Don Orione será santo tras el milagro experimentado por un amigo

CIUDAD DEL VATICANO, 7 julio 2003 (ZENIT.org).- En presencia de Juan Pablo II, este lunes se aprobó en el Vaticano el decreto que reconoce la atribución de un milagro al beato Luigi Orione, una de las figuras más destacadas de la caridad en la primera mitad del siglo XX.

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Luigi Orione (1872-1940), sacerdote italiano, es el fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia y de la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad.

El pequeño Cottolengo, escuelas profesionales, casas para ancianos, misiones, parroquias, hospitales, casas de acogida para menores y jóvenes en dificultades y para los «sin techo» son algunas de las actividades de los Hijos de la Divina Providencia.

La misión de todos ellos es «salir a al encuentro de las necesidades de los más pobres, de los más marginados, de los más pequeños», en particular de los dispacacitados.

Luigi Orione nació en Pontecurone (norte de Italia) el 23 de junio de 1872, en el seno de una familia humilde.

Consciente que Dios lo llamaba a ser sacerdote, pasó por los franciscanos y más tarde por los salesianos de Turín, donde conoció personalmente a san Juan Bosco, de quien fue discípulo y extrajo gran parte de su formación religiosa, aunque comprendió que no estaba allí su vocación.

Después entró al seminario de Tortona, donde se formó para ser sacerdote en 1895. En esos años fue descubriendo poco a poco lo que Dios le pedía, primero reuniendo a algunos niños de escasos recursos para catequizarlos y luego ayudándolos a estudiar en un colegio, que fue su primera fundación.

Hoy la Familia Orionita se extiende en más de 30 de países y constituye –a través de laicos, religiosos, religiosas y sacerdotes– una importante presencia eclesial que continúa el camino marcado por el Fundador: «hacer que Cristo esté presente en todas las cosas» («Instaurare omnia in Christo», Efesios 1,10).

Los religiosos son 1.032 y las religiosas 990.

El beneficiario del milagro atribuido a la intercesión del futuro santo es Pierino Penacca, de la diócesis de Tortona (Alejandría). Conoció a don Orione en su juventud, y nació espontáneamente en él y en toda su familia el recurrir a la intercesión del beato cuando, en noviembre de 1990, después de algunas alarmantes manifestaciones de hemotisis le fuera diagnosticado reiteradamente un tumor en los pulmones.

Habiéndose empeorado el cuadro físico general, el 28 de noviembre fue internado en el Hospital San Rafael de Milán, donde otros dos análisis citológicos confirmaron el diagnóstico de «carcinoma pulmonar». En ese momento es cuando interviene la oración y la intercesión de don Orione.

La hija Gabriella ha testimoniado que le habían comunicado el resultado infausto del segundo examen citológico en la tarde del 31 de diciembre de 1990: «Esa tarde, recé y hablé con don Orione mientras apretaba fuerte una reliquia de Don Orione, casi hasta provocarme dolor … Después de la oración, y después de ese sufrimiento interior, me entró enseguida una grande tranquilidad que no sentía como nacida de mí. Me sentí contenta y serena porque había puesto a papá en buenas manos».

La otra hija, Isaura, cuando supo la noticia, reveló: «fui al santuario de la Virgen de la Guardia, en Tortona, directamente a la urna de Don Orione, frente a la cual le hice la misma súplica que le había hecho la tarde anterior: Sé que papá está muy grave; don Orione, si puedes, pide al Señor que nos lo deje todavía un poco más».

Surgió toda una cadena de oraciones a Don Orione a favor del enfermo, muy conocido y querido en el ambiente orionino: rezaron los familiares, algunos sacerdotes orioninos y también algunos discapacitados del Pequeño Cottolengo de Seregno, que el señor Penacca solía visitar, invitados por el enfermero Ennio Moneghini, que ha contado: «Todos juntos queríamos obtener esta gracia. Teníamos reliquias de Don Orione con las que rezábamos … Hemos rezado mucho, incluso con los muchachos discapacitados del Pequeño Cottolengo. Después sentí una seguridad y me dije: tranquilo, todo saldrá bien».

Ante el pronóstico infausto, y teniendo en cuenta la edad avanzada y grave decaimiento del paciente, en el hospital San Rafael no consideraron oportuna ni posible la aplicación de ninguna de las terapias específicas para el caso: quimioterapia o radioterapia. Fue dado de alta el 10 de enero de 1991, sin cuidados específicos, librado a su destino, con la sola invitación a sus familiares a que tomaran contacto con un experto de terapia del dolor para aliviar sus últimos días. No fue necesario.

«Papá se repuso bien y rápidamente», han afirmado unánimemente los hijos Fiorenzo, Gabriella e Isaura. Totalmente curado. No hubo más partes médicos o manifestaciones que aludieran a un tumor en el pulmón. Pierino Penacca volvió a su vida normal: trabajaba en los campos, podaba, hacía de carpintero, cortaba leña con la sierra de cinta, tocaba el acordeón. Se mantuvo siempre animado, hasta pocos meses antes de la muerte, que tuvo lugar el 2 de abril de 2001, a casi 89 años por causas ajenas al tumor.

Fue el doctor Francesco Misenti, médico de cabecera, quien empezó a albergar sospechas, desde el punto de vista científico, sobre lo que había ocurrido. Pero los familiares, que habían guardado silencio sobre el carácter prodigioso de la curación, tenían una explicación que testimoniaron primero ante el Postulador de don Orione, el padre Flavio Peloso, y después ante el tribunal eclesiástico presidido por el obispo de Tortona, monseñor Martino Canessa.

El examen diocesano se realizó en Tortona del 4 de enero al 12 de marzo de 1999. Fueron escuchados los testigos informados; se recogieron pruebas y documentos clínicos sobre el caso. Después, todo el material fue transmitido a la Congregación vaticana para las Causas de los Santos para un estudio atento desde el punto de vista científico y teológico.

La Consulta médica del 16 de enero de 2003, se ha pronunciado unánimemente sobre el carácter inexplicable de la curación desde el punto de vista científico. En efecto, se trataba de un «carcinoma pulmonar, necrótico, de células grandes, vastamente infiltrante» por lo cual «la regresión espontánea, clínica y citomorfológica de tal lesión, con una curación rápida, completa y duradera, y una supervivencia del paciente, jamás sometido a terapia, durante otros 12 años, no resulta explicable en términos médicos».

Posteriormente, la Consulta de los Teólogos, en la reunión del 4 de abril de 2003, teniendo presente el juicio de la Consulta médica, verificó que en la secuencia temporal entre el pronóstico infausto, la oración a don Orione y la curación existe un nexo de continuidad. A la pregunta sobre si se trataba de un milagro, todos han respondido unánimemente en forma afirmativa.

Por último, llegó el juicio autorizado de los cardenales y obispos durante la Sesión Ordinaria del 3 de junio de 2003, siendo relator ponente monseñor Andrea Erba, obispo de Velletri. Los presentes juzgaron en forma unánime que se trataba de un milagro atribuido al beato Luigi Orione.

«Es una hermosa noticia que corona las celebraciones del Centenario de la Pequeña Obra de la Divina Providencia –ha comentado el padre Roberto Simionato, superior general– una confirmación ulterior de una herencia santa que los religiosos, los sacerdotes, las religiosas y los laicos debemos honrar e invertir a fin de que fructifique cada vez más para la gloria de Dios y el bien de los hermanos más necesitados».

No se ha hecho pública todavía la fecha en que será canonizado Luigi Orione

Más información en http://www.donorione.org.

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ZENIT Staff

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