuestro, en días pasados, de cuatro cristianas –una católica– a la salida de la universidad de Bagdad.

Clamor universal desde Roma

Sigue vivo el doloroso recuerdo de la muerte, durante su secuestro, del arzobispo caldeo de Mosul Paulos Faraj Rahho, por quien el Papa suplicó en repetidas ocasiones, igual que por la probada población y comunidad cristiana iraquí. La tragedia también se cobró la vida de los tres acompañantes del prelado, a quienes dieron muerte los secuestradores.

El prefecto de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, el cardenal Leonardo Sandri, recordará al prelado en el primer mes de su fallecimiento en una Eucaristía que celebrará, en sufragio por su alma, el próximo viernes en la Basílica de San Pedro.

A través del diario de la Santa Sede, el citado dicasterio invita a la comunidad caldea de Roma, a los superiores y a los colaboradores de la Curia romana, a los miembros del Cuerpo diplomático, a las instituciones culturales y formativas del propio dicasterio, a las comunidades religiosas masculinas y femeninas orientales y latinas, así como a todos los fieles a unirse a la celebración.

Será un ruego al Señor por el difunto prelado, por todas las víctimas de la guerra iraquí; será una invocación para que conceda pronto la paz; será un recuerdo especial de consuelo hacia los habitantes de esa nación y de particular aliento a los cristianos que en Irak, en Tierra Santa y en otras regiones el mundo viven en condiciones de prueba extrema a causa de su fe.

«En Irak la desaparición de los cristianos sería una desgracia»: es otra advertencia sobre la situación actual de Irak que recoge «L’Osservatore Romano» –siempre en su última edición– de las páginas de «La Civiltà Cattolica» (cuyos borradores revisa la Secretaría de Estado).

En el último número de la revista italiana escribe el obispo caldeo de Alepo (Siria), monseñor Antoine Audo, S.I.: «A pesar de las desgracias, los cristianos siguen muy ligados al propio país, son plenamente iraquíes y profundamente cristianos, orgullosos de su pertenencia religiosa, con una gran capacidad de integración y una gran facilidad para vivir con todas las categorías de sus conciudadanos, sin complejo de persecución ni desprecio al prójimo».

«Expertos de convivencia con todas las confesiones musulmanas y con todas las etnias de Irak –subraya–, los cristianos pueden ser garantía de la reconciliación y puente de diálogo entre el islam y el mundo moderno».

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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