Terremoto de Ecuador - Hogar de la Madre

Ecuador y el desencadenarse de gracias tras una desgracia

La hermana Sara, de la comunidad de Roma del Hogar de la Madre, hace un llamamiento a no olvidarse de una tragedia de la que el país tardará mucho tiempo en recuperarse

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(ZENIT – Roma).- Ecuador vivió una gran tragedia el pasado 16 de abril, cuando un terremoto de 7’8 escala Richter golpeó con fuerza la zona costera. Miles de heridos, más de seiscientos fallecidos y un país que se enfrenta ahora a un difícil y largo proceso de recuperación.
Un drama que la comunidad del Hogar de la Madre ha podido experimentar de una forma muy directa: perdió a una de sus hermanas y a cinco postulantes. La hermana Sara, superiora de la comunidad en Roma, hace un llamamiento y pide no olvidarse de Ecuador y seguir ayudando. “Después del primer momento de la tragedia debemos ser conscientes de la gran necesidad existente y como cristianos tenemos que hacer lo posible por socorrer a estas personas. Han caído hospitales, puentes, edificios y ahora será necesario mucho tiempo para recuperarse”, explica a ZENIT.
Asimismo, cuenta que esta experiencia “la hemos vivido muy cercanas entre nosotras aunque estábamos lejos, pero era como si estuviéramos allí”. Cuando conocieron la noticia del terremoto, era de madrugada en Europa, y aún así se levantaron y empezaron rezar inmediatamente. “Y no hicimos otra cosa. También avisamos a todos nuestros contactos para que se pusieran a rezar para que los daños fueran lo menos posibles”, recuerda.
Del mismo modo, la hermana Sara cuenta que en la comunidad de Roma se creó como un centro de información. A través de internet fueron dando noticias desde la página web, facebook…» Enseguida hicieron un vídeo sobre la hermana Clare que se ha difundido mucho y ha hecho mucho bien.
Lo asombroso — explica la hermana– es que hemos comprobado que en medio de una desgracia humana, ha habido un desencadenarse de gracias, de gente tocada por este testimonio. Nos han llegado testimonios concretos, especialmente de gente joven que estaba alejada de Dios que cuando vieron el vídeo se han sentido movidos a confesarse y cambiar de vida.
También subraya “la unión de oraciones que se ha generado en estos días, de gente de todo el mundo que ha estado rezando por nosotras y por toda la tragedia. Nos hemos sentido muy arropadas y hemos experimentado la fuerza de la Comunión de los Santos y de la Iglesia, lo que es pertenecer a una comunidad viva».
Sobre la labor de reconstrucción y asistencia posterior la hermana explica que lo primero que han hecho, a través de la ONG Grupos misioneros del Hogar de la Madre, es lanzar dos proyectos de ayuda. Uno es de “emergencia” para aliviar las necesidades inmediatas de las personas que han sufrido el terremoto. «Sabemos que hay mucha gente en la calle que ha perdido todo.  Allí las personas que conocemos se han movido para, ya sea a través de las parroquias o de la asociación, recoger alimentos, medicinas, muletas, linternas… cosas básicas que se necesitan en esta situación», precisa la religiosa. Y precisa que al menos seis furgonetas se han enviado desde Guayaquil hacia las zonas más afectadas, que es la de Manabí. 
El otro proyecto –señala– es para la reconstrucción de nuestro colegio porque el edificio principal ha caído y los otros han quedado muy dañados. Son más de 400 niños los que se han quedado sin escuela y no queremos abandonarles.
Por otro lado alaba la labor de tantas personas anónimas que salvaron vidas e hicieron todo lo que estaba en sus manos: «Si nuestras hermanas fueron rescatadas fue gracias a voluntarios improvisados que con lo que tenían –palas, o cosas insuficientes– se lanzaron a ayudar».
La hermana Sara observa que la ayuda no debe ser solo humanitaria y de recursos, también hay necesidad de enviar esperanza y consuelo. «Nos han pedido que si pudiéramos ir desde aquí, Italia, España, es un apoyo moral grande para ellos». Y precisa que «no es solo lo material, sino que parece que el futuro se te ha acabado. Sí hay en proyecto algunos viajes de voluntarios, misioneros, para asistir humana y espiritualmente a las personas que han sufrido, mostrar la cercanía y ayudarles a vivir este momento lo mejor posible».
Finalmente, la hermana asegura que como comunidad han vivido este acontecimiento «con esperanza gracias a la ayuda del padre fundador y de la madre, que son nuestras columnas». Asimismo, afirma que  «lo hemos visto como voluntad de Dios, aunque a veces humanamente no se comprende, pero sí como una oportunidad para hacer un acto de confianza en Dios total y decir ‘Dios es bueno, es nuestro Padre y nos ama’». Han visto la mano providente de Dios, «que realmente se ha llevado a las que se tenía que llevar, ni una más ni una menos». Para concluir, la hermana Sara cuenta que había una chica que estaba con las hermanas poco antes del terremoto y justo le habían preguntado si estaba preparada para morir, ella dijo que no. Se fue a su casa para tomar algunas cosas que necesitaba para pasar la noche en la casa con las hermanas. Justo cuando estaba fuera, ocurrió el terremoto y cayó la casa. Aquí ves –indica la religiosa– cómo Dios nos cuida.

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Rocío Lancho García

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