Dolor del Papa por los atentados letales contra iglesias en Irak

Cuatro muertos y decenas de heridos

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BAGDAD, lunes 13 de julio de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha manifestado su dolor por la nueva cadena de atentados que han tenido por objetivo las iglesias en Irak.

Según afirma en un telegrama, el Papa «reza por una conversión del corazón de los autores de la violencia y alienta a las autoridades a hacer todo lo posible para promover una convivencia justa y pacífica de todos los sectores de la población iraquí».

Así lo señala un mensaje enviado al patriarca de Babilonia de los Caldeos, firmado por el secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, tras los ataques contra iglesias en Bagdad y Mosul que han causado, este fin de semana, cuatro muertos y decenas de heridos.
 
El mensaje indica también que Benedicto XVI, quien este lunes viajó al norte de Italia para comenzar sus vacaciones, «asegura su oración y su cercanía espiritual a las comunidades católica y ortodoxa de la capital iraquí», según informa «L’Osservatore Romano» en su edición diaria en lengua italiana de los días 13 y 14 de julio.
 
Los atentados fueron cometidos entre el sábado y el domingo junto a ocho iglesias cristianas de Bagdad, según fuentes eclesiales. Casi todas las bombas explotaron al acabar las celebraciones religiosas.
 
Tenían como objetivo atemorizar a las comunidades religiosas.
 
El atentado más grave tuvo lugar el domingo por la tarde cerca de la iglesia caldea de Nuestra Señora, en la Calle Palestina, al este de Bagdad.
 
La explosión de un coche-bomba causó cuatro muertos, dos jóvenes cristianos y una niña musulmana, y veinte heridos, quince de ellos, fieles.
 
A primera hora de este lunes, en el centro de Mosul, otra bomba colocada entre una iglesia y una mezquita explotó y causó heridas a tres niños.
 
Esta serie de ataques se produce menos de dos semanas después del retiro de las fuerzas estadounidenses de las ciudades del país.
 
«La violencia ha disminuido considerablemente en los últimos meses, pero los atentados continúan siendo un drama cotidiano, sobretodo en Bagdad, Mosul y Kirkuk, donde están concentrados gran parte de los cristianos», informa el periódico vaticano.
 
Desde la caída del régimen de Sadam Husein, las comunidades cristianas de Irak han recibido numerosos ataques. Los más graves tuvieron lugar en agosto de 2004, con cuatro atentados en Bagdad y dos en Mosul.
 
Diez personas murieron y cincuenta resultaron heridas. Entre las iglesias atacadas se encontraba la de San José, que ahora ha sido atacada de nuevo.
  
«Antes de la invasión americana de abril de 2003 –señala el artículo– se estimaba que había unos 800.000 cristianos en Irak. Hoy, se calcula que hay unos 500.000».
 
Muchos de ellos se han visto obligados a abandonar el país para huir de las persecuciones y se han refugiado en países vecinos o en otros continentes.
 
Mosul se convirtió en ciudad-símbolo de esta persecución , donde, una vez acabada la guerra, comenzaron los ataques indiscriminados.
 
Una conocida víctima del odio fue el arzobispo de Mosul de los Caldeos, monseñor Paulos Faraj Rahho, hallado muerto el 12 de marzo de 2008 después de ser raptado días antes por un comando de hombres armados cuando salía de la iglesia del Espíritu Santo.
 
El año pasado, miles de familias cristianas se vieron obligadas a abandonar Mosul. Una huida por la que Benedicto XVI ha expresaron varias veces «alarma y gran sufrimiento».
 
También durante su reciente peregrinación a Tierra Santa, Benedicto XVI volvió a apoyar el reconocimiento de los «derechos fundamentales a una convivencia pacífica» de los cristianos en Irak.
 
Las autoridades iraquíes y los representantes religiosos, que habían destacado en los últimos días con gozo el retorno a un clima aparentemente sereno, temen que los ataques de las últimas horas puedan desencadenar una nueva oleada de violencia sectaria en el país.
 
«Estamos disgustados por lo que está sucediendo en Irak –afirmó el cardenal Delly en una declaración difundida por la televisión iraquí– porque hoy son objetivo de atentados lugares que en el pasado, y durante la guerra, servían de refugio a cristianos y musulmanes».
 
El purpurado condenó los ataques contra las iglesias cristianas y las mezquitas e hizo un llamamiento para mantener el «espíritu de tolerancia».

Por Patricia Navas

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ZENIT Staff

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