Dos religiosas condenadas por el genocidio en Ruanda

La sentencia ha sido pronunciada por un tribunal popular de Bruselas

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BRUSELAS, 8 junio 2001 (ZENIT.org).- Culpables de genocidio y de graves atentados contra el derecho humanitario internacional cometidos durante el sangriento conflicto étnico de 1994 entre hutus y tutsis en Ruanda. Esta es la dura sentencia con la que un Tribunal de Bruselas ha condenado a cuatro ruandeses, entre los que se encontraban dos religiosas benedictinas.

La sentencia del tribunal popular tuvo lugar en la noche del jueves después de 12 horas de deliberaciones. En el momento en que se escribían estas líneas, el jurado deliberaba sobre las penas que debía imponer a los considerados como culpables. El fiscal pidió la reclusión a perpetuidad.

Los cuatro acusados eran refugiados en Bélgica. Se trata de Vincent Ntezimana, profesor de universidad, Alphonse Higaniro, ex ministro e industrial, Consolata Mukangango (sor Gertrude) y Julienne Mukabutera (sor Kizito), religiosas benedictinas.

El principal acusador de las dos religiosas ha sido Emmanuel Rekeraho, quien en la primavera de 1994 dirigía las milicias que perpetraron las masacres en Sovu, cerca de Butare, al sur del país africano.

«Si bien no utilizaron armas para matar a la gente –ha declarado Rekeraho ante el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR)–, sor Gertrude y sor Kisito sacaban a los tutsis de su escondite y nos los entregaban. Compartían nuestro odio por los tutsis».

Mas de medio millón de personas murieron en 100 días de masacres organizadas por el ex gobierno hutu de Ruanda.

El proceso, que duró casi ocho semanas, fue el primero en que un jurado de ciudadanos comunes juzga un crimen cometido en otro país. Una ley belga de 1993 le atribuye a los tribunales jurisdicción sobre las violaciones a la Convención de Ginebra sobre crímenes de guerra, independientemente del lugar en que hubieran ocurrido.

La noticia de la sentencia ha tenido un gran impacto en la comunidad católica de Ruanda. El padre Dominique Karekezi, director del periódico religioso de Kigali, «Información», ha explicado a los micrófonos de «Radio Vaticano»: «Obviamente es una pena para toda la Iglesia en Ruanda, y también para toda la Iglesia universal. Los religiosos son, ante todo, testigos de Cristo y defensores de la vida. Nosotros no somos jueces; la justicia humana puede equivocarse. Quizá ellas no supieron tener una actitud adecuada durante la tragedia».

Algunos consideran que las religiosas fueron obligadas a actuar de este modo para salvar la vida. «Yo pienso que en aquel período todos estábamos aterrorizados –aclara el padre Karekezi–. Verdaderamente no puedo saber las circunstancias vividas en aquellos momentos por las religiosas, pero la gente se pregunta por la actitud de las religiosas, sobre todo cuando han escuchado que ellas dieron la gasolina que se utilizó para quemar la casa en la que se habían refugiado 500 personas y que luego murieron».

Por su parte, el padre Efrem Tresoldi, misionero comboniano en África, ex director de la revista «Nigrizia», ha explicado a «Radio Vaticano»: «Tenemos que reconocer también que esta realidad no cancela todos los gestos de heroísmo realizados por cristianos y por personas pertenecientes a las dos etnias, hutus y tutsis, que se sacrificaron, dando la vida para salvar a las de otras personas pertenecientes a la otra etnia».

Para el padre Tresoldi explica que el hecho de que el juicio haya tenido lugar en Bélgica, constituye un límite, pues ha pasado ya mucho tiempo y Bruselas está a miles de kilómetros de Butare, algo que ha complicado mucho la adquisición y estudio de las pruebas.

En particular el misionero se pregunta si la defensa ha podido contar con todos los elementos, «pues los imputados han sido prácticamente aislados. Algunos se preguntan si se le ha dado a la defensa la posibilidad efectiva de expresarse adecuadamente».

En el genocidio ruandés, la Iglesia católica pagó un precio tremendo. Según informa la agencia misionera de la Santa Sede, Fides, fueron asesinados tres obispos (y un cuarto es considerado «desaparecido» desde noviembre de 1996), 123 sacerdotes y más de 300 religiosas de varias congregaciones. Juan Pablo II, en el «Angelus» del 15 de mayo de 1994, en pleno conflicto, fue el primero en calificar las masacres de Ruanda como genocidio. Declaró: «Todos tendrán que responder de sus crímenes ante la historia y, sobre todo, ante Dios».

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ZENIT Staff

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