Economía y personalismo cristiano en la sociedad contemporánea

Por el profesor Silvio Cajiao, S.I.

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BOGOTÁ, sábado, 11 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del profesor Silvio Cajiao, S.I, de Bogotá, en la videoconferencia mundial de teología que organizó el 31 de octubre la Congregación vaticana para el Clero sobre «Economía: amor de Dios, producción y mercado libre».

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Si quisiéramos fundar un orden social y económico en el Evangelio, considero que es necesario reconocer que el intento de encontrar orientaciones directas y precisas sobre un sistema social con el cual regir las funciones humanas en este mundo tales como el poder, el manejo de los bienes, la relación de los individuos etc. nos encontramos que es imposible derivar del mismo Evangelio tales principios. Esto se debe a que Jesucristo, en su propuesta doctrinal, que está al mismo tiempo encarnada por su persona, hace planteamientos que atañen a la raíz del mismo ser humano, mostrando así la realidad de la política como un servicio, pero no recomendando un sistema político e ideológico sobre otro. El manejo económico debería ir en la línea del compartir fraternal derivado nada menos que de la dignidad que todo ser humano posee puesto que Dios tiene sobre cada uno un designio para ser sus hijos, por tanto hermanos entre nosotros; de aquí que el ser humano está llamado a enseñorear todos los productos de la organización de la civilización y de la cultura, los sistemas políticos, económicos, sociales y de cualquier índole, incluso los religiosos ya que Jesús afirma no ser el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre.

Puesto este horizonte referencial entonces ¿es posible hacer un planteamiento alternativo al mundo en que vivimos y donde la globalización y la economía de mercado se ha apoderado incluso de los pretendidos estados socialistas marxistas? Aparentemente para algunos no es posible. La caída del muro de Berlín y por consiguiente el desplome de una economía donde los medios de producción en manos del Estado que anulaba la inicitiva de las libertades individuales, principio este fundamental para el capitalismo de mercado, mostró su no viabilidad. Entonces sobre la maestra de la vida: la historia del cristianismo, se nos muestra que es posible ser cristiano en diversas articulaciones económico políticas, sea la comunitarista que quiso vivir desde su pobreza la primera comunidad de Jerusalén (Cfr. Hechos de los Apóstoles) la monárquica que se extendió por largos siglos o la vivida en las reducciones jesuíticas del Paraguay.

Hoy en día, y a la luz de la Doctrina Social Católica y fundándose, tanto en la propuesta humanista de Jacque Maritain y en la personalista de Emmanuel Mounier, se ofrece una alternativa de una «economía personalista» que, como su nombre lo indica, quiere partir del reconocimiento de la dignidad del ser humano entendido como persona, como la razón de ser de la creación por parte de Dios al igual que el centro del accionar humano en el mundo.

Tal propuesta busca impulsar el crecimiento personal, para lo cual la libertad es esencial, la democracia es indispensable, la igualdad de oportunidades es una condición, la vida en comunidades es una necesidad y el Estado debe tener la capacidad y la eficiencia que le permitan cumplir con su papel, tanto subsidiario como solidario, de cara al bien común

El personalismo es la afirmación del valor absoluto de la persona. Este plantea que el centro de todo accionar político y económico debe ser, el ser humano. Partiendo de valores del humanismo integral, se nos propone reconocer en cada hombre y en cada mujer una persona, es decir, un ser humano único e insustituible, distinto de todos los demás, libre por naturaleza y abierto a la trascendencia.

Bajo esta perspectiva el Estado tiene como máximo objetivo el de crear las condiciones objetivas necesarias para el desarrollo óptimo de la persona, tomando en cuenta que esta es esencialmente comunitaria y que su realización integral tiene lugar en el ámbito de la comunidad, y es facilitado por la constitución de organizaciones intermedias. Desde este planteamiento personalista podemos deducir varios principios operativos básicos:

La vigencia indispensable de la ética en la política, en términos de una formulación personalista y comunitaria. El valor fundamental del ser humano y por lo tanto de los derechos humanos, en lo concerniente a la discriminación de genero, la lucha por la igualdad de derechos humanos entre mujeres y hombres; la discriminación social, la reducción de la brecha entre pobres y ricos, y la discriminación racial o confesional, que son las discriminaciones más generadoras de injusticia.

La creación y mantenimiento de condiciones materiales que permitan el desarrollo pleno de la persona. El reconocimiento de la trascendencia del hombre en la libertad de conciencia, como núcleo central de una civilización de la fraternidad humana.

La economía social de mercado, se basa en la convicción de que el mercado en combinación con la propiedad privada de los medios de producción (es decir, el rasgo esencial del capitalismo) constituye la modalidad mas eficiente de coordinación económica, pero para que esta se dé en pro del bien común y una mayor justicia social el Estado debe garantizar la seguridad de la propiedad privada, la libre competencia «real» entre los agentes económicos, que se de realmente un efecto distributivo en el mercado, y velar por la protección de los intereses de los entes sociales más vulnerables.

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ZENIT Staff

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