Educar la conciencia

Catequesis para la familia, semana del 30 de marzo de 2014

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Ver al Papa Francisco, arrodillado delante del confesionario, me ha hecho pensar en la importancia del buen ejemplo. Todos sabemos que los Papas se confiesan, pero una cosa es saberlo y otra verlo con nuestros propios ojos.

Lo mismo ocurre con nuestros hijos. Seguramente saben que nos confesamos regularmente, pero ¿nos ven hacerlo?

Antes de Semana Santa y respetando siempre su libertad, podríamos contarles que nos vamos a confesar y preguntarles si nos quieren acompañar. Esto se hace más fácil si en las conversaciones cotidianas y familiares se habla con naturalidad del perdón y del sacramento de la Confesión.

La conciencia se va educando poco a poco y en la catequesis les enseñan los mandamientos; más tarde los estudiarán con más profundidad en las clases de religión. En las parroquias y colegios hay exámenes de conciencia preparados para ellos. Y todo esto está muy bien… Pero no es suficiente. Volvemos a tener una responsabilidad que no podemos delegar en otros. En nuestros hogares ponemos la buena tierra para que lo que les enseñen luego tenga fruto.

¿Qué podemos hacer nosotros?

Nos tienen que ver pedir perdón cuando nos equivocamos. No perdemos autoridad, más bien salimos reforzados.

Cuando son pequeños, hasta los seis o siete años, es bueno que empiecen hacer un pequeño examen de conciencia, sin entrar en detalles, antes de ir a dormir. Les tenemos que dar un modelo abierto del tipo:» ¿he hecho algo que haya puesto triste al niño Jesús ?» Dejar que lo piense y luego le pida perdón… y tan contentos.

Cuando son un poco más mayores, cuando les corrijamos una mala conducta que sea una ofensa a Dios, les podemos decir: “esto que has hecho es pecado y tienes que pedirle perdón a Jesús en el confesionario. A veces nos cuesta mucho evitarlo, por eso Jesús, no solo nos perdona, sino que además nos da su gracia para que no lo repitamos. Y si aún así volvemos a caer, Él nos vuelve a perdonar.”

Respetemos siempre su libertad y su imagen. No juzguemos nunca sus intenciones. Es muy diferente decirles que han dicho una mentira, a llamarlos mentirosos.

Y lo mismo debemos hacer con amigos y vecinos. Que nuestros hijos no nos oigan criticar y descalificarlos. Si algo nos parece mal, juzguemos siempre los hechos, respetando a las personas.

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Eva Carreras del Rincón

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