Dolor en México por el fallecimiento del cardenal Corripio Ahumada

Era arzobispo emérito de la sede primada

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MÉXICO, jueves, 10 abril 2008 (ZENIT.org-El Observador).- Con profundo dolor la Iglesia católica en México ha anunciado que el cardenal emérito, Ernesto Corripio Ahumada, quien fuera primado de México, falleció en la madrugada de este jueves a los 89 años de edad.

El cardenal Corripio Ahumada –muy querido por Juan Pablo II– falleció en su casa de La Noria, Xochimilco, en la Ciudad de México, según lo ha confirmado la arquidiócesis primada de México.

«Como sucede con todos los grandes hombres, su ausencia deja un vacío imposible de llenar, pero entre nosotros permanecerán sus enseñanzas y su ejemplo de fe y vida cristiana; su firmeza y valor ante situaciones adversas; sus palabras de aliento frente a los desafíos; su sabiduría ante la incertidumbre que todos experimentamos cuando se tiene que elegir», ha dicho en un comunicado su sucesor en la Arquidiócesis primada de México, el cardenal Norberto Rivera Carrera.

En una emocionada semblanza de monseñor Corripio Ahumada, el cardenal Rivera Carrera señaló que «el cardenal Corripio Ahumada, mi querido antecesor, recibió con inmenso amor por vez primera en México a Su Santidad Juan Pablo II, fue un decidido misionero y desde su ferviente amor mariano, convocó a la Misión Guadalupana y exitosamente introdujo la causa de beatificación de San Juan Diego, destacando también con ello la sencillez y el valor de nuestras culturas indígenas, pues era especialmente sensible ante la injusticia social que atestiguó personalmente cuando fue Arzobispo de Oaxaca, donde fue un férreo y valiente defensor de nuestros hermanos indígenas».

Más adelante, monseñor Rivera Carrera subrayó que «mi venerable antecesor, el cardenal Corripio Ahumada, fue un hombre de convicciones y decisiones oportunas y firmes. Con el lema episcopal:»‘Mi vivir es Cristo», no dudó en seguir el llamado del Señor y desde niño supo tomar opciones importantes. Tendríamos que empezar por recordarlo desde que era acólito en los tiempos más difíciles en la persecución religiosa en México; a los 11 años de edad ya había ingresado al Seminario Palafoxiano en Puebla y a los 16 años ya estudiaba en Roma donde años mas tarde recibió la ordenación sacerdotal con la inalterable convicción de servir a Dios para siempre».

Hace unos días se agravó su salud y había registrado una trombosis en el brazo izquierdo que, aunada a otras enfermedades que padecía –como la diabetes– fue la causa de su paso a la Casa del Padre, perdiendo así, en menos de un mes la Iglesia mexicana a dos cardenales eméritos, pues en la Semana de Pascua había fallecido el cardenal emérito de Monterrey, monseñor Adolfo Suárez Rivera.

El arzobispo emérito de México nació el 29 de junio de 1919, en Tampico, Tamaulipas. Fue ordenado sacerdote el 15 de octubre de 1942, en Roma y durante 17 años estuvo al frente de la arquidiócesis de México, desde 1977 hasta 1994.

El portavoz de la arquidiócesis de México, el padre Hugo Valdemar, confirmó que el funeral del cardenal Corripio Ahumada se realizará en la catedral metropolitana, presidiendo la ceremonia el cardenal Rivera Carrera, por lo que el cuerpo del prelado será preparado para ser expuesto en su féretro para que quienes lo conocieron se despidan de él.

Con su muerte, el colegio cardenalicio cuenta con 196 purpurados, de ellos 119 cardenales electores en caso de cónclave (no han cumplido 80 años).

Por Jaime Septién

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ZENIT Staff

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