Dos meses para que Juan Pablo II beatifique a una «mística de la Eucaristía»

Se trata de la carmelita descalza de origen siciliano, Madre Cándida de la Eucaristía

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 21 enero 2004 (ZENIT.org).- La Secretaría de Estado del Vaticano ha confirmado que el próximo 21 de marzo Juan Pablo II proclamará beata en la Plaza de San Pedro a la Madre Cándida de la Eucaristía (1884-1949), carmelita descalza de Sicilia (Italia) cuya espiritualidad estuvo marcada por un dinamismo profundamente eucarístico.

Fallecida en olor de santidad el 12 de junio de 1949, su proceso comenzó en 1956. El 12 de abril del año pasado, en presencia del Santo Padre, se leía el Decreto de reconocimiento del milagro atribuido a la intercesión de la carmelita; se abrieron así las puertas a su beatificación.

Dicho milagro tuvo lugar pocas horas después de la muerte de la Madre Cándida: una hermana –sor María Margarita del Santísimo Sacramento–, asistida por ella durante años como enfermera, se encomendó a su intercesión y sanó instantáneamente de una gravísima llaga en su pié derecho que sufría desde hace más de veinte años y que los médicos habían diagnosticado como incurable.

María Barba nació el 16 de enero de 1884 en una familia profundamente creyente, pero opuesta a su vocación religiosa, manifestada a los 15 años de edad. De hecho, la futura beata tuvo que esperar casi veinte años para poderla realizar.

Hasta su entrada en el carmelo teresiano de Ragusa, en 1919, María fue sostenida por una particular devoción al misterio eucarístico. En el carmelo, donde asumió el nombre de María Cándida de la Eucaristía, desarrolló plenamente lo que ella misma definía como su «vocación por la Eucaristía».

Priora durante cerca de veinte años, con su entusiasmo y su ejemplo contribuyó a consolidar su comunidad, se encargó de levantar nuevos monasterios en Ragusa y Siracusa e hizo hacer volver a la Isla (en 1946) a los Padres Carmelitas Descalzos.

En la Eucaristía, la Madre Cándida vio sintetizadas todas las dimensiones de la experiencia cristiana, obtuvo el sentido profundo de los tres votos religiosos y tuvo en la Virgen María el verdadero modelo de vida eucarística.

Tras algunos meses de agudos sufrimientos físicos, falleció el 12 de junio de 1949, en la solemnidad de la Santísima Trinidad.

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ZENIT Staff

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